Participa usted como ponente en el II Memorial Pepe Alonso con la conferencia La verdad es cuestión de justicia.

Vivimos en un momento donde por una parte, se postulan planteamientos relativistas desde una ética de la indiferencia y que afecta a la cuestión de la verdad misma; y por otra, nos encontramos con pretensiones absolutistas de diferentes tipos de fundamentalismos, religiosos, en sus vertientes políticas, y que en este caso muchas veces se esgrimen con pretensiones de verdad absoluta que llevan a enfoques totalitarios y nuevas formas de barbarie.

¿Habla entonces de un quiebro al sistema democrático?

Claro, entre esos dos extremos, de un relativismo, esa diferencia, y los fundamentalismos que como bien dices acaban liquidando la democracia, hay que abrir pasos a un nuevo planteamiento de la verdad porque nos jugamos mucho en ello. Y en este caso, vemos que la verdad no solo hay que hacerla valer frente a los errores que se subsanan sino frente a la mentira, y también frente a esa mentira que a veces se presenta digamos socialmente a través de ideologías, de juegos de encubrimientos, de medias verdades, y ello es así de manera muy abundante y desgraciadamente en un contexto de capitalismo cínico como en el que nos movemos.

En su opinión, ¿cuales serían los mecanismos de protección para blindarse ante esas prácticas nocivas?

Primero, lo que hay que hacer es convencerse entre todos de que hay que saber dar, no es sólo un valor para el conocimiento teórico, sino que la verdad también tiene una dimensión práctica y relativa a nuestros comportamientos, a la praxis colectiva, y que en este caso la verdad está tan conectada a la justicia que asumo en este caso lo que algún filósofo formuló, como Levinas, diciendo que sin justicia no hay verdad. Es decir, que sin justicia la verdad de los hechos resulta distorsionada como estamos hartos de ver en muchísimos casos. Incluso en la misma elaboración del conocimiento científico, la verdad requiere de la justicia debida a los otros como interlocutores, los acuerdos que se buscan, las argumentaciones, en el juego limpio hasta para hacer teorías. Hubo momentos en la historia en los que hasta la ciencia se manipuló tremendamente en sus construcciones teóricas para hacerlas coincidir con supuestos dogmas intocables, y entonces y a través de todo ello el hacer valer la justicia como referencia para la verdad misma que pretendemos en nuestra convivencia, en nuestras relaciones, en la vida social y política, pues podemos sin duda mejorar la calidad de nuestra democracia y bueno, lo que nos debemos a nosotros mismos conforme a nuestra dignidad. Por eso insisto en ese componente, el vínculo entre verdad y justicia. Ahí hay una cosa fundamental que hay que subrayar, que es la necesidad en este terreno de avanzar en un aprendizaje del reconocimiento del otro, que interpela, que cuestiona, que tiene derecho también a decir su palabra, a ser escuchado, y desde esa práctica donde la justicia está ya en marcha en su mismo núcleo comunicativo, es donde puede abrirse paso esa dimensión de verdad que a todos nos compete.

La necesidad de amortiguar las prácticas egoístas que se reproducen en todos los frentes de la vida, la social y la política.

Si, desde el punto de vista moral el poder es así, ese egoísmo que muchas veces se manifiesta a través no sólo de la mentira puntual sino del cinismo que impera en demasía en nuestra sociedad.

¿Nos hemos acostumbrado al fraude, a la corrupción, a la manipulación cotidiana?

Una posición cínica supone dar por hecho las situaciones existentes y dar por válidas todas las formas de encubrimiento, de falsas justificaciones, todo ese juego ideológico de engaño socialmente organizado. Y entonces eso es lo que hay que desmontar, no hay que escamotear la verdad de los hechos. La verdad no es solo un asunto relativo a las teorías científicas, al discurso académico, digamos a todo lo que compete al conocimiento teórico, sino para ese mismo conocimiento teórico, para esos mismos discursos, la verdad tiene que ir precedida por un comportamiento que tenga su estrella polar, diríamos, en esa búsqueda de justicia que pasa por el reconocimiento del otro o de los otros.

Este discurso tiene una rabiosa actualidad donde quiera que se aplique.

Creo que sí. Y en este caso tratándose de un ciclo y el recuerdo de una figura como Pepe Alonso con el peso y la incidencia que tuvo en Las Palmas y en Canarias en general, y más allá de las Islas, y un tema como este en un contexto académico vinculando esos dos valores de verdad y justicia que a veces se plantean como divorciados, puede ser una aportación pertinente, porque además puede resituar algunas cuestiones. No tenemos verdades absolutas, nadie puede sentirse en posesión de ella, y eso no quiere decir que no tengamos acceso a la verdad que podemos ir construyendo entre todos.

¿Usted participó del proceso de primarias como candidato a la secretaría general del PSOE que finalmente se dirimió en favor de Pedro Sánchez. ¿Cómo se ha cimentado la nueva estructura del partido y que valoración hace de las últimas encuestas del CIS que apuntan a un aumento en la intención del voto socialista y el despegue de iniciativas como Podemos?

Estamos en un momento especialmente crítico de nuestra sociedad, hay problemas que han llegado a un límite para los que hay que adoptar soluciones diríamos muy contundentes, como es todo lo relativo a la corrupción y a las necesidades de reencauzar nuestra vida democrática, dignificar las instituciones. Y por otra parte, no hay que olvidar el contexto económico y social durísimo con los niveles de paro que tenemos, ante lo que se evidencia el camino errado de las políticas que se han seguido. La sociedad española va de sospecha en sospecha y con una política que no da respuestas. Todo ello hace que surjan nuevas alternativas, movimientos sociales como Podemos. Hay que valorar esto, sin frivolizar, sino atender a lo que pasa y ser respetuoso con las alternativas que se puedan presentar, Y que cada cual se aplique a fondo en su propia renovación.

¿Es factible ligar una gran coalición de izquierdas que apadrine el cambio político?

Hay que ir pensando esas posibilidades en un futuro que no va a estar muy lejos. Cada partido antes de salir al escenario electoral va con la intención de conseguir el mayor apoyo de votantes, pero es una realidad que el bipartidismo es ya historia pasada y que en la izquierda tenemos que acostumbrarnos a conjugar la pluralidad y buscar acuerdos que vayan en esa línea de transformación social y económica y de regeneración política que nos debemos a nosotros mismos como sociedad. No hay que cerrar puertas, sino escuchar. Hay que presentar alternativas a los ciudadanos, y se articula un nuevo discurso a lo que está pasando.