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Teatro Crítica

Molière impertinente

Molière impertinente

Siempre es un placer ver una representación de El enfermo imaginario de Molière. Pero cuando sabemos de antemano que se va a tratar de una versión muy alocada de la obra teatral, con abundantes canarismos y referencias a la actualidad, entonces el placer se mezcla con la curiosidad y la expectación.

Sería muy complicado resumir todos los elementos que trasladan la acción del siglo XVII a la actualidad, pero valgo como botón de muestra que la representación finaliza con uno de los actores vestido como una gótica y otro caracterizado como un punki, con cresta incluida y vistiendo una camisa con el símbolo de la anarquía, todo un epítome de la locura en la cual se transforma la obra del dramaturgo francés.

La puesta en escena adolece de una excesiva tendencia al histrionismo y al humor bufonesco, que se manifiestan especialmente en la segunda mitad, en la cual el ritmo se acelera hasta alcanzar proporciones circenses. No es algo extraño en esta última comedia de Molière fuertemente influenciada por la comedia del arte. A pesar de ello es evidente que la actuación tiene un antes y un después divididos por la magnífica canción Ausencia de la cantante caboverdiana Cesária Évora, en la cual una personificación de la muerte con un manto negro y portando guadaña persigue al protagonista. En ese momento la obra alcanza un lirismo y una magia que echamos de menos cuando la acción vuelve a su cauce normal.

Como el propio Argón exclama en una locución que muestra el carácter metateatral de la obra: "¡Valiente impertinente es el tal Molière con sus comedias!", en este caso concreto con mucha más razón.

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