Corría el año 2009 cuando la empresaria textil Juliana Awada, de 41 años, y Mauricio Macri, de 56, intercambiaron miraditas en un gimnasio, Ocampo, ubicado en el aristocrático Barrio Parque, frecuentado por los sudores elitistas de Buenos Aires. Allí