La Provincia - Diario de Las Palmas

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"En 'Nadie quiere la noche' hay sentimientos potentes que te transforman"

Coixet: "En el camino de piedras de ser director de cine yo sólo pido las mismas piedras que los hombres"

Actriz y directora durante el rodaje del filme. LEANDRO BETANCOR

Inaugurar el festival de cine de Berlín es un gran hito. Además, se cumplen veinte años desde el estreno de su primera película, 'Cosas que nunca te dije', en este mismo festival. ¿Qué siente?

Isabel Coixet (IC): Es como lo de hacerse mayor. Podría decir que no es importante, pero lo es, aunque yo creo que he venido tantas veces que han dicho: "venga, este año que inaugure". Cuando me lo dijeron me quedé un poco alucinada, ni se me había ocurrido la posibilidad. Para la película, pase lo que pase, es importante, porque lo que queremos es que se venda en todos los mercados. Y sí, ahora se coloca en un escaparate mucho más grande. Respecto a Cosas que nunca te dije, recientemente he vuelto al mismo pueblo de Portland donde la rodé. Fue muy extraño. Todo estaba prácticamente igual. Más que la magdalena de Proust, podría hablarse del donuts de Proust, porque allí eso es casi lo único que hay. También se acaba de morir Juan Potau, la persona que creyó en mí cuando ni yo mismo lo hacía. Lo conocí con dieciocho años, me llevó a mi primer rodaje, me acompañó a aquel viaje a Berlín con Cosas que nunca te dije. Todas estas cosas te hacen pensar en la mortalidad, el tiempo que pasa, los sitios que cambian. Bueno, menos aquel pueblo de Portland donde rodamos Cosas que nunca te dije, ese está igual.

¿Qué cuenta '

IC: El gran viaje hacia el Polo Norte de una mujer en busca de su marido, el explorador Robert Peary. Pero no olvidemos que Josephine Peary parte con experiencia, pues pasó mucho tiempo en un lugar muy inhóspito antes de salir. Al viaje va ignorando las señales de peligro que se le ponen delante. La película cuenta eso y las transformaciones que se operan en ese personaje.

¿Por qué lo hace Josephine ese viaje?

IC: ¿Va por soberbia o por amor? Me quedo con la duda. Ir donde nadie ha llegado es muy bonito, pero también hay una vanidad tremenda. Quizás le tira más salir en la foto. En el caso de su marido, está claro que va por ambición, por la gloria de ser el primero. Josephine es un personaje antipático que se nos revela de otra forma cuando comienza a ver a la inuit Alaka (Rinko Kikuchi) con respeto.

Juliette Binoche (JB): Me gustan los desafíos, pero no las cosas imposibles o incontrolables. Aquí el reto era grande, porque la historia es muy extrema, pero pensé que era tan fascinante tener la oportunidad de ver a estas dos personas en medio de la nada, confrontándose la una con la otra, transformándose dentro de la más elemental necesidad, que había que hacerla. Que Josephine, mi personaje, tenga que sobrevivir en una situación límite al lado de la que de pronto descubre como amante de tu marido ¡y encima embarazada! no es cualquier tipo de reto. Sin embargo, creo que es algo parecido a lo que todos tenemos que pasar en nuestra vida, transformarnos superando los prejuicios y sentimientos como los celos y la vanidad. Cuando veo una película quiero que sea un viaje en el que aprenda algo. Y aquí se salen a la luz sentimientos y emociones muy potentes que te transforman.

En la película hay conflicto hombre-naturaleza, hombre occidental-mundo indígena, incluso pareció que había un choque entre una manera de rodar clásica y otra contemporánea.

IC: Siempre concebí la película como un embudo. Empezamos por una cosa clásica, con planos de helicópteros, que a mí siempre me han parecido un poco artificiales, a la manera National Geographic, y terminamos en la intimidad de dos mujeres. Empezamos con una película épica y terminamos con Persona (1966) de Ingmar Bergman.

