La sismóloga Carmen del Fresno es una de las personas que ayer por la mañana se mantenía pegada a la pantalla del sismógrafo que daba cuenta de la evolución de la actividad en El Hierro, en la que el último hito seguía siendo el pico producido en el sismograma por el terremoto de intensidad 4,3 en la escala Richter de las 4.30 de la madrugada del pasado sábado y en la que el dibujo y colores de las últimas horas indican que algo se mueve bajo la plataforma marina con ánimo de convertirse en erupción volcánica.

Esta joven científica forma parte del nutrido grupo de personas que trabaja en la Red Sísmica Nacional, un departamento del Instituto Geográfico Nacional, encargado de vigilar y monitorizar la actividad volcánica y de coordinar las emergencias que deben ponerse en marcha en la Isla. Ahora centrados por la situación de El Hierro, el equipo ha vivido meses muchos más intensos y preocupantes por los dramáticos procesos sísmicos en Lorca y Japón.

En sendas pantallas vecinas, el director de la Red Sísmica Nacional (RSN), Emilio Carreño, muestra la evolución de los temblores que se han producido en la isla de El Hierro desde que se inició el proceso hace tres meses.

Según su relato ante las señalizaciones, el gráfico muestra que las barras de color rojo, que indican los terremotos de intensidad superior a 3 grados, se concentran en las últimas horas, así como que el de color negro indica alguno superior a 4 grados.

El centro cuenta con dos sistemas de análisis de alertas sísmicas que funcionan de forma complementaria: uno norteamericano cuyo uso original era el control de las explosiones nucleares en cualquier parte del mundo, y otro de origen germano para alertar de tsunamis que España y Alemania lo están adaptando de forma coordinada para análisis de actividad sísmica y terremotos, según destacó a este periódico Emilio Carreño.