Canarias ha perdido a otro grande de sus letras. El erudito Carlos Pinto Grote perdió la vida ayer a mediodía, sobre las 15:00 horas, tras sufrir el martes una hemorragia cerebral que lo dejó inconsciente. El Premio Canarias de Literatura 1991 e hijo predilecto de La Laguna falleció a los 91 años en perfecto estado de lucidez y, aunque según sus amigos estaba de buen humor y no se quejaba de ningún dolor específico, en los últimos años había sido ingresado en varias ocasiones pero sin largas estancias en el hospital.

En la tarde de ayer el tanatorio de Santa Lastenia, en Santa Cruz de Tenerife, acogió el velatorio del escritor y psiquiatra jubilado, que en octubre hubiera cumplido 92 años. La numerosa familia y los amigos cercanos fueron los primeros en llegar a la Sala 1 de la primera planta del centro funerario, donde descansaba el poeta de cuerpo presente con una bandera republicana sobre el féretro. A las 16:00 horas de hoy tendrá lugar la incineración del amante de las esquinas laguneras y los parques chicharreros.

Según uno de sus amigos allegados, el poeta Alberto Pizarro, "se encontraba muy bien: la semana pasada me estuve tomando unos whiskies con él y estaba genial, muy guapo". "Decía que notaba los años, pero lo hacía mucho así que ya no le hacíamos caso", explica Pizarro, quien añade que " se quejaba pero en general, de nada en particular". Otros de sus amigos, Antonio Álvarez de la Rosa y Daniel Duque, acompañaron ayer a la familia junto a más personajes de la cultura lagunera como el escultor José Abad.

El alcalde en funciones de La Laguna, Fernando Clavijo Battle, declaró, refiriéndose al ilustrado fallecido, que "ha muerto un lagunero universal; un gran poeta y narrador; un hombre de mente lúcida, un intelectual independiente que nunca puso su obra al servicio de nadie; mas al contrario usó como arma la inteligencia para luchar contra el vasallaje moral". "Su ingente obra, siempre reflexiva, lo sitúa como uno de los más importantes autores de la literatura contemporánea en el Archipiélago", sentenció el nacionalista.

Carlos Pinto Grote era un grande de las letras canarias. El poeta y psiquiatra jubilado, publicó decenas de poemas y seis libros en prosa, y obtuvo en 1991 el Premio Canarias de Literatura, además de ser nombrado hijo predilecto de La Laguna. Daniel Duque, gran amigos del poeta, destacó que se trataba de "un hombre muy honesto, un libre pensador alejado de las modas y de la prensa". "Carlos no acababa de encajar en este sociedad, que no lo entendía y lo desaprovechaba", comenta el escritor e intelectual, quien sentencia que "era extraordinario, una persona de la cultura de verdad".

Pinto Grote obtuvo en 2010 el título de hijo adoptivo de Santa Cruz de Tenerife, donde vivió entre 1936 y 1956 y a la que le dedicó numerosos relatos en los que describía sus olores y rincones más pintorescos, como la Plaza del Príncipe. El poeta también recibió la Medalla de Honor de la Universidad Menéndez Pelayo. Entre otros, ganó el Premio Pedro García Cabrera de Poesía y el Premio Ciudad de La Laguna de Poesía. También fue presidente del Círculo de Amistad XII de Enero y encabezó al sección de Literatura del Círculo de Bellas Artes de Tenerife, ubicado en la capital.

Uno de sus poemas más conocidos del prolijo autor es Llamarme guanche, que escribió como desahogo y respuesta ante la actitud de ciertos peninsulares con los que se topó, que miraban a los canarios como a inferiores. Tanto gustaron estos versos que el grupo folclórico también lagunero Los Sabandeños lo musicalizó.

Psiquiatra

Su profesión era la de médico especialista en Psiquiatría, Anestesiología y Reanimación, pero su devoción por la literatura lo convirtió en uno de los autores más importantes de la cultura canaria.

Así, publicó sus primeros poemas en la revista Mensaje, que dirigió su padre, el también poeta Pedro Pinto de la Rosa. Actualmente estaba jubilado y escribía de vez en cuando, siempre a mano y de pie.

Por la casa de Pinto Grote pasaron cientos de personas, muchos de los cuales son ahora grandes intelectuales y escritores. Allí se celebraban las Tertulias del Horno, llamadas así por el poeta José Quintana. A su amigo Alberto Pizarro fue a uno a los que le abrió esa puerta "hace ya más de 50 años", recordó ayer el poeta durante el luto. Hace unos años volvió a aparecer otra reunión similar en La Laguna, esta vez de la mano de Daniel Duque, que recuperó la Tertulia de Nava siendo Pinto Grote uno de sus fervientes contertulios.

Este amante de la cultura se confesaba republicano y así lo demuestra la anécdota que contó ayer el escritor Agustín Díaz Pacheco. "Hace unos años, en el Ateneo de La Laguna, le regalé un pin con la bandera republicana", cuenta el lagunero. "A él le encantó y me pidió que se lo pusiera enseguida", recuerda sonriente el escritor, que ayer acudió al velatorio.