Recuerdo que mi padre siempre me decía: Cuando vayas a la Universidad esto; cuando vayas a la Universidad, aquello. Le hacía mucha ilusión y me la fue inculcando, poco a poco. Ahora mi sueño puede quedar en nada. Si tuviera que dejar de estudiar mi carrera no sabría qué hacer".

Esta reflexión es de Lizeth González Torres, una alumna de 19 años que vive en Vecindario y acaba de empezar este curso Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Con tres hermanos, un único sueldo en casa, además mileurista, para Lizeth la única manera de cumplir ese sueño pasa por disponer de una beca como la que ha pedido este curso al Ministerio de Educación.

Si no se la conceden, tendrá que darse de baja en la Universidad y decidir qué va a ser de su futuro. Y este se puede complicar por la reducción este año de 166 millones de euros del capítulo de becas, que podría empeorar el próximo curso.

Unos 12.000 alumnos de las universidades canarias son beneficiarios de las ayudas del Ministerio. Con ellas cubren los gastos de matrícula, transporte, manutención, material y libros.

Y sin ellas, por mucho esfuerzo que hagan las familias, en un momento además de gran precariedad laboral y desempleo, estos jóvenes quizás tengan que dejar sus carreras. Estas historias son algunos ejemplos de esa realidad.

Ana Verona Ojeda, de Telde, que es compañera de estudios de Lizeth, ha podido afrontar los aproximadamente 500 euros de su matrícula y disponer una cantidad adicional para libros y transporte con cargo a su primera beca. En casa sus padres trabajan, "de momento", por lo que podría afrontar en principio la pérdida de la ayuda. "Pero no sé cómo no han recortado en otro sitio. A muchos estudiantes esto les va a perjudicar mucho".

Esfuerzo familiar

Los padres de Almudena Alejandro Montesdeoca, en segundo año de Trabajo Social, "intentarían hacer un esfuerzo" si ya el Estado no le pagase siquiera los 700 euros que le cuesta la matrícula. "Mi padre es el único que trabaja y con cuatro hermanos los gastos de una universitaria se notan en una casa", reconoce.

Yesica Guarda García vive con su madre en la capital grancanaria. Para ella, también en segundo curso de Trabajo Social, "sería muy difícil" seguir estudiando sin beca. "Me he planteado dejar de estudiar. Mi padre ha empezado a trabajar hace poco. Podría ayudarme, quizá, pero la beca te ofrece una solución más duradera, estable".

Con casi 3.000 euros de beca este curso, Leticia García Rodríguez, de Lomo Los Frailes, está en cuarto año de ADE, en la especialidad de Marketing. "Llevo dos años con la ayuda del MEC. Sólo de matrícula son 740 euros". Con un padre transportista y una madre recién contratada en el Cabildo, la joven y su hermano, que estudia Enfermería en Lanzarote, podrían respirar algo si les alcanza el tijeretazo. "A él le afectará más; a mí me queda sólo un año más".

De Lanzarote vino Loli Rodríguez Rodríguez, estudiante de cuarto de Psicopedagogía. La joven vive en un apartamento en Tafira. "Siempre he estudiado con beca. Para mí ha sido una suerte y ella lo ha hecho posible". Los 600 euros de gastos al mes los compensa con esa ayuda, la de sus padres y una beca de colaboración en la ULPGC. "No me parece justo lo que están haciendo. El perjuicio es mayor para la gente de otras islas".

Y para los que están fuera del Archipiélago, también. La familia de Cristóbal Mackenzie Peñate, estudiante de primero de Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, hizo acopio de ahorros para que pudiera empezar la carrera. Y de ellos está tirando. "Todavía no me han dicho si me la conceden. Si no es así, tendré que hacer las maletas y poner fin a mi sueño".