Cuando era pequeña Judith no entendía por qué su hermano pequeño la llamaba a gritos por su nombre en medio del colegio, algo que los hermanos de sus compañeros no hacían. Tampoco entendía por qué se comportaba y relacionaba de una manera distinta al resto. Su hermano Javi sufría una discapacidad intelectual y poco a poco fue entendiendo que ello le hacía distinto a los demás y, por lo tanto, más especial.

El papel de los hermanos de niños con discapacidad es un aspecto sobre el que no se suele incidir, pero es de gran importancia. Por ello Judith Sánchez participó ayer en una charla en la Facultad de Formación del Profesorado de la ULPGC con motivo del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, organizada por la asociación Apaelp. Junto a Idaira Guadalupe, hermana de un chico con autismo, ambas mostraron una cara menos conocida de estas patologías: los otros pequeños de la casa.

Idaira, de 31 años, recuerda que al principio fue muy duro para ella y para toda su familia. Hace 25 años, cuando nació su hermano Mario, el diagnóstico de autismo no estaba tan generalizado y tuvieron que pasar muchos años y recorrer muchos kilómetros hasta que un médico le nombró la dolencia.

"Mi madre luchó mucho. Cuando los médicos de aquí no le solucionaban nada, se llevó a Mario a Barcelona. A los siete años le dijeron lo que tenía", recuerda Idaira, que recomienda a los hermanos de niños con estas patologías que no asuman los roles de padres, sino que se comporten con naturalidad, que "intenten pasárselo bien con ellos".

En esta línea se muestra Judith, que siempre que puede incluye a su hermano en los planes que hace con su grupo de amigos. "Afortunadamente en mi generación nuestros padres nos han dejado más libertad con respecto a los hermanos. Hay padres que no les dejan salir por miedo, pero yo siempre me lo he llevado conmigo", añade. "A Javi, por ejemplo, le encanta ir al centro comercial Las Arenas, pero no le interesan las tiendas, lo que le fascina son las escaleras mecánicas", recuerda Judith, de 22 años, con una sonrisa.

El autismo es una patología que, según los últimos estudios, afecta a más personas de lo que se pensaba. No hay una prevalencia consensuada y dependiendo del organismo la cifra varía. La Federación de Autismo Española se hace eco de un estudio en Estados Unidos que habla de un promedio de uno de cada 110 niños.

Idaira y Judith reconocen que en algún momento de su vida han pasado vergüenza por algún comportamiento poco habitual de sus hermanos, como que se tiren al suelo sin más delante de todo el mundo, pero aseguran que es algo a lo que uno se va a acostumbrando. Lo que llevan peor es la reacción de las otras personas. "Lo pasas mal cuando ves que la gente se ríe de ellos", reconoce Judith.

Su principal consejo es que los hermanos se tomen la situación con normalidad, que lo integren en sus vidas con naturalidad y que intenten relacionarse con otras personas en su misma situación. Por ello recuerdan con tanto cariño un encuentro que hicieron hace poco en Tenerife de jóvenes con diferentes discapacidades y sus hermanos en el que todos se ayudaban unos a otros.

"El autismo es una centésima parte de lo que es mi hermano", señala Idaira con orgullo. "Depende de para qué lo valores. Si lo valoras por su aptitud para el deporte, él hace más ejercicio del que yo he hecho en mi vida. Si lo valoras por sus habilidades en informática, sabe mucho más que yo de Internet", sostiene.

Ante un salón de actos abarrotado por los alumnos de la ULPGC, las dos jóvenes fueron desgranando sus distintas experiencias, algunas felices y otras más agridulces. Con respecto a la comunicación Idaira se sincera: "Con mi hermano nunca he podido tener una conversación, nos comunicamos de una manera, digamos, física. No ha habido un solo día en el que hayamos hablado, pero aún así nos entendemos".