A los 20 años le decían que escribía como un señor de 80. Ahora, con 44, se lo han vuelto a afear, y él sonríe satisfecho: ve en ello la prueba de que es fiel a sí mismo. "Someter todo a crítica es la misión del escritor", afirma con nueva novela bajo el brazo, 'Morir bajo tu cielo'. Juan Manuel de Prada (Vizcaya, 1970), escritor, articulista y crítico literario, con un discurso por lo general conservador, considera que "integrarnos en Europa nos ha hecho renunciar a rasgos de nuestro carácter".

Confieso: me gusta cómo escribe novelas, pero no me gustan sus opiniones. ¿Debo ir a terapia?

No. Simplemente es un lector al que le gustan mis libros más allá de mi forma de pensar. Sucede con muchos escritores.

¡Qué alivio! ¿A usted también le pasa?

Claro. Pero cuando un escritor te gusta, inevitablemente sus opiniones te acaban interesando. Podría decirlo de Unamuno, un autor muy apasionado en sus opiniones que al principio causa rechazo. Un escritor ha de estar comprometido con su época y decir aquello que piensa, caiga bien o no.

Ya que lo saca usted: ¿Unamuno o Blasco Ibáñez?

Unamuno me gusta más, siendo Blasco Ibáñez un escritor que ha sufrido un olvido por su éxito y que además es muy poco conocido por sus opiniones políticas y sociales, incendiarias.

En su última novela trata la crisis del 98 y la pérdida de las colonias. Unamuno debería ser inevitable, pero los críti- cos hablan más de influencias sajonas...

Unamuno me interesa sobre todo como escritor a la contra, que sometía todo a la crítica, que es la misión verdadera del escritor. La novela no es influida por Unamuno y no sabría decir por quién.

Imbuidos de ese espíritu del 98, ¿podemos concluir que el español está condenado a soportar gobernantes nefastos?

Pues sí. Es una peculiaridad de los últimos siglos con escasísimas excepciones. España ha tenido muy mala suerte con sus gobernantes. Y las desgracias tienen mucho que ver con esa mala suerte, que no lleva visos de corregirse.

¿Y si la crisis del 98 se llevó por delante las últimas colonias, la actual puede acabar con la pérdida de Cataluña?

En términos legales no creo que se produzca, pero la ruptu- ra afectiva ya se ha producido. Se invoca mucho a la ley, pero los pueblos no se mantienen unidos por la fuerza de las leyes, sino por la fuerza del amor. Me parece evidente que, más allá de la malformación del nacionalismo, España tiene poco que ofrecer ahora a Cataluña.

¿Se pueden reconstruir esos lazos?

Lo veo muy complicado. Pese al esfuerzo con el escándalo Pujol para que el nacionalismo se desencante con sus líderes, los catalanes pueden responder que el PP tiene Gürtel y el PSOE los ERE. España está desfondada, moralmente hecha añicos.

¿No es cuestión de mejorar la financiación, de economía?

Un gobierno que antepone la economía es un gobierno fraca-sado, que es lo que le está pasando a este.

¿Se considera nacionalista español?

En modo alguno. Considero que España se formó de una manera especialísima, según la cual toda porción política que se in-corporaba lo hacía con el reconocimiento de sus especificidades. Me consideraría más foralista. Creo en la unidad de España, pero sustentada sobre el reconocimiento de su diversidad. Es el gran daño que ha hecho el liberalismo, primero con el centralismo y posteriormente con el autonomismo, que es como un centralismo repetido.

¿Quedan héroes que luchen por ideales en los que nadie cree? Me sorprenderá si me responde que Pablo Iglesias.

No, no. Pablo Iglesias tiene componentes muy interesantes, pero uno nada heroico, que es un deseo revanchista. El temperamento español ha sido quijotesco y siempre ha habido un tipo que se lanzaba a empresas quiméricas en las que con frecuencia conseguía el éxito. Hoy este temple heroico está en las últimas. Le ha hecho mucho daño la prosperidad de las últimas décadas.

¿Que la prosperidad hace daño?

Sin duda. Hace mucho daño a las almas, las abotarga, las anes-tesia. La prosperidad es lo peor que hay para los pueblos. Y a eso hay que sumar un componente letal como el europeísmo. Espa-ña es un país antieuropeo quizá desde la reforma protestante e integrarnos en Europa nos ha hecho renunciar a los rasgos de nuestro carácter. Hoy cuesta imaginar a unos soldados como los de mi novela que se pongan a defender un pedazo de tierra sin contar con su gobierno.

Oiga, ¿peca el papa Francisco de liberal y progre

De liberal, nada. Es un antiliberal estricto y eso me gusta mucho. Toda la reflexión sobre los peligros del capitalismo y una mayor preocupación social me parecen sanas. Progre tampoco creo que sea. Quienes viajamos a Argentina sabíamos que él se movía mucho en el peronismo de derechas. Si le pudiera reprochar algo es un afán de caer bien, que te puede llevar a decir cosas que a todo el mundo suenen bien.

¿Escribir hoy es como ser uno de los últimos de Filipinas?

Es un oficio que parece que da las últimas boqueadas, al menos como medio de vida. Vivir de la literatura fue un sueño y habrá que buscar otros medios que te permitan poder dedicarte a escribir. El escritor profesional es una especie en extinción. Es un momento de cambio de civilización, ya sabe.