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Cuarenta años de la muerte del dictador Protagonistas del final del régimen

Olarte votó sí al retorno de la monarquía

El expresidente del Gobierno canario impulsó la Ley para la Reforma Política de 1976

Lorenzo Olarte, en un acto de Falange, rehúye acompañar el saludo oficial. LP / DLP

La última de las Leyes Fundamental del Reino durante el franquismo contó con el voto a favor de Lorenzo Olarte. Fue el instrumento que, aprobado en un referéndum en diciembre de 1976, permitió articular la transición política a la monarquía parlamentaria que después recogió la Constitución del 78. Ahora, en el 40 aniversario de la muerte de Francisco Franco, el expresidente canario revive aquella jornada de 20 de noviembre, la tarde que tuvo que acompañar a Pinochet, su relación con Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos, además de su papel en el proyecto de ley para la Reforma Política.

Lorenzo Olarte era procurador en las Cortes Franquistas en el año 1975, una posición a la que accedió como presidente del Cabildo de Gran Canaria y de la Mancomunidad Interinsular de Cabildos de la provincia de Las Palmas. Por este motivo se encontraba en Madrid el 20 de noviembre de 1975. Olarte se enteró de la muerte de Franco de madrugada, cuando sonó el teléfono de su habitación de hotel. Sería la primera de las muchas llamadas que tuvo que atender aquel día, pese a que señala que era un suceso esperado. "Muchos incluso pensaban que por razones políticas lo mantenían entubado porque no se aclaraban en el momento en que convenía su muerte", revive ahora.

De inmediato, se lo comunicó a Fernando Ortiz, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, con el que compartía cargo en las Cortes. Ortiz regresó a Gran Canaria en el primer avión del día, pero Olarte no tuvo tanta prisa en volver. Asistió al acto que se organizó con el difunto de cuerpo presente en el Palacio de Oriente, pero se negó a acudir al Valle de los Caídos, donde "afortunadamente le pusieron una piedra muy pesada encima por si acaso se levantaba".

Una tarde con Pinochet

Olarte tuvo que regresar porque el Gobernador Civil le pidió que, en su ausencia y como su sustituto, se hiciera cargo de la Gobernación. En otro avión voló el general Augusto Pinochet, que se encontraba en Madrid para asistir a los funerales pero que se vio obligado a regresar a Chile. "Pinochet llevaba un año de mandato y ya se sabía que era una fiera y un asesino, por lo que fue abucheado por el pueblo y muchos mandatarios del momento dijeron que si asistía a la coronación del Rey ellos no lo harían". Al saberse persona non grata, el general abandonó España haciendo escala en Gran Canaria. De esta manera, el que fuera presidente del gobierno canario entre 1988 y 1991 recuerda haber pasado, en una pequeña habitación junto al golpista chileno, algunas de las horas más largas de su vida.

Olarte evoca a un Pinochet prepotente y que viajaba envuelto en una capa suntuosa. "Yo estaba en la obligación de acompañarlo pero le despreciaba profundamente al conocer sus maniobras en Chile. Era un golpista y un traidor que pocos días después de que Salvador Allende lo nombrara comandante en jefe del Ejército lo derrocó y dejó que este se suicidara con una metralleta que le había regalado Fidel Castro", recapituló. Además, Olarte recuerda haberle tirado de la lengua al preguntarle por los motivos que le habían llevado al golpe de Estado. Pinochet le habló de su odio hacia al comunismo, la endeblez del carácter del socialista Allende y de su convicción de haber salvado a su país de una guerra segura. "Llegué a la conclusión de que la CIA llevaba mucho tiempo interviniendo en Chile por temor a Allende, aunque me lo negó".

Además, Olarte le sonsacó algo más de información. "Me contó que su mujer no viajaba con él porque se había ido de compras a París con dinero de los chilenos", expuso. En esa conversación, Olarte menciona un último diálogo. "En un momento dado, me dijo que tenía envidia de Franco, porque le gustaría tener un entierro similar al de Franco cuando muriera. Y me preguntó mucho por el Valle de los Caídos. Yo le dije que había sido construido por presos políticos y él se quedó impresionado. Me dijo que quería hacerse en Santiago su propio Valle de los Caídos".

