Es un clásico y probablemente tiene poco que ver con la receta originaria que en teoría preparaban los tártaros… Hoy es todo un espectáculo ver cómo se mezcla y sazona la carne cruda de ternera o buey (según los expertos, debe ser picada a cuchillo) con sal, pimienta, aceite, salsas diversas, a veces alcaparras y yema de huevo hasta obtener la sabrosa y tentadora porción de carne llamada steak tartare.

Las versiones son numerosas, pero la base siempre es carne cruda picada y aderezada. Aparte de su indiscutible valor gastronómico, aporta una buena ración de proteínas, hierro y zinc, entre otros nutrientes. Si la carne es magra y de calidad, su contenido en grasas es razonable y está elaborada por manos expertas, la dosis de sal será moderada.

Constituye, pues, una ración contundente de nutrientes y sabor apta en una dieta equilibrada. Aunque tiene sus inconvenientes. Al ser carne cruda y picada, su riesgo microbiológico es muy superior a una porción de carne cocida entera. Además, en contra de la creencia popular, es más nutritiva la carne cocida que la cruda, pues los nutrientes de esta se absorben menos.

- Si se acompaña de ensalada la absorción del hierro será más efectiva, y el plato, más digestivo. -

Una ración sana de steak tartare oscila entre los 100 y los 120 g de carne. -

Una manera de que el steak tartare sea más jugoso es mezclar la carne picada con trozos de pimiento asado y tomate. El resultado es muy sabroso. -

Es recomendable preparar este plato inmediatamente antes de su consumo. -

Es especialmente recomendable para personas con anemia ferropénica. Y, en cambio, poco indicado para las mujeres embarazadas.