Tuve un director editorial que era y es un firme adversario de la expresión "violencia de género". Según su razonamiento, avalado por la Academia, "las palabras tienen género, las personas tienen sexo".

Pero el simple cambio de un sustantivo por otro daba como resultado "violencia de sexo", lo que podía ser entendido como sexo violento, un concepto distinto del que se pretendía transmitir. Desde entonces, cuando me hallaba en la tesitura de referirme al tipo de delito que cometen los machos de la especie al agredir a sus parejas, con abuso de fuerza y posición dominante, usaba la forma "violencia sexista", que denota cuál es la deformidad intelectual que alimenta la actitud agresiva. Esta fue mi opción, aunque no la del legislador español, que en 2004 aprobó la llamada "Ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género".

Pero desde el pasado lunes tenemos una nueva expresión para denotar el asesinato de una mujer a manos de su marido; ahora se llama "violencia en el entorno familiar".

Así consta en la nota de prensa con que la ministra Ana Mato condenó el pasado lunes el caso ocurrido el mismo día en Roquetas (Almería).

La verdad, no sé si va a servir para los titulares. "Ya van diez muertes por violencia en el entorno familiar este año" es una frase muy larga, demasiado para lo que requieren los encabezados. Pero, además, su imprecisión es absoluta.

En el entorno familiar los niños se pegan entre ellos, los cuñados llegan a las manos y las cuñadas se tiran de los pelos, y viceversa, y los padres niegan el tabaco y el vino a los abuelos, lo que es un caso claro de malos tratos bajo prescripción facultativa.

Para no hablar de las cenas y comidas "en el entorno familiar" que tanto abundan en estas fechas, y a las que es aplicable la acepción quinta de "violento" en el diccionario: "Que se hace contra el gusto de uno mismo, por ciertos respetos y consideraciones".

Pero de lo que hablamos es de algo tan serio y tan físico como de maridos y novios que matan a sus parejas, a veces con extrema brutalidad.

Diluir esta realidad lacerante en una expresión tan amplia y ambigua como "violencia en el entorno familiar" equivale descafeinar su gravedad.

Vamos a dejarnos de frivolidades y vamos a pedir a la ministra que se deje de circunloquios y llame a las cosas por su nombre.

Una agresión machista es una agresión machista, y si el resultado es de muerte, es un homicidio o un asesinato machista.

Llamarlo así no solo es exacto sino que señala directamente a la ideología, sentimiento o visión del mundo que alimenta y justifica los crímenes.

Los nazis perpetraron un holocausto racista y Stalin uno o varios genocidios, y ni lo uno ni lo otro se pueden despachar como "violencia en un entorno político determinado", pongamos por caso.