- ¿Cuál cree que ha sido el germen de la revolución popular egipcia?

- Un común denominador en muchas de estas revoluciones y alzamientos populares, es que hay una ruptura generacional importante. Es eminentemente un alzamiento juvenil. Allí se dice mucho que es la primera generación que está heredando un futuro peor que el que recibieron sus padres. En mi documental sobre los alzamientos en la plaza Tahir sale muchas veces la gente diciendo que lo primero es que los jóvenes se puedan casar, comprar una casa; y eso está en el corazón del problema, porque en Egipto la forma de independizarte es el matrimonio y para ello tienes que comprarte una casa. Cuando no hay trabajo, ni posibilidades, el futuro es oscuro.

- ¿Qué fue lo que más le impactó y que quiso plasmar en el documental sobre las movilizaciones de la plaza Tahir?

- El nivel de determinación que los egipcios están demostrando, la evidencia de que la gente tiene un poder real y que hay un cambio que es posible. El documental lo que pretende es hacer vivir a la gente como si estuviera en esas calles. Los que hablan no son de clase alta, ni analistas políticos, sino gente de la calle con su discurso llano y, sobre todo muy emocional.

- Existía un cierto optimismo respecto a la relación entre pueblo y ejército, ¿hasta qué punto es un optimismo ficticio?

- El principal escollo que tiene ahora Egipto es que el ejército esté tutelando esta transición. De hecho, están intentando dar pasos para calmar a la gente pero no lo consiguen, el nuevo gobierno que han creado solo sigue la estela de los últimos 30 años. Yo creo que los militares, en general, quieren transmitir el poder, pero teniendo claro que nadie les toca sus privilegios, que nadie toque el ejército y las posesiones económicas que tienen sus líderes.

- ¿En cuánto se cuantifica el poder del ejército en Egipto?

- Controla cerca del 40% del PIB del país. Las empresas son de propiedad del ejército o de gente vinculada a él, y eso es lo principal que el ejercito no quiere que se toque.

- ¿Cree posible un golpe de Estado si los resultados de las elecciones no son los previstos por el ejército?

- Es evidente que quien dirija la transición va a marcar mucho el futuro del país. El riesgo de un golpe de Estado, podría estar, aunque yo lo veo difícil. Las elecciones han roto la dinámica revolucionaria que había en las últimas semanas, es verdad, la plaza Tahir prácticamente está desocupada, hay una protesta concreta delante del Consejo de ministros impidiendo que el gobierno tome posesión de sus cargos, pero aparte de eso se ha roto la dinámica revolucionaria de la gente en la calle. No obstante, todo el mundo coincide en que hay una pausa puesta en el vídeo y eso volverá a estallar tarde o temprano. La gente dice que en enero volveremos a ver alzamientos. Egipto es un país donde nunca sabes qué va a pasar. Existe una tensión que seguramente volverá a estallar, no sabemos cuándo, porque de momento las respuestas militares son respuestas que no satisfacen.

- ¿Cómo valora el resultado de las elecciones egipcias?

- Los resultados electorales son provisionales. El proceso es complejo, se dan tres rondas de votaciones, este martes se estaba votando la segunda ronda y en enero votarán las últimas nueve provincias que quedan. Es un caos en todos los sentidos, ni siquiera se sabe muy bien cuánta gente ha votado, se han dado tres cifras de participación.

- ¿Hasta qué punto un pueblo con tantas carencias económicas, formativas... no se deja influenciar en el voto?

- Lo cierto es que estas elecciones han sido una gran farsa. Los militares estaban en crisis, la calle les estaba poniendo contra la pared y su única salida fue las elecciones, pero ha habido muchísimas denuncias de irregularidades: tengo amigos a los que se les han ofrecido 500 libras, que es más del sueldo medio de un mes, para votar por un determinado candidato vinculado al antiguo régimen.