El maestro de Agaete José Sánchez y Sánchez escribía en 1882 una certera reseña del Valle del lugar, una partonsa orográfica y única de la Gran Canaria subtropical que hacen del fenomenal rincón una pinturita donde cualquier visitante encontraría allí "todas las cosas necesarias y gratas a la vida: abundantes y cristalinos arroyos, clima y temperatura agradables, muchas y exquisitas frutas, variados paisajes y pintorescas vistas; y sobre todo, gentes de buen trato y costumbres intachables", una definición que bien pudiera adjudicarse como la acepción primera del vocablo paraíso.

La inmersión en el valle de Agaete desde el kilómetro uno, de los siete que tiene, es una experiencia de formato margullo en la que el aire, el panorama y sí, sus gentes, envuelven al visitante en una atmósfera de mango, aguacate y café.

El gran vaso geográfico, estampado al noroeste de Gran Canaria, es el último tramo de una cuenca hidráulica que baja a lo bestia desde la misma cumbre de Artenara sorteando las presas de Lugarejos, Los Pérez y Tierras de Manuel, con un quiebro, el de El Paso, que formaba un espectacular salto de agua y que aún cobija el manantial del agua agria.

René Verneau, Olivia Stone o Charles F. Baker visitaron el sitio, y su mixturado de flora endémica, frutas tropicales, riscos de Tamadaba y sus pagos de El Sao, o El Hornillo -una proeza poblacional en vertical-, Vecindad de Enfrente o San Pedro, no los dejaron indiferentes ante aquella postal perfecta, tan perfecta que sanaba..., a través de sus aguas, concretamente.

Fue así como ya muy pronto el siglo XX se resuelve darle cobertura hotelera. El agaetense José Antonio Godoy tiene en la gaveta un recorte de periódico de 1923 de Diario de Las Palmas sobre el flamante Hotel La Salud, de don Antonio Abad Ramos Medina, un establecimiento con " 60 habitaciones, gran comedor y salón de recreo, un piano Triola, rodeado de frondosa arboleda y a 350 metros de los célebres baños de Los Berrazales cuyas aguas, con alto contenido en radium, eran para la gente el agua Santa". Además contaba con un afamando cocinero y en breve tendría teléfono y alumbrado eléctrico, a lo que habría que añadir el se habla inglés", algo de lo que casi un siglo más tarde no todo el sector dispone.

Evidentemente no hay que ser muy cristiano para entender que el Valle era un lugar diez donde vivir. Sus farallones están bien surtidos de cuevas donde los antiguos canarios prosperaban, bien recolectando, bien cultivando cereales o incluso manufacturando ruedas de molino. No en balde en la parte superior de La Suerte se encuentra ubicada una de las mayores minas conocidas en la isla dedicadas a esta 'industria'. Pero aún más espectacular es la necrópolis del Maipés, que cuenta con su propio centro de interpretación.

Poco más arriba, luce en rojo la denominada Casa Rosada, en la finca de Las Longueras, que hace de coqueto y estratégico hotel rural, que guarda entre sus paredes el rodaje de La Umbría, basada en el poema teatral de Alonso y dirigida en 1975 por el artista local Pepe Dámaso.

Desde ese punto restrallan los frutales, como en las fincas de El Vínculo y La Laja, con sus cultivos tropicales de mangos, aguacates y café.

Pero el paisanaje humano no es menos flojo. Serpentear por las cuestas de Vecindad de Enfrente, cuya vista de por sí es una foto, o sentarse en medio del pueblo de San Pedro, adoquinado junto a su ermita, es hacer amigos antes de acabar con las papas. Si se deja ir hasta que las sombras bajen de Tamadaba el viajero creerá que él también es de allí.