Asegura que le atrajo de Femen, la organización feminista que nació en 2008 en Ucrania, su capacidad para "pensar y actuar con rotundidad". La española Lara Alcázar (1992) es hoy su líder en España. La activista presentó el libro Manifiesto Femen, que acaba de editar el sello Hoja de Lata.

¿Por qué un manifiesto de Femen y por qué la necesidad de recogerlo en un libro?

Parte de la necesidad de tener un texto teórico, elaborado en común por activistas de los países en los que el movimiento tiene representación, para plasmar nuestra ideología, el modo de actuación y cómo nos organizamos o financiamos. Y, también, para explicar brevemente la historia del movimiento desde sus comienzos hasta ahora, con su internacionalización. Tiene dos objetivos: dar apoyo teórico a todas las personas simpatizantes de Femen e información a quienes no saben todavía muy bien en qué se fundamenta nuestro movimiento. Y es la forma de dejar un legado para la posteridad, igual que otros movimientos políticos, artísticos y civiles, para que inspire a otras mujeres.

Dicen en el libro: "No dudéis que un pequeño grupo de mujeres puede cambiar el mundo". ¿No es una frase demasiado optimista?

Las feministas nos caracterizamos desde nuestro origen por ser optimistas. Quién les hubiera dicho a las sufragistas, cuando empezaron con su lucha, que conquistarían el voto para la mujer. Y quién le hubiera dicho a Clara Campoamor que sería diputada. Cuando se lucha por algo, hay que creer, porque de lo contrario ya estás derrotado. Creemos en el cambio y en que el patriarcado se puede destruir para hacer algo nuevo en base a la igualdad.

Afirman que las "instituciones patriarcales" son sus enemigas...

Son instituciones patriarcales porque a su cabeza están hombres y las mujeres ocupan un segundo plano, a su servicio. Hablamos de la religión y especialmente de las tres creencias monoteístas: el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo. En sus textos y códigos morales se puede ver cómo anulan a la mujer. Otro de los mecanismos de opresión son las dictaduras, en las que se emplea a la mujer como máquina de gestación y se la relega al ámbito doméstico. Y el tercer enemigo es la industria del sexo y de la explotación sexual de las mujeres, otra de las figuras de ese patriarcado. Así se trata a las mujeres ya no solo como objetos, sino también como esclavas. Es una forma de esclavitud que, aun en el siglo XXI, está socialmente aceptada.

¿Qué entiende por ideología patriarcal?

El sistema patriarcal es la opresión de una clase a otra, el hombre sobre la mujer; esto es, el hombre nace con unos ciertos privilegios por factores sociales, económicos, culturales o religiosos. Lo decía Simone de Beauvoir hace ya muchos años: la mujer es una ciudadana de segunda frente al hombre. Incluso donde se supone que hay igualdad, la mujer es el proletario y el hombre, el burgués. Es un sistema que oprime a la mujer.

¿Es una ideología construida con la complicidad de las mujeres?

Es una complicidad construida gracias a los hombres; existe porque hay un sistema que lo permite.

¿El movimiento Femen ha estado condicionado por su nacimiento en Ucrania, un país que fue soviético?

Podría haber nacido en otro lugar, pero las circunstancias hicieron que fuera en Ucrania. Nació en un país donde las mujeres sufren las consecuencias de la pobreza. Las activistas cuentan que las mujeres en Ucrania tienen dos opciones: ser amas de casa o prostitutas. La característica corona de flores que mostramos las activistas es un símbolo que tiene su origen en Ucrania, donde las solteras llevaban esas coronas hasta que se casaban; después las guardaban sus maridos. El símbolo es una declaración de intenciones: no hay hombre que nos pueda arrebatar la libertad.

¿Y por qué las protestas a pecho descubierto?

El cuerpo de la mujer sigue siendo tabú. Se intenta cosificar, discriminar, agredir. Femen hace del desnudo algo político, de lo que no hay que avergonzarse. Demostramos que no hay diferencia con los hombres y que no hay nada moralmente incorrecto en el toples. No se puede juzgar a una mujer por su cuerpo y hacemos política con él. Somos activistas, no exhibicionistas.