José Alonso es uno de los emblemas del cristianismo progresista y de la llamada izquierda católica en las Islas. Profesor del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias y director del Aula Manuel Alemán de la Universidad grancanaria, se volcó en los años sesenta en la actividad docente, su gran vocación. Buen conocedor de Levinas, el gran filósofo de la otredad, desde entonces imparte filosofía tanto en el citado centro teológico, antes Seminario Diocesano, como lo hizo también en los institutos de enseñanza media, como catedrático de instituto, así como en la ULPGC. Igualmente incesante ha sido en la formación de grupos cristianos -por los que pasaron no pocos luego dirigentes y altos cargos- que trabajaron con la izquierda ilegal durante el tardofranquismo y la Transición. No para, lo último está siendo la reactivación del movimiento de profesionales cristianos.

ARICO

Dios, al comienzo

"Soy hijo de una madre religiosa, piadosa, al estilo de su época, y de un padre no creyente o, por lo menos, no practicante. Aunque él era muy de derechas, estaba muy vinculado al franquismo y era, además, secretario del Ayuntamiento de Arico -a donde llegó y en donde conoció a mi madre- no recuerdo verlo en misa de pequeño, salvo cuando se trataba de actos públicos con oficio religioso. Y estamos hablando del primer franquismo, pues yo nací en abril de 1939. Para mí como niño, incluso ya como seminarista, eso era un dolor, una espina clavada. ¿Y una incógnita? Sí, sin duda. Es más, ya en Arico se rodeó de gente y amigos entre los cuales los había republicanos. De hecho él nunca quiso que yo fuera cura: cuando comencé a hablar de ir al seminario, él no lo confirmaba sino más bien... ridiculizar no es la palabra, pero no estaba conforme. Hasta que no me ordené de cura siempre pensé que iba a serlo contra su voluntad. El espíritu religioso me entró a través de mi madre, que, como digo, era muy religiosa; y yo estaba siempre alrededor de la iglesia, porque ella colaboraba mucho en lo que entonces eso significaba, que a lo mejor era lavar manteles y muy poquito más, no impartir catequesis".

EL MIEDO

Hijo único

"Soy hijo único, pero antes de nacer yo, nacieron y murieron dos niñas. Y recuerdo con impacto que a mis padres se les saltaban las lágrimas al hablar de ellas, al recordarlas. En mí no había tanto una sensación de que yo estaba ocupando el lugar que debieron ocupar ellas o de príncipe destronado, como se dice; ahora bien, yo fui siempre, como decían ellos, 'el niño del miedo', porque tenían miedo de que me pasara lo mismo, que no saliera para adelante. Y eso sí ha impactado en mi personalidad, pues una de las cosas que he tenido que trabajar en mi vida ha sido adquirir seguridad en mí mismo y perder miedos. No obstante, hubo dos cosas que me ayudaron a superar esa situación: me fui de casa al seminario a los doce años, con lo que no tuve la tutela familiar sino a lo lejos y, después, el seminario de aquella época te ayudaba a tomar decisiones por cuenta propia, de modo que no estuve sobreprotegido. Es más, no me siento hijo único".

ARTENARA

Hablar del pecado

"Mi padre accedió a la plaza de secretario por concurso ya después de la guerra. Entre los tres destinos que hubo disponibles para él (Miraflor de la Sierra, en Madrid, Vilaflor y Artenara) eligió Artenara por cercanía, pues Vilaflor estaba en bancarrota. Y allí vivieron hasta su jubilación, en que se vino a Las Palmas. Un poco más adolescente, ya en el seminario, descubrí, con todo, que mi madre, siendo muy piadosa, era bastante abierta en el contexto de la época, pues entonces comencé a hablar con ella, por ejemplo, de lo que era pecado en cuestiones de sexo".

EL SEMINARIO

Hacerse cura

"En la decisión de hacerme cura lo primero fue una intuición ambiental; de niño, las fiestas religiosas, la Virgen de Abona, las procesiones... yo quería ser eso, cura, para hacer procesiones y confesar a mi amiga Conchita, que se ponía un velo enorme, y a la que yo le tiraba de los pelos en plena confesión [risas] ya no sé ni por qué, acabábamos peleándonos siempre; y en Artenara luego la cercanía a la Iglesia siguió como juego infantil, pues mis padre trajeron a vivir a casa a un chico, que hacía mandados y poco más, pero que en realidad lo trajeron para que fuera mi amigo; y hacíamos procesiones en las que, por supuesto, yo iba delante con el santo como cura [risas] y el detrás de monaguillo. Mi padre de hecho había dado una entrada para que estudiara en el Corazón de María interno, y tuve que enfrentarme: le dije que o iba al seminario o no iba a ningún sitio. Y, ante tal decisión, recogió velas, sólo que me mandaron unos meses a los Salesianos -eso estuvo bien-, no llegó al curso completo, porque había niños de Artenara, para que me adaptase a estar fuera".

