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Entrevista. Teólogo, jesuíta y doctor en Historia

José Antonio Morilla: "Francisco intenta abrir las ventanas de la Iglesia para que entre oxígeno"

"Codina puso al frente del Seminario a los jesuitas porque estaba en estado lamentable y el pueblo desasistido", asevera el jesuita e ingeniero técnico industrial

El padre José Antonio Morilla. JOSÉ CARLOS GUERRA

Hoy presentan el libro 'El Seminario Diocesano de Canarias y los jesuitas (1852-1868). ¿Cuáles son las claves de esta obra?

Este libro es una obra póstuma del padre Agustín Castro Merello, que falleció hace doce años, pero habría escrito cuatro tomos de esta etapa del Seminario Diocesano de los Jesuitas. Aunque la fecha que pone es de 1852 a 1868, viendo todo el contexto del libro se puede decir que cogería prácticamente un siglo. El padre Castro, antes de fallecer le había enseñado sus cuatro manuscritos al historiador de la Diócesis Julio Sánchez, y él ha sido el que ha rescatado los tomos.

¿Cómo define la figura del Padre Castro Merello?

El padre Castro no solamente es importante aquí en Las Palmas, ha estado destinado aquí medio siglo, donde desarrolló una gran labor como profesor de literatura y de religión en el colegio. Escribió mucho en prensa, y también libros, uno de los cuales lo dedicó a su primo, el poeta Rafael Alberti. Por su aula han pasado muchas personas de la Isla de todo tipo de colores políticos, desde González Viéitez, Jerónimo Saavedra, José Manuel Soria...

¿Por qué se le encarga a los jesuitas en el siglo XIX la dirección del Seminario?

El Seminario Conciliar nacía de un decreto del Concilio de Trento. En Canarias se puso en marcha en 1877 por el obispo Cervera. Pero es Buenaventura Codina el que va a entregar a los jesuitas la dirección del mismo y la formación espiritual. La Compañía había sido disuelta en 1834 y con el concordato de 1851 se puede decir que se reincorporan otra vez a la vida religiosa y diocesana. En el concordato se dice que los jesuitas podían tener dos tipos de actividades, o estar al servicio de los obispos, o este de la formación y de la dirección de los seminarios. Así los jesuitas vuelven a Las Palmas después de 85 años disueltos. Según los cronistas, el obispo Codina quiere enderezar el centro conciliar, que estaba acusado de jansenismo, una doctrina muy rigurosa, basada en el temor, el rigor, normas morales muy estrechas, eran rígidos, oscurantistas, e incluso una cosa que tenían es que no eran muy favorables a la cercanía de las personas a los sacramentos.

¿Cuál era la situación del seminario diocesano?

El Obispo Codina dice que el seminario estaba en estado lamentable, apenas habían cuatro seminaristas, libros de poca ciencia, poca literatura. También recoge el padre Castro en el libro que el cabildo catedral estaba a punto de extinguirse, con canónicos muy mayores. Luego, retrata al clero, como casi en la miseria, postergado y en la mayor ignorancia, con incentivos económicos muy bajos que llegaban con retrasos. Y respecto al pueblo, dice que estaba desasistido espiritualmente y además hambriento, era reliquia de las calamidades públicas sufridas (guerras, revoluciones, situación social de Las Palmas...). A Codina le preocupaba mucho eso y no sólo encarga a los jesuitas la parte del seminarios, sino también la realización de misiones populares, que es acercar la religión al pueblo.

¿Qué papel ejercieron los jesuitas en Las Palmas?

Los jesuitas siempre han tenido una preocupación importante por el aspecto educativo, pero también por el aspecto religioso, del culto en la Iglesia, los sacramentos, la catequesis. Colaboraban en numerosas parroquias. Una plataforma ha sido el templo, la casa aneja que es el Centro Loyola, centros de fe y cultura. Gracias a ese centro Loyola, al templo y el colegio, ha habido una labor pastoral. Luego se ha completado en el 65 con Radio Ecca y la casa de ejercicio de Los Lagares, de convivencia para grupos y distintas actividades. Toda una oferta dirigida a profundizar en la espiritualidad de las personas.

¿Qué tiene de especial la Compañía de Jesús?

Yo creo que como decía San Ignacio, no tenemos obras canónicas, hábito, y hay una variedad de ministerios siempre al servicio de la Diócesis en aquellos casos que los obispos se fíen de nosotros porque a veces existían un recelo que éramos muy progresistas, muy avanzados. Ha habido épocas en las que el Papa y los obispos se han apoyado mucho en nosotros y otra época en la éramos proscritos.

De hecho la elección de Francisco fue una sorpresa, nadie apostaba por un Papa jesuita.

Es verdad, nadie apostaba, porque nosotros tenemos un voto especial de renuncia a dignidades eclesiástica, para nombrar un obispo o arzobispo jesuitas, previamente hay que comunicárselo a nuestro general. San Ignacio creía que tener cargo de dignidad eclesiástica, era un obstáculo para la misión y para la movilidad. Por eso fue más sorpresa.

¿Cómo valora la labor que está desarrollando el Papa?

Yo creo que este hombre, inesperado, ha supuesto un paso importantísimo en un momento de la iglesia en el que había habido dos papas, como Juan Pablo II muy mediático en la comunicación pero muy cerrado en el aspecto doctrinal, y Benedicto XVI un gran teólogo pero pastor más lejano. Por tanto, parece que apostaban en el Vaticano, por un papa religioso, que aportara un carisma de renovación a una Iglesia que se había quedado anquilosada. Y eso es lo que está intentando hacer Francisco si lo dejan, él quiere abrir las ventanas de la Iglesia para que entre oxígeno y aire nuevo.

¿Se va a encontrar con muchas piedras en el camino?

Todavía hay sacerdotes que tienen en sus despachos el cuadro de Benedicto, ni siquiera han puesto el de Francisco, hay gente muy reacia. Algunas universidades más cerradas no lo aceptan, pero gracias a Dios son grupos muy concretos y no muy numerosos.

¿Qué le ha aportado a la Orden su nombramiento?

Ha sido bueno para que nos dejen un poco tranquilos los obispos y sobre todo la gente que está con una lupa sobre nosotros, porque a los jesuitas muchas veces les han sacado tarjeta roja, nos han tenido un poco machacados. Siempre han estado un poco encima de nosotros, con sospechas de que somos muy avanzados, muy abiertos. Nosotros intentamos que la Iglesia de Jesucristo no sea una Iglesia cerrada con compartimentos estancos.

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