Promuscan despidió el sábado en el Gabinete Literario su undécimo año de actividad continua, con un programa de solos instrumentales. La presidenta, Laura Vega, que introdujo a los autores -todos canarios-, las obras y los intérpretes, anunció también la próxima expiración de su mandato, brillante y fecundo como pocos. Daniel Roca, su probable sucesor, presentó la nueva web (www.Promuscan.es) generosamente documentada y con muy clara estructura de uso. El primer autor, David Dahoruch (1978), debutante en los conciertos de la asociación, concluye estudios superiores en Graz, Austria, tras los cursos en el Conservatorio de Canarias. Su Arrorró para saxofón arranca del arrorró herreño de Valentina la de Sabinosa y experimenta con los colores del instrumento, del susurro al grito, en descriptivos episodios de la nana maternal, la respiración infantil, los sobresaltos y tabaleos con las llaves que jalonan el proceso del sueño. Muy imaginativo en la traslación al sonido, el intérprete, Airam Déniz, cumplió un buen trabajo. De Víctor Landeira (1984), hoy docente en La Rioja y Cuenca, los Lunares para clarinete, no tuvieron en vivo la intérprete anunciada, que estaba enferma, sino una grabación de Rocío Campos que entiende muy bien esta "fantasía libre" armada en gran parte sobre un ritmo de sevillanas y gratamente desplegada en ideas lúdicas con cierta verbosidad melódica. Presentes en la sala el resto de los autores, ya fueron ellos quienes, junto a Laura, comentaron sus piezas. En la Suite para contrabajo, utiliza Pedro Santana (1973) varios temas populares de Canarias muy apegado a su literalidad y con relativa voluntad transformadora. Son los temas los que dominan la escritura, no al revés. Samantha de León hizo una versión muy voluntariosa, pero desigual.

En la segunda parte estuvieron las aportaciones más novedosas y personales. Tvisöngur para tuba, de Ernesto Mateo (1981) transfiere a la tuba el método de un canto islandés semejante al "organum" medieval/renacentista: o sea, la doble línea cantable en quintas paralelas que, contra todo pronóstico, puede emitir el voluminoso metal a modo de espectro acústico. Muy buena la ejecución de Jesús Fernández, que hace sonar los rugosos graves extremos y emite desahogadamente curiosos efectos tesiturales. Una realidad aparte de Samuel Ramos Manzano (1981), inspirada en las experiencias psicofísicas del mexicano Carlos Castañeda en los límites de la percepción, tuvo análogo cambio de clarinetista y especula con estimulantes recurrencias del grave instrumental, el sonido temperado y el aire.

Finalmente, del celebrado pianista y compositor tinerfeño Gustavo Díaz Jerez (1970), presentó Nous, étimo de la noesis griega que articula intelección y orden. El extraordinario flautista Jean-François Doumerc ofreció un alarde de virtuosismo en la estética del "espectralismo algorítmico" del autor, que oscila entre la serie y la melodía -razón y emoción- escindiendo la columna acústica en sonidos múltiples. Gran cierre de la sesión.