La restauración monárquica

Tras la muerte de Franco, Olarte asegura que no existió un brote de pánico social pero sí una profunda preocupación ante la incertidumbre del momento. "Se produjo una liberación", señaló. Apremiaba la necesidad de una reforma política que asegurara la libertad y evitara la posibilidad de un nuevo escenario bélico. El político canario, amigo personal del rey Juan Carlos, participó de manera activa en la elaboración de la Ley de Reforma Política aprobada por las cortes franquistas en 1976 con el apoyo de 435 de los 531 procuradores -entre ellos Olarte-que intervinieron y que fue sometida a referéndum el 15 de diciembre.

"Yo defendí el proceso de reforma hacia un sistema monárquico y parlamentario desde el primer momento", recuerda Olarte por convencimiento en la figura del entonces príncipe y ahora padre del Rey Felipe. Su amistad con Juan Carlos se mantiene hoy en día. De hecho hace dos meses Olarte se dirigió al antiguo monarca con un escrito en el que le recordaba algunas de las vivencias de aquellos días. "Él me constestó con una carta de su puño y letra en la que me decía que quería que fuera a Madrid para pasar unos días con él". Olarte alaba los mucho aciertos que ha tenido Juan Carlos en su trayectoria pero también reconoce algunos fallos. Entre estos, el hecho de "jurar los principios fundamentales del Movimiento como heredero de Franco, pero esto ocurrió porque le convenció de ello su preceptor, Torcuato Fernández Miranda".

Lorenzo Olarte sitúa este nombre, "pese a que apenas se ha hablado de él en la historia", como el cerebro detrás de la Transición. "Fue el hombre más importante de este proceso", proclamó, y la persona que "incubó el huevo de donde salió Suárez, pero cuando éste supo volar solo se produjo una separación entre ambos. Esta situación incluso vivió momentos de dureza que muy pocos conocen", apuntó.

Torcuato Fernández Miranda, según Olarte, convenció al Rey para realizar el juramento de lealtad al Movimiento y lo logró al recalcar que entre los principios fundamentales de éste existía la posibilidad de modificación o incluso su derogación posterior. "El Rey no quería pero al final aceptó", aseguró ayer Lorenzo Olarte.

Olarte estuvo presente en multitud de encuentros en el despacho de Suárez con la presencia de Fernández Miranda durante la redacción del Proyecto. Éste destaca una anécdota. El político que un año después se integraría en Unión de Centro Democrático y que ejerció hasta enero de 1979 como asesor de Suárez, convertido ya en presidente de Gobierno, presenció una llamada "de una figura importantísima que no era el Rey", en la que Suárez tuvo que jurar por su honor que Santiago Carrillo, secretario general del clandestino Partido Comunista, no había entrado en España disfrazado. "Justo antes me había dicho que sí que estaba y que había entrado con la famosa peluca", revive éste para recalcar las presiones que existieron durante esos días.

Olarte destacó el origen canario del proyecto de ley para la reforma política. En el mismo intervino un jurista llamado José Manuel Otero Novas y que posteriormente fue ministro de Presidencia y de Educación. "Otero Novas tenía un equipo de confianza en el que destacaron tres ayudantes. Uno fue Rodrigo Echenique (a la postre, uno de las personas más cercanas a Emilio Botín). También estaba Félix Díaz Burgos y por último un canario al que metí yo en el grupo, Fernando Prieto, jesuita y profesor de derecho político en la Universidad. Entre estas tres personas redactaron el borrador", expuso.

Olarte asegura haber colaborado en varios puntos de este proyecto, en especial en la elección de un sistema electoral que se movía entre el interés por un modelo mayoritario "que defendían los franquistas" y el sistema proporcional, que posteriormente se impuso. Antes de la votación, Olarte confiesa que para ganar tuvieron que "trabajarse mucho los votos". Este sitúa a Otero Novas como "el encargado de conseguir que se ganara la Ley de la Reforma Política, llamando a muchos franquistas y ofreciéndoles cargos y promesas para convencerles. El día que se ganó esa votación fue el día más feliz de Adolfo Suárez".

Por último, recuerda la figura de Franco como la de un "golpista nato", que llevaba en "el fondo de su alma la necesidad de alzarse por sus convicciones. Estas le llevaron a no ser leal a nadie salvo a la idea antidemocrática que tenía de España y que defendió hasta el final".

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