Tuve ocasión de llamar la atención en páginas de este diario sobre la mutilación de un lienzo de Jordaens La bendición de Jacob del que se extirpa la parte del bodegón por inconcebibles imperativos de los gustos ¿Un bodegón de Jacobo Jordaens? Una reflexión sobre la tiranía del gusto (2011). Esto va en paralelo a lo que ahora es objeto de nuestra atención con otra espléndida pintura de Jordaens que parece condenada por insidia del "progreso" y escarnio del coleccionismo español. Es sabido que Jordaens forma la trilogía de los grandes maestros de Flandes junto a Rubens y Van Dyck. No es difícil presagiar que la intención del restaurador responsable de la mutilación, directamente o comprometido, estaba en hacer de un cuadro dos, por un corruptible beneficio. Las dos fotografías reproducidas son elocuentes del motivo de este artículo. El sátiro tocando una flauta fue adquirido hace poco tiempo por el Museo de Bellas Artes de Bilbao (L. 59 x 155 cm.) con atribución a Jordaens ignorándose hasta entonces su autoría, contenido y origen. No era fácil sospechar la compleja maraña de interrogantes a que se vería expuesta esta pintura. Adelantamos en principio que el tema es la educación de Júpiter, como se ve en la fotografía del lienzo completo, y de otra parte su origen con la canariedad. Un doble interés para quien esto escribe.

Hace unas décadas el director del Prado me pidió informe sobre el lienzo de un sátiro inédito sin más referencia. Informé entonces sobre su calidad y posible autoría. No era fácil reconocer el estilo de Jacobo Jordaens en la técnica y estilo pero un examen detenido daba motivos para más que hablar. Los bordes de la tela estaban cortados con nitidez rompiendo en las formas y el dibujo con la continuidad lógica de su composición. El examen detenido de la producción de Jordaens dio la clave previsible de aquel inquietante sátiro. Este sátiro con flauta que adquirió luego el museo de Bellas Artes de Bilbao no estaba solo, era la parte alta de un lienzo perdido con el tema de la educación de Júpiter siguiendo los fastos de Ovidio, libro V, 115-121. Es el episodio que narra la historia de la ninfa Adrastea y Júpiter niño, amamantado por la cabra Amaltea. Aquí está Júpiter niño y su hermano de leche Egipán. Esto vemos en la pintura completa que afortunadamente pude localizar en una fotografía de hacia 1940 que reproducimos. Afortunada fue también la localización del dibujo preparatorio en el museo de Bellas Artes de Besançon que proporciona la cronología del lienzo al estar firmado y fechado en 1639. Esto nos habla de la importancia del lienzo aportando interesantes connotaciones de los cambios elaborados en el transcurso de la pintura con clara intención de mejorar en armonía y belleza. Nos encontramos frente a un lienzo de Jordaens mutilado sin posible lectura de iconografía y perspectiva histórica que hoy hemos podido reconstruir más allá de una virtual imaginación. No cabe duda que quien la adquirió fue un avispado conocedor de pintura al pronunciarse por una obra de Jordaens que en nuestros días alcanza la dimensión de Rubens y Van Dyck en el triunvirato de los grandes pintores de Flandes, con menos producción que éstos en el coleccionismo del siglo XVII español. Es obra de su última época cuando al morir Rubens acrecentó su clientela en las cortes más prestigiosas de Europa viéndose precisado a contar con ayudantes. Esto no ocurre aquí. La calidad de esta pintura, cómo fue y lo que llega a nosotros, asume la más exquisita revelación del estilo del maestro en la soltura técnica y la captación de las imágenes en ósmosis perfecta con el espacio inundado por la luz del ocaso y la humedad vivificadora de la tierra. Esta mutilación atentatoria a la unidad testimonial de la obra por razones especulativas no tiene justificación. No hay noticias de la mitad baja del lienzo con la ninfa, Júpiter y Egipán que esperamos pueda aparecer algún día con la misma inexplicable intencionalidad.

Una grave intervención que horrorizaría a don Bernardo Iriarte. Este prócer canario, ministro del consejo de Indias, vice-protector de las Academias, amigo de Jovellanos, Mengs, Ceán Bermúdez y Godoy, fue quien adquirió esta pintura para su colección. La colección más importante conocida en la corte según palabras de su buen amigo Ceán Bermúdez y que con fortuna imitó su no tan amigo el príncipe de la Paz, don Manuel Godoy y Álvarez de Faria. Su colección, en su domicilio frente al palacio real en la calle de la Cruzada, también debió ser admirada por Goya, que le retrató. Qué dirían estos hombres de la Ilustración ante tal acto del "progreso" donde todo vale. Qué diría este prócer canario que impidió la quema de las pinturas "indecentes" que intentó Carlos III (no fue el marqués de Santa Cruz quien lo evitó como se cree); Bernardo de Iriarte prohibió la exportación de pinturas fuera de España por decreto ley. Me pregunto si esto es lo mismo que vemos en nuestros días con el permiso de exportación concedido "gentilmente" por el ministerio de cultura al retrato de Goya de Juan Gómez de Robredo en subasta de la casa Christie's en Londres (6 de diciembre de 2011). Un personaje que sin duda conoció Iriarte. El prócer canario don Bernardo de Iriarte permitió la visita del gran público a su colección, un gesto de generosidad de los coleccionistas; difícil es encontrar algo similar en nuestros tiempos tan abiertos y generosos de intenciones y palabras.