Explorar en cómo se crea una intimidad es también punto de unión en sus películas

IC: Me apunto a cineasta de la intimidad. Es una obsesión. Me refiero a los detalles nimios de lo que sucede entre dos personas y cuando una persona está sola. Explorar eso siempre me ha fascinado. Porque uno puede extrapolar eso a cómo la intimidad deviene en otra cosa, marca tus pautas de conducta, como les influye a los demás, quiénes somos cuando estamos solos.

¿Cuánto hay de su propia persona, de su intimidad, en los papeles que ha interpretado en su carrera como actriz?

JB: En alguna forma he compartido mi vida personal con los personajes que he interpretado. Como actriz tengo que transformarme, estar cambiando continuamente, de otra forma estaría acabada. Estoy obligada a conocer otros mundos y realidades, y dejar que me atraviesen. Mientras más sepa un actor de la vida, mejor sabrá hacer su trabajo. La transformación que se opera durante la actuación no es del intelecto, es de tu propio cuerpo, interpretas desde las sensaciones, lo emocional, no desde lo cerebral. En ese medida, tienes que estar afectada por aquello que cuenta la película, si no, no podrías hacerlo bien.

Isabel, ¿hasta qué punto conceptos como la ambición, que mencionó antes, forma parte del mundo de los hombres, y la solidaridad, la complicidad, del mundo de las mujeres?

IC: Hay gente abominable y excelente en cualquier género. Lo que me interesó cuando leí el guión de Miguel Barros fue que no era una odisea de hombres, sino que justamente lo contaba de otros lados. Por una parte, desde el de una mujer que lo apoyaba a muerte, que sacrificó su fortuna y una vida cómoda y, por otra, desde la perspectiva de una inuit, que sí, en general fueron utilizados, diezmados y robados por los exploradores y los explotadores que llegaron a continuación.

JB: Esa es una de las razones por las que dije sí a la película, estoy totalmente involucrada con eso. El mundo occidental ha conquistado el mundo durante siglos y vamos hacia ningún sitio, o hacia una catástrofe.

IC: Lo primero que supe de Robert Peary fue que les robó a los inuits un meteorito que llevaba trecientos años ahí, con el que ellos hacían sus armas, y a cambio les dio cuatro fusiles oxidados.

JB: Creo que es hora de dejar de lado cosas que se daban por sentadas, me refiero también como sociedad. Nos lo está diciendo el propio planeta, la madre naturaleza, a la que hemos explotado de forma más salvaje de los que llamábamos salvajes. Estas fuerzas tienen que cambiar. En alguna medida, eso debe pasar tratando mejor a la parte femenina que todos, hombres y mujeres, llevamos dentro.

¿Cómo define esa parte femenina?

JB: Todos tenemos dos polos, uno masculino y otro femenino. Es lo que le pasa a Josephine, mi personaje. Empieza dando más protagonismo a su lado masculino, hacer esto y lo otro, ir a buscar a su marido para volver con él a casa, y acaba cediendo ante su yo femenino tras el impensable encuentro con Alaka. De serlo todo, ruda, decidida, se queda en nada?. y espacialmente en la misma nada. Algo nuevo tiene que salir de dentro de ella. Esa es la historia que me conté a mí misma cuando me planteé mi personaje.

IC: Hay que decir que las mujeres no tuvieron una participación activa en todo esto, pero, cuidado, quien financiaba a Robert Peary era Josephine y quien le calentaba la cama era Alaka o las otras diecisiete inuits que en realidad tuvo como amantes. La habilidad de Miguel Barros ha sido inventar esta aventura a través de un guión fascinante. Si Miguel hubiera nacido en Ohio o Pasadena, estaría haciendo grandísimas películas.

¿Qué hay de real en la historia que cuenta la película?

IC: Alaka existió y tuvo hijos con Robert Peary. Y Josephine y Alaka se encontraron, pero no de la forma en que cuenta la película.

