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Ciencia

El secreto del viaje abisal de los zifios

Un estudio de la ULPGC descubre una reserva de grasas en el músculo de estos cetáceos que les permite bucear a tres mil metros de profundidad durante horas

Impacto científico. LP/DLP

La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, a través del Instituto de Investigación de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA), vuelve a ganar protagonismo en la comunidad científica internacional, en el campo de los cetáceos, gracias a los resultados científicos derivados de la tesis doctoral de Eva Sierra, que revelan las claves que convierten a los zifios en los mejores buceadores de las profundidades marinas.

Sierra, becaria postdoctoral del grupo de investigación de Histología y Patología Animal de la Unidad de Cetáceos del IUSA, estudió las características morfológicas y fisiológicas de 15 especies diferentes de cetáceos, diferenciados en cuanto a su comportamiento de buceo, es decir, unas eran de buceo profundo y durante un tiempo prolongado, y otras de buceo superficial y por menos tiempo.

El estudio parte de las maniobras militares de 2002 que causaron un varamiento masivo de zifios y de cuya investigación se descubrió que esta especie puede padecer una enfermedad descompresiva por la alta intensidad del ruido del sónar. Se vio que los zifios, que están a mucha profundidad, al escuchar el sónar de las maniobras militares entran en pánico y no ascienden tan despacio como deben; rompen su perfil de buceo, ascienden rápido y sufren una enfermedad descompresiva, igual que un buceador.

De ahí surgió la pregunta de por qué los zifios son más susceptibles a padecer una enfermedad de buceo y no los cachalotes, los calderones, que también están a profundidad y en la zona donde se hacen las maniobras, o los delfines. Ese fue el punto de partida del estudio.

"Inicialmente vimos unas gotas de grasa dentro de las fibras de los cetáceos de buceo profundo y eso fue el punto de inicio para hacer una investigación más profunda de cómo es el metabolismo de los lípidos en estos cetáceos", indicó Sierra.

Dicha pista les llevó a descubrir que los cetáceos de buceo profundo, como los zifios, el cachalote pigmeo o el calderón tropical, tienen una mayor cantidad de lípidos en las fibras musculares, principalmente las de tipo 1, las oxidativas, y una mayor cantidad de tejido adiposo, pero no dentro de las fibras sino entre las mismas. "Realmente es como si fuera una despensa donde almacenar los triglicéridos y de ahí se utilizan para luego rellenar las células y que sean una fuente de energía para mantener el ejercicio. Básicamente es una adaptación metabólica que hasta la fecha no se había estudiado en profundidad", subrayó la investigadora.

Junto al mayor uso del metabolismo lipídico oxidativo como fuente de energía, también se comprobó que los cetáceos que bucean a más profundidad tienen unas fibras musculares de mayor tamaño. Este caso es particularmente significativo en una especie, el Zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris), en la que, a raíz de esta investigación, se descubrió que sus fibras musculares tipo II son las más grandes descritas hasta la fecha en un mamífero marino, siendo estos zifios los que pueden alcanzar la mayor profundidad, cercana a los 3.000 metros, y el tiempo máximo de inmersión, unos 138 minutos. Se trata de un dato relevante porque, al ser el buceador más extremo, no se tenían datos sobre el tamaño de su fibra.

"El Cuvier es capaz de bajar a 3.000 metros y estar más de dos horas, con lo cual concentra mucho nitrógeno. Nosotros hemos visto que para bajar tanto y durante tanto tiempo utilizan una particular despensa de energía, cuyo elemento esencial son las fibras musculares. Descubrimos que la fibra contienen gotas de grasa (lípido) que juegan un papel fundamental como grasa energética, que les permite la energía necesaria para ir tan profundo durante más de dos horas".

Además de explicar algunas preguntas que la comunidad científica lleva años investigando, el estudio desarrollado por la investigadora del Instituto de Sanidad Animal de la ULPGC viene a completar la información sobre los zifios y su mayor predisposición, respecto a otras especies de cetáceos, a padecer una enfermedad descompresiva cuando están sometidos a fuentes sonoras como los sonares antimilitares, o las prospecciones petrolíferas.

En el trabajo han participado los investigadores del IUSA Antonio Fernández, Antonio Espinosa de los Monteros, Josué Díaz-Delgado, Yara Bernaldo de Quirós, Natalaia García-Álvarez, Manuel Arbelo y Pedro Herráez, director de la tesis. La investigación ha abierto nuevas líneas de trabajo, como comprobar si el sónar afecta a todos los zifios por igual, o si influyen las características individuales de cada individuo, en su estado de salud. "Tras conocer las razones colectivas, que los zifios son sensibles al sónar, ahora buscamos razones individuales". Eva Sierra, acaba de lograr una ayuda para formación postdoctoral del programa Juan de la Cierva, vinculada a la Universidad de Córdoba y a la Universidad de Las Palmas, y su línea de trabajo gira en torno a las infecciones víricas que afectan a los cetáceos, dentro también de un convenio de colaboración con la Universidad de Florida (EEUU).

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