El año 1938 va a ser determinante para barruntar la derrota del ejército republicano, y también para la pérdida definitiva de la unidad del Frente Popular. La caída en desgracia viene acompañada por un verdadero choque de trenes entre Juan Negrín e Indalecio Prieto, que sería apartado por el primero del Ministerio de Defensa Nacional. En el Combate por la Historia (editorial Pasado y Presente), también conocido como Contradiccionario, Ricardo Miralles subraya que esta destitución marcaría el definitivo aislamiento del doctor grancanario en el PSOE. Sus oponentes le volverían a acusar de seguir las consignas del PCE, el mismo argumento sobre las que pivotan las otras tres a las que LA PROVINCIA les ha dedicado sendos capítulos: su papel en el traslado del oro de Moscú, su acceso a la jefatura de Gobierno y su supuesta responsabilidad en el asesinato de Andreu Nin.

En la obra coordinada por el catedrático Ángel Viñas, presentada ayer en Madrid [ver página siguiente], Miralles sostiene que la crisis de marzo-abril de 1938 da paso "al momento en que empezó a fraguarse la más persistente leyenda negra" sobre Juan Negrín. En el contexto del fracaso republicano en las batallas de Brunete y Belchite y de la reconquista y posterior pérdida de Teruel, y con un amago de dimisión de Prieto, saltan los decretos del Ministerio de Defensa que "prohibían a los comisarios hacer propaganda en las filas, transfiriéndola a los jefes y a sus estados mayores, y en general, la agitación política en el seno del Ejército", destaca el historiador en su ensayo La leyenda sobre Juan Negrín y sus seis acusaciones.

El PCE decide convertir la directriz de Prieto en un casus belli y la lleva a sus órganos de dirección para pronunciarse en contra. Sigue una campaña en la que los comunistas le acusan de "derrotista" en panfletos como el Frente rojo, aunque sin citarlo. Prieto, enfurecido [fue hombre de "repentes", decía Azaña], reclama el amparo de Negrín, y el grancanario decide llevar la queja al Consejo de Ministros. ¿Le hacía la cama a su ministro de Defensa? El jefe de Gobierno y todos los ministros se pusieron al lado de Prieto. "Es evidente que Negrín apoyó a Prieto y que la imputación de que le habría cesado más tarde también a causa de los mencionados decretos no es sostenible", destaca Miralles.

El 9 de marzo de 1938 es la gran ofensiva franquista en el frente de Aragón. Negrín intenta una vez más romper el "no intervencionismo" de Francia y sale a la carrera hacia París para pedir ayuda militar. ¿Qué ocurre en Barcelona? "La totalidad del Gobierno en su ausencia (salvo los dos ministros comunistas) dio prácticamente por perdida la guerra y, veladamente, se declaró dispuesto a aceptar alguna mediación humanitaria que habría sugerido el embajador francés Eirik Labonne", señala Miralles. Reconoce, no obstante, que no hay constancia de que Prieto llevase la voz cantante de los contactos. "Él siempre lo negó cuando Negrín le acusó en la inmediata posguerra", añade el historiador.

El 17 de marzo de 1938 se produce un encuentro clave para entender la descomposición acelerada del Estado republicano. Azaña, con su Gobierno en pleno, pide explicaciones sobre la evolución sin retorno de la guerra, y Negrín vuelve "a apelar a la moral de combate y al espíritu de resistencia". Miralles recuerda que la tensión quedó reflejada en una enigmática frase que pronunció el grancanario ante el gabinete, y que en caso alguno sirvió para que Prieto diese su apoyo a Negrín. Decía así: "Yo sé muy bien lo que he hecho y lo que en ningún caso estoy dispuesto a hacer". Le toca el turno de intervención a Prieto. Las sospechas de Negrín se confirman a lo grande: "La distancia entre el jefe de Gobierno y su ministro de Defensa se hizo probablemente absoluta cuando al levantarse Prieto confirmó los juicios del presidente de la República, presentando una panorama desolador, con las tropas desmoralizadas y retrocediendo en todas direcciones". Para colmo, bajo el Palacio de Pedralbes, una manifestación comunista reclamaba guerra y más guerra.

El abismo entre Negrín y Prieto ya estaba enmarcado. El cese era inminente. Miralles se vale del relato de otro miembro socialista del gabinete, Zugazagoitia, para hacer patente el disgusto del doctor grancanario. "Negrín le había dicho que los informes que presentó Prieto ante ambos organismos [el Consejo Superior de Guerra y el Consejo de Ministros del 28 y 29 de marzo] contenían una cierta complacencia morbosa en difundir su pesimismo, y que fue entonces cuando tomó la decisión de relevarlo".

El jefe de Gobierno le ofrece un ministerio sin cartera, a lo que Prieto se niega. Acusa a Negrín de que "al lanzarlo del Gobierno cedió a las exigencia del Partido Comunista". "Esto", añade Miralles, "lo creyera Prieto o no, era, incluso entonces, difícilmente sostenible, pues los comunistas ya se habían plegado a la voluntad de Negrín de mantener a Prieto en el Gobierno". En todo caso, las más altas competencias sobre la guerra las asumiría Negrín y no el PCE. "Lo inevitable, a partir de aquel momento, fue su creciente soledad, especialmente en el seno del partido, como se hizo patente en las reuniones del Comité Nacional del PSOE en Barcelona, del 7 al 10 de agosto de 1938, cuando sus miembros aprobaron a regañadientes la política y la defensa que de los comunistas hizo Negrín", subraya Miralles.