El escritor, grabador y escultor Luis Arencibia Betancort (Telde, 1946) presentó ayer en el Club LA PROVINCIA la nueva edición de su libro El discurso del cuerdo y otros escritos del manicomio (Mercurio Editorial), donde revisita el territorio desconocido de la locura, que ya frecuentaba en aventuras literarias anteriores. "Luis Arencibia es un hombre y autor que no se doblega ante el discurso del cuerdo, sino que tiene el valor de interrogar a la locura", señaló ayer el psiquiatra Rafael Inglott, que también presidió el encuentro.

En esta cuarta versión de la obra, Arencibia incorpora 15 relatos inéditos e ilustraciones nuevas, cuyo resultado es una nueva compilación artístico-literaria de 43 episodios, que arranca con los Escritos del manicomio de Leganés y culmina con un homenaje a la figura del poeta Leopoldo María Panero, fallecido el pasado siete de marzo de 2014 en la capital grancanaria y con quien Arencibia se entrevistó en múltiples ocasiones desde 1981. "La mayoría de cosas que describo en este libro no me las invento, sino que parten de hechos totalmente reales que circulan por la calle y con los que yo me he encontrado a lo largo de mi vida", explicó ayer el autor, que plasma estas experiencias en un conjunto de textos donde desdibuja las fronteras entre la imaginación y el testimonio, lo real y lo absurdo, la cordura y el delirio; para luego enfrentarlos y llevarlos a su terreno a través de la palabra y el dibujo.

"Todos los cuentos de Luis Arencibia se corresponden con una dualidad", señaló ayer el cronista José A. Luján, prologuista de la obra junto al escritor y académico Luis Alberto de Cuenca. "Los relatos comienzan con una descripción realista y, tras un momento de inflexión, Luis se disloca, distorsiona la realidad y se interna en otra distinta que nos distancia de lo común", añade Luján.

Para embarcar al lector en este viaje a la oscuridad, Arencibia filtra su prosa casi lírica a través de un humor descarnado y lisérgico que, según relata De Cuenca en el prólogo, dibuja una sonrisa que se torna poco a poco en mueca terrorífica, una vez cala el mensaje del autor. De esta manera, el ejercicio literario de Arencibia pone de relieve las costuras que amarran la realidad que conocemos y las descose a través de las distintas situaciones cotidianas que plantea y subvierte con la palabra. En este sentido, la obra de Arencibia "tambalea el principio de realidad que nos sostiene", según indicó Inglott, en relación a la teoría freudiana que cuestiona la consistencia de la realidad que nos rodea. "El principio de realidad es falible y endeble y, al tambalearse, sobreviene una sensación de vacío en que parece que nada se sostiene", explicó el psiquiatra, "lo que le sucede es una sensación de horror y es de ahí de donde el psicótico extrae el material del que se nutren sus delirios".

Por su parte, Arencibia se asoma a ese abismo desde distintos ángulos para dar forma a sus relatos y explorar esta dimensión tan distante de lo real y, sin embargo, común y verdadera. "De ahí su interés por entrevistarse con locos del manicomio, retratarlos e interpelar a su locura", explica, "ese horror subsiguiente al vacío es de donde el autor obtiene de una manera casi constante los materiales para construir sus historias". Entre los distintos relatos, Inglott destaca el que da nombre al libro, El discurso del cuerdo, donde "asistimos a una cascada delirante que muchos psiquiatras hemos escuchado en voz de distintos psicóticos". "Al final, aflora el contrapunto en el discurso del cuerdo, que es el del lerdo", explica, "los relatos muestran una manera de bajarnos los humos a los humanos, poniendo en solfa la banalidad de la cordura imperante que se nos pone como tabla de salvación para salir adelante".

Una vez, Panero le confesó a Arencibia: "Esto no es vivir, estoy en el infierno". En otra ocasión, escuchó decir al poeta que "ninguna paranoia es irreal". Con este nuevo libro, el autor arroja una luz poética sobre una realidad que, pese a la ceguera general y voluntaria, transita todos los días por las calles.