Tratándose de una historia de mujeres escrita por un hombre, ¿tuvo que hacer cambios en el guión para adaptarlo a formas más femeninas?

IC: Evidentemente se cambiaron cosas y algunas que no me va a perdonar.

¿Por ejemplo?

IC: La voz que se oye en determinados momentos era en el texto original la de Josephine. A mí me parecía excesivo, siendo ella además la protagonista. Por un lado reduje su extensión; por otro, la cambié por una voz masculina. Pero es el resultado normal de pulir el material con el que te manejas.

En la historia hay mucho drama. ¿Se ató en corto para no caer en excesos melodramáticos?

IC: Soy muy pro melodrama, pero sí, me até mucho en corto. Sobre todo en la parte final de la película. Intenté ir a la esencia, porque el riesgo que se corría de desvirtuar lo anterior era grande. Había cosas que estaban en la historia y que ocurrieron en realidad, pero que para el espectador de hoy podrían ser muy difíciles de entender.

¿Cuánto le molesta que se hable del cine que hacen directoras como un cine "de mujeres"?

IC: ¡Es que son muchos años hablando de esto! Lo que me fastidia es que se nos reduzca al gueto. Ser director de cine es muy difícil, sea la película que sea, grande o pequeña, es una tarea que requiere mucha gente y recursos. En este camino de piedras de ser director lo único que pido son las mismas piedras que los hombres. Hoy mismo el New York Times titula destacando que tres mujeres participan en la sección oficial de este festival. Llevan varios artículos sobre este asunto y me han parecido, de verdad, patéticos. También he de decir que el porcentaje de mujeres directoras de cine disminuye.

Pero no deja de ser asombroso que hasta este año ninguna mujer jamás haya competido por el Oso de Oro en sesenta y cinco años de festival.

JB: A mí me gusta trabajar con artistas, sea hombre o mujer. Lo único que pido es que sea alguien que tenga una visión y que la experiencia que te proponga sea divertida y recordable. No hay diferencias entre hombres y mujeres a la hora de que te dirijan. Es muy fácil caer en generalizaciones y son particularmente peligrosas. Con Isabel es distinto, porque ella misma lleva la cámara, está absolutamente inmersa en la película que está fabricando. Ella tampoco es una directora que intente controlar todo, deja que las cosas pasen. Por supuesto, eso no tiene nada que ver con que sea un hombre o una mujer.

¿Desde cuándo se conocen?

JB: No recuerdo bien cuando conocí a Isabel. Pero hace unos quince años tuvimos la posibilidad de trabajar juntas. El proyecto no salió. Mi vida sin mí (2003) fue una película suya que amé. Cuando una película te afecta de esa manera, quieres trabajar con la directora que lo ha hecho posible. Mapa de los sonidos de Tokio (2009) y Ayer no termina nunca (2014) son dos películas de las que también guardo muy buen recuerdo.

¿Por qué Juliette Binoche?

IC: Leyendo el guión pensé que para el papel de Josephine tenía que ser a una bestia como ella. Juliette es una persona que, si le entusiasma algo, va hasta el fondo, no le preocupa salirse de su zona de confort, pasar frío, calamidades? De hecho rodamos en Bulgaria en estudio, con mucho calor, y ella pidió un camión frigorífico para meterse en cuando en cuando. Me hace mucha gracia, porque se dice que donde filmamos en Noruega se rodó El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980). Es verdad, ¡pero ellos rodaron delante del hotel! Nosotros íbamos una hora en tren al norte. Las cámaras se nos congelaron varias veces, tuvimos que meterlas en una furgoneta y ponernos encima para calentarlas.

¿Por qué Isabel Coixet y 'Nadie quiere la noche'?

JB:: Sabía que Isabel tenía un interés muy grande por hacer la película conmigo y eso fue importante a la hora de tomar la decisión. Cuando leí el guión, había algo que me tocaba muy profundo en la historia de estas dos mujeres que vienen de mundos tan distintos. El filme, en mi opinión, refleja algo parecido a lo que ocurre en el mundo hoy, donde hay elementos extremos que se enfrentan a menudo a gritos y que deben ponerse en confrontación si se quieren encontrar soluciones.

Pero se tomó muchos meses para responder a la propuesta de Coixet.

JB: Muchas veces ando ocupada en otras cosas y, cuando me llega un guión, no lo leo hasta pasado unos meses. A veces también ocurre que no sé por qué he dicho que sí a películas. Muchas veces son decisiones que se toman de manera muy rápida, como una sed que te entra. A veces leo un guión y me atrapa, me digo que es algo que tengo que saber, que conocer. Eso pasó con esta película. La intuición normalmente funciona. Si un segundo pensamiento te dice que no deberías, muchas veces es un intento de tu intelecto por controlarte, no le deberías hacer caso.

¿Coincidió en París con el ataque yihadista a la revista Charlie Hebdo?

JB: Estaba en Polonia cuando los atentados. Fue muy dramático. Hace años estuve en Sudáfrica rodando con John Boorman In My Country (2004), allí conocí una costumbre de los nativos sudafricanos: cuando algo grave ocurre en la comunidad no ajustician ni expulsan al que lo había propiciado, sino que todos asumen la responsabilidad. Entienden que, de alguna forma, es necesario que entiendas por qué eso ha sucedido. No estuve en las manifestaciones, pero supe que hubo mucho protagonismo del silencio después de ese horror y eso me gustó, no había otra forma mejor de responder. Estamos aquí por poco tiempo y estamos para aprender y quizás transformar las cosas, si queremos. Pero todo debe partir de cambiarnos a nosotros por dentro. El verdadero cambio, la verdadera revolución, debe venir primero desde uno mismo.

Volviendo a "Nadie quiere la noche", la película es también un viaje de la luz a la oscuridad.

IC: Así es. Y es la primera vez que he ido con el filme dibujado, rodando muy a tiro hecho. Íbamos con los días contados en Noruega, Bulgaria y Canarias, también por las fechas de los actores. Había que ser metódica, nevase, se hiciera de noche o lo que ocurriera. El pobre Gabriel Byrne rodó una secuencia con cuarenta grados de fiebre, los labios azules que se le ven no son de maquillaje, los tenía así ese día.

¿Las dificultades durante el rodaje son un estímulo para usted como directora?

IC: No gusta sufrir especialmente. En este caso, sobre todo para Juliette Binoche, el hecho de estar en Noruega era muy importante para que pudiera hacerse a la idea de cómo podía ser en realidad un viaje como ese. El abrigo de astracán que llevaba es igual que el que llevaba Josephine, pesaba catorce kilos, además llevaba las botas, con todo eso tenía que caminar por la nieve. Tenía que ir en el trineo y llevar ese velo que se llevaba entonces sobre la cara. Dicho esto, a mí lo que me preocupa como directora es: "vale, estamos sufriendo y hace mucho frío, pero esto ¿se va a ver en la cámara?"

JB: Para interpretar a Josephine hizo mucha falta echar mano de la imaginación. Estábamos en un estudio, hacía mucho calor por los focos. Debías pensar que estás a menos treinta grados, cuando en realidad estabas a más treinta. Lo increíble es que la imaginación te lo permite.

El personaje de Josephine Peary reinventa durante la película su concepto de lo que es el amor.

IC: Del amor y del mundo. La vida te va golpeando y hace cambiar las cosas que se tenían preestablecidos. Pero también cambia su idea del sacrificio. Tengo una gran debilidad por la gente que se sacrifica, que hace cosas por los demás por que sí, de forma altruista. Por eso siempre digo que el ateísmo es la cosa que más le puede dar un sentido a la vida. Porque, siendo ateo, cualquier gesto viene sin recompensa, ahí está la verdadera generosidad. Estoy en un momento de justificación y construcción de lo secular, de eso trata justamente el libro que estoy leyendo. Intento leer cosas que no tengan que ver ni con el cine ni con el Polo Norte.

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