EN LAS PALMAS

La primera crisis

"Me sentí muy cómodo en el seminario, fueron los mejores años de mi vida, había camaradería y, bueno, estaba donde quería estar, aunque con ciertos problemas, porque fui revoltoso, díscolo, era chistoso e incluso algo burletero, en fin... Recibí una muy buena formación en humanidades, algo que nunca agradeceré lo bastante. Además tuve la suerte de tener de profesor a don Agustín Ramírez, que era un sabio, y que me inculcó el interés por la cultura... El fue quien supo canalizar educativamente mi temperamento, me hizo unos tests, me explicaba mi personalidad, me orientaba, me daba libros; es la persona a la que más le debo, porque los otros profesores lo que hacían era penarme o llamarme la atención. Claro que llegó un momento, eso suele ocurrir, en que entré en crisis religiosa. Fue ya en el seminario mayor, estando en los cursos de filosofía, entre los diecinueve y veinte años, y estuve dispuesto a marcharme: me llamaba la atención la vida profesional externa, me interesaba estudiar literatura y arte; y luego estaba el despertar afectivo, comencé a tener alguna relación cercana y, bueno, ya algunos años antes había aparecido el deseo sexual, por supuesto".

UN DESPERTAR

El deseo sexual

"Cuando aparece el deseo sexual no sé lo que es, y al no saberlo, no lo relaciono con la moral sino que es como si le picara a uno la nariz, digamos... Luego hay una etapa en que descubro que era pecado, porque en eso los padres espirituales eran tajantes; oírlos decir "por la sangre de Jesucristo, que nadie manche esta casa con el pecado del sexo" con doce años impresionaba... Por ejemplo, en la ducha en el seminario había un letrero que decía: 'Mira que te mira Dios, mira que te está mirando, mira que has de morir, mira que no sabes cuándo', pero un letrero escrito por nosotros, los seminaristas, con lápiz. Y recuerdo otro que decía: 'Por un instante de placer, una eternidad sin fin' [risas], fíjese, es que parecía como si las duchas fueran el gran lupanar de la época... todo era el ambiente de la santa pureza, de reprimir todo elemento sexual y se llegaba a pensar que el único pecado que se podía cometer era el del sexo, por lo cual las vacaciones de los seminaristas eran un peligro, la playa, la relación con las chicas, que nos prohibían, ni con hermanas de amigos, 'que son hermanas de ellos, no tuyas', nos decían. Y esa cuestión moral me hizo volverme escrupuloso, me confesaba todos los días creyendo que había pecado: pensé, no pensé, miré, no miré, en fin, una cosa obsesiva con el sexo..."

FRUSTRACIÓN

Pildáin se niega

"Algo que igualmente había influido en aquella crisis fue que D. Agustín Ramírez, había hecho gestiones para que varios siguiéramos estudiando en Comillas (Santander), que era lo más, la universidad a las que iban las mejores cabezas, donde estaban los grandes profesores, y además se salía con dos licenciaturas, teología y filosofía, mientras que aquí eran solo diplomaturas. Pero cuando todo estaba a punto Pildáin se negó, porque entonces estaban surgiendo -hablo de 1958 y 1959- una ola de novedades eclesiásticas y él les tenía mucho miedo. Era cuando comenzaron a aparecer los teólogos que prepararon el Concilio: Yves Congar, Karl Rahner, Henri de Lubac, Marie-Dominique Chenu... Y comienza también en España lo que se llamó en aquella época 'católicos de la mano tendida', entre los cuales estaban Aranguren, que aparecía entonces como un auténtico heterodoxo, Laín Entralgo, Julián Marías, padre del escritor [Javier Marías], que fue una generación bajo la influencia de Ortega y del pensamiento católico europeo. Por ejemplo, ya en Tafira escribí un artículo amplio en una revista que hicimos, Ráfagas, que titulé 'Los santos de Bernanos', que era uno de los llamados novelistas católicos y, bueno, Pildáin llamó a Manuel Alemán, que ya era el rector del seminario, y le dijo: 'Pero este chico ¿no habrá leído las obras de Bernanos?' y Manuel le respondió que no, que las había leído a través de un diccionario, porque montó en cólera. Fíjese cómo era la mentalidad de Pildáin que José Luis Guerra, el cura de San Francisco, y yo, solíamos bajar a colaborar con Radio Catedral, que luego se transformó en la Cope de Las Palmas, y una vez, hablando de la vida en el seminario, dijimos: Está sobre la mesa el ABC...`' Y Pildáin, que lo estaba oyendo, bajó -el programa se hacía en el Obispado- y dijo: 'Pero ¿cómo? ¿Un periódico liberal en mi seminario?' El ABC [risas]... Bien, pues volviendo a mi crisis religiosa, para superarla fueron esenciales unos ejercicios espirituales que hice con el padre Castro Merello [jesuita] en Agaete. Yo soy cura gracias a él".

OBISPO PILDÁIN

Cordial y duro

"Tuve dos charlas previas a ordenarme y una después de cura. Pildáin personalmente era cordial al máximo, aunque sé que con algunos compañeros hubo momentos duros, porque él defendía sus criterios radicalmente y decía cosas fuertes a veces. Eso sí, era atento con las familias de los sacerdotes. Él sabía, por ejemplo, que mi padre no estaba conforme con que fuera cura y cada vez que lo veía en un acto oficial se le acercaba y le decía: 'Tiene usted un hijo maravilloso'. Y el día que me ordené, cuando nadie sabía su destino, se acercó de nuevo a mi padre y le dijo: 'Su hijo se quedará dando clase en el seminario', lo que era un reconocimiento, además. Pildáin a nivel social era muy avanzado. Como se sabe, era diputado por la minoría vasca [nacionalistas, carlistas...] en las Cortes republicanas y fue nombrado Obispo de Canarias justo cuando estalla la Guerra Civil, lo que le coge camino de Roma y, de hecho se refugió en un monasterio catalán, y de allí logró llegar al Vaticano. Pero tuvo que estar bastante tiempo alojado en el Colegio de España, había un conflicto con sus credenciales en el Gobierno español, no está claro si por parte del republicano o por el poder de la zona franquista. Al final fue ordenado por el cardenal Tedeschini, muy vinculado a Pío XII, y llegó a Canarias directamente de Italia en plena guerra, cuando todavía estaban llevándose a gente a la Sima de Jinámar. Es sabido que él salvó a muchos, arriesgándose, que interceptó muchas muertes y encarcelamientos. De eso fue de lo primero que se ocupó al llegar. Vino sólo y fueron famosas sus palabras: 'Mirad Canarias, que confío en vosotros, pues vengo solo'. No se trajo ni secretario".

UNA PASTORAL

Sindicato vertical

"Ahora, si bien Pildáin era defensor del mundo obrero, lo que influyó mucho en mí, en lo moral era excesivamente estricto, es sabido. Era muy escrupuloso consigo mismo, todo le parecía pecado y eso debió influir. Pero, en lo social, más allá de lo doctrinal, es decir, de su idea de que el cristianismo debía ocuparse de la pobreza no sólo de palabra, vivía cercano a la pobreza real, visitaba los barrios marginados; y él mismo vivía pobremente. Mire, recuerdo una visita a sus habitaciones una vez, cuando él estaba en el Concilio, y daba pena: la ducha era un tubo que no tenía ni la alcachofa, un colchón todo doblado... Él habría podido exigir otros medios mejores, pero nunca lo hizo. En la primera posguerra destacó ya tanto por una famosa pastoral en la que decía a las claras que el llamado Sindicato Vertical del franquismo no era un verdadero sindicato en la defensa de los trabajadores, como por unas conferencias que dio en el teatro Pérez Galdós sobre la defensa del obrero frente al capitalismo. La doctrina social de la Iglesia ya había comenzado con León XIII. Lo que pasa es que en esta época había desde la Iglesia una condena del comunismo por su fuerte condición atea, y no era capaz de ver su dimensión social. Eso comenzaría a verse de otro modo tras el Concilio Vaticano II, en donde el propio Pildáin pidió que, así como se había condenado al comunismo, se condenara al capitalismo. Y, bueno, él arrancó aplausos del Concilio cuando defendió la independencia del Vaticano frente a los estados en elección de obispos".

'EL CORREDERA'

Una llamada

"También soy testigo de ver y oír a Pildáin llamando por teléfono al Arzobispo de Madrid, que en aquel entonces era Monseñor La Higuera, para interceder por el Corredera [Juan García, desertor del ejército en la Guerra Civil con vínculos posteriores al ilegal Partido Comunista, que fue condenado a muerte tras matar a un guardia civil en su huida en 1958 y ejecutado]. Pildáin nunca tuvo teléfono, y cuando quería telefonear venía al Seminario; estaba yo sentado en la galería, yo era entonces seminarista, y pasó al teléfono, que estaba detrás de una puerta de cristales, y oí la conversación, pues se oía todo. Le oí insistir, repetidamente, a La Higuera, que hiciera lo posible, recuerdo que gesticulaba, que tratara de hablar con no recuerdo quién, que esto, que lo otro, él hizo lo que pudo. Claro, el caso había causado un gran revuelo en la sociedad canaria, no se hablaba de otra cosa, y yo eso no lo olvidaré nunca".