Magia, hechizo y poder hipnótico. Éstas son algunas de las palabras que brotan naturalmente a la hora de hablar de Lanzarote, el capricho del fuego, la luz, el océano y el viento. Una visita a este rincón atlántico promete ser una experiencia para los sentidos. Lanzarote es la diferencia y la belleza desnuda de la naturaleza.

En este trozo de tierra quemada los fenómenos de la naturaleza han dibujado uno de sus cuadros más bellos. Con el tiempo, se sumó la capacidad de los habitantes isleños para mimetizarse con el paisaje insular y para resurgir de las cenizas de las erupciones volcánicas que tuvieron lugar entre 1730 y 1736. Hoy en día, la Isla sigue siendo sinónimo de magia, misterio y hechizo.

La Isla es el producto de la brutal batalla de elementos. El fuego, el mar, la luz y el viento son los padres de Lanzarote y de su particular geografía, que lleva siglos sorprendiendo al mundo. "Y la tierra se abrió de pronto", dejó escrito el párroco de Yaiza, Andrés Lorenzo Curbelo, cuando vio cómo una gran llamarada de fuego surgía de la tierra al sur de Lanzarote en 1730. Durante seis años el infierno se abalanzó sobre la superficie de la tierra.

Nadie pensaría en aquel entonces que ese mismo infierno daría lugar a un paraíso de belleza tan extrema y dura como subyugante cuando se viera con otros ojos. Lanzarote ejemplifica como pocas cosas y personas el mito del Ave Fénix.

Son hijos del volcán el Parque Nacional de Timanfaya y, por ejemplo, el Paisaje Protegido de La Geria, donde se cultivan bajo metros de ceniza volcánica las parras que dan lugar a un vino de malvasía nacido para acompañar al excelente pescado fresco que se captura en las costas insulares. En el caso de La Geria, a los espectaculares acontecimientos volcánicos se sumó con el tiempo el ojo y la pericia de los lugareños. He aquí uno de los secretos de la Isla: la simbiosis entre hombre y naturaleza, uno de los elementos que también forman parte de la obra que desarrollaría César Manrique a partir de los años sesenta.

El fuego fue la forja y el viento, el océano y la luz los pertinaces escultores y cinceladores. El embrujo insular propició que en 1993 se convirtiera en la primera isla canaria declarada Reserva de la Biosfera, título concedido por la Unesco en función, entre otros aspectos, de su singularidad y su empeño por mantener la sintonía entre los habitantes y el entorno en el ámbito de una economía ligada de manera intrínseca a la industria turística, lo cual no deja de originar lógicas tensiones. Pero, pese a todo, Lanzarote ha logrado mantenerse con un lugar singular y plagado de rincones espectaculares, sobrado de razones para enamorar a los visitantes, que nunca quedan decepcionados.

El impactante peso de los valores naturales de Lanzarote queda resumido, entre otros aspectos, por el hecho de que prácticamente la mitad de su territorio goza de algún tipo de protección como espacio natural dentro de la red canaria. Aquí se encuentran múltiples lugares para disfrutar tanto de la costa como del interior.

Lanzarote, aunque pueda parecer lo contrario, está trufada de increíbles rutas por la intimidad de los barrancos, llanuras y conos volcánicos, por done las sorpresas son constantes. Suele ocurrir que el rictus de sorpresa acompañe al turista durante todo el viaje.

GRAN CALIDAD

Con los años, Lanzarote ha sabido dotarse de una de las mejores ofertas alojativas y de ocio del Archipiélago, el complemento perfecto para unas vacaciones inolvidables. El visitante podrá optar entre una amplia gama de establecimientos para alojarse, desde hoteles de lujo hasta apartamentos o villas a pie de playa o incrustadas en núcleos rurales y del litoral.

También existe una variada oferta de parques temáticos para disfrutar en familia y, por supuesto, una mención aparte merece una gastronomía basada en los productos del mar pero donde también destacan los quesos de cabra o el citado vino de malvasía.

Venir a Lanzarote supone someterse al poder hipnótico de sus paisajes volcánicos, quedar oculto para sus velos de luz o quedar magnetizado por unos amaneceres y unos atardeceres inolvidables.

Los elementos siguen eligiendo Lanzarote para dar rienda suelta a su potente creatividad.

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