A l disponer Indonesia de casi infinitos lugares que admiran al turismo, lo mismo cultural como de masas, la inmensa Yakarta se ha quedado como ciudad financiera y donde se dan cita importantes transacciones comerciales de operaciones millonarias. Apenas se ven turistas, mayormente son holandeses nostálgicos de su colonia que visitan los viejos almacenes portuarios, custodios de las caras especias con las que la Compañía Holandesa de las Indias Orientales enriqueció a su pequeño país. A esas edificaciones del XVI, y el mérito de haber impuesto el alfabeto romano, se añade la pinturera Plaza Batavia: la meca donde se erige una elegante casona colonial de dos plantas convertida en parada y fonda. Su minuta no es suf icientemente atractiva y no reconoce la cocina local, siquiera la Rijstaffel, con la que los neerlandeses salvan su exigua representación culinaria, y sus precios se alejan de la asombrosa baratura del país, importante atractivo. La influencia china queda de manifiesto en una amplia muestra de restoranes y

por ser la más poderosa oligarquía, que genera los consustanciales rechazos.

GASTRONOMÍA

Sus condimentos más señeros son, aparte de los chiles, el cilantro, leche de coco, salsa de soja y azúcar de palma. Hay vendedores de todo lo inimaginable bresale China; los neerlandeses, a pesar de una colonización de cuatro siglos, no dejaron significadas señas comestibles; los lusitanos, la batata y los imprescindibles chiles, que se trajeron desde México. Tal como vimos en Birmania las familias preparan por la mañana arroz blanco, cuatro o cinco guisos y la omnipresente salsa picante sambal (especie de mojo) y los dejan sobre la mesa para ser consumidos durante el día. Esa especie de bufé se agrandó y refinó por los colonos holandeses y la bautizaron Rijstaffel (mesa de arroz). El país es inmenso -más de 17.000 islas, diversas culturas y más

de 700 idiomas- Yakarta, como Madrid, es crisol culinario que se viene dibujando por una continua inmigración interna. Sus condimentos más señeros son, aparte de los chiles, el cilantro (como en Canarias, pudo ser una imposición lusitana), leche de coco, salsa de soja y azúcar de palma. Hay vendedores ambulantes de todo lo inimaginable, incluso especializados en viagra y condones, pero sobre todo sus calles siguen salpicadas de tenderetes que cocinan exóticos condumios cual nuestro medievo.