¿Cuáles son los principales retos que se van a abordar en el Congreso Mundial de Nutrición?

Desde un punto de vista global el principal reto siempre va a ser la desnutrición y la mortalidad asociada a la desnutrición. En África, sobre todo en África subsahariana y en algunos países asiáticos, las cifras de mortalidad infantil antes de los cincos años son muy altas, en algunos casos llegan hasta el 20% y esto realmente es un problema importante. Imaginemos que aquí de cada diez hijos que tuviéramos sólo siete llegaran a los cinco años. Es un grave problema pero sabemos que tiene solución, todo es cuestión de implementar medidas sanitarias coordinadas con medidas de desarrollo de estos países.

¿Es un problema equiparable a las enfermedades infecciosas?

Las enfermedades infecciosas son muy graves pero no puede ser que hoy en día un niño se muera de una diarrea, y se muere de una diarrea porque está desnutrido. Hay una sinergía entre todas las causas de mortalidad principal y la desnutrición que están haciendo mella. Además es un problema de raíz porque no es que ahora empecemos a alimentarnos bien y las cosas se solucionen, el daño está hecho a nivel global y por tanto ahora es posible que observemos una epidemia de obesidad y diabetes en otros países donde ha habido desnutrición porque justamente se ha producido una transición muy rápida y esta desnutrición ha expresado una serie de genes que hacen que muchas enfermedades aumenten de una forma mucho más importante que si no hubiera existido desnutrición.

¿Qué novedades se presentan en este congreso para combatir la desnutrición en los países en vías de desarrollo?

Existen programas que pretenden paliar el problema a través de medidas de suplementación, de fortificación, de enriquecimiento, programas que enriquecen el yodo, con vitamina A, ácido fólico... Esto tiene un efecto concreto sobre inmunidad y determinadas funciones que hacen que la persona tenga una estado nutricional mejor, pero es depende siempre de un sustrato, sea un alimento, sea una pastilla y por tanto es algo que no es resolutivo, es decir, es una solución necesaria pero paliativa y temporal.

¿Cuál sería entonces la solución más factible?

Establecer una serie de recursos alimentarios propios que las personas sean capaces de elaborar, producir y comercializar, mecanismos para generar riquezas en torno a la alimentación y que no sólo sean las multinacionales, sino los propios países. Esto es muy difícil porque son países complicados, donde a veces existen guerras, golpes del estado del ejército, y en ocasiones roban a las personas que manejan estas plantaciones que abastecen a estos países y hacen que pierdan su actividad. Ante un tema tan complejo es importante que no sólo Naciones Unidas, sino los países más poderosos y el sector privado establezcan alianzas para forzar estos cambios, no permitir que un gobernante se aproveche de los recursos del país para un enriquecimiento personal, cuando su pueblo se está muriendo de hambre. Esto requiere una intervención muy rigurosa y hasta que no se haga será muy difícil solucionar el problema.

La otra cara del problema alimentario está en el denominado primer mundo.

Así es, en la otra parte del planeta estamos los supuestamente ricos que ingerimos demasiadas calorías, grasas, azúcares, demasiados alimentos muy procesados y cada vez menos platos tradicionales cocinados en casa con alimentos básicos de la canasta alimentaria. Hay que ver la nutrición en su perspectiva global, y más aún cuando en una situación de crisis económica en la que vivimos, hay muchas familias y hogares que no tienen los recursos necesarios para satisfacer una dieta sana y mínima, por tanto corremos el riesgo nuevamente de sufrir deficiencias nutricionales en este primer mundo. Es lo que llamamos el hambre oculta que emerge con la crisis.

¿Está a favor de revisar los contenidos de azúcares y grasas en la alimentación?

La OMS está considerando el bajar el porcentaje actual del 10% de azúcar a un 5%. Esto es un objetivo muy difícil de alcanzar, y además, no hay suficiente evidencia científica que lo justifique. Estamos ante un terreno en el que los expertos nos movemos con una evidencia un poco baja, y vamos a legislar con una evidencia un poco baja, y esto es peligroso, creo que no deberíamos hacerlo. Nadie sabe a ciencia cierta el impacto de estas medidas. Yo defiendo que hay restringir el consumo de azúcar y sobre todo identificar a las personas que consumen exceso de azúcar y disminuirlo de forma intensa, pero de ahí a establecer estas medidas, no lo veo necesario.

Muchos lo defienden como una solución a la obesidad.

Hace 30 años teníamos un promedio de siete caries por niño, y hoy en día nuestros niños apenas tiene caries. La realidad es que la caries ha disminuido a pesar de que el consumo de azúcar ha aumentado. Es posible que con la obesidad suceda lo mismo, que encontremos mecanismos que nos permitan controlarla sin necesidad de establecer medidas nutricionales muy severas. Si consiguiéramos que los obesos comieran bien e hicieran actividad física, aunque no perdieran peso, estaríamos reduciendo mucho su riesgo de enfermar.

La sostenibilidad de la dieta mediterránea es otro de los debates que acogerá el Congreso. ¿Cuál es su opinión al respecto?

La dieta mediterránea es un ejemplo de sostenibilidad, sobre todo en los países mediterráneos. La sostenibilidad no implica más que la producción de los alimentos de la dieta mediterránea en el contexto geográfico donde se consume, y eso tiene implicaciones positivas y negativas para el sector. Por ejemplo, en España consumimos el 46 % del aceite de oliva que se produce en todo el mundo. Esto quiere decir que hay mucha aceite de oliva que no se consume en España sino que se da a otros países, y para esos otros países, como Suecia o México, el aceite de oliva es un elemento muy caro, de sostenibilidad bajo, y por tanto es un elemento que da un perfil a la dieta mediterránea que no es el que queremos, que es el de una dieta cara. Yo no entiendo, por ejemplo que en Canarias podamos producir nueces extraordinarias, como las de San Mateo, que no tienen comparación con ninguna nuez de Chile ni de California. Sin embargo aquí vas a comprar en un sitio de frutos secos y lo que venden son nueces chilenas o californianas. Igual que defendemos los plátanos de Canarias, deberíamos defender nuestras nueces, eso es sostenibilidad. Nosotros no lo hacemos por un tema comercial sino desde un punto de vista de sostenibilidad con el medio ambiente, porque todo lo que sea transportar alimentos de aquí para allá tiene una huella ecológica.

¿Es partidario de la colaboración entre la salud pública y la industria alimentaria?

Existe por parte de algunas personas que trabajan en Salud Pública mucho recelo en colaborar con la industria alimentaria. Yo pienso que se tiene que establecer siempre una buena colaboración, y creo que es necesaria la participación del sector privado que, si bien puede ser la parte del problema, no lo niego, también son la parte de la solución y tienen el poder para hacerlo. Lo que pretendemos nosotros es crear en Las Palmas una asociación que ya está embrionaria, que se llama Asociación Internacional de Nutrición Comunitaria para vehiculizar o intentar dar estructura a estos puentes de colaboración entre el sector público y privado, con transparencia, y mejorando el escenario presupuestario de estos proyectos. Va a estar formada sobre todo por expertos, pero no sólo de la Universidad, sino que trabaje por ejemplo en la Nestlé, o en JSP y que realmente desde allí se pueda crear un tejido de personas que puedan modificar más todo este sector, cuanto más gente se implique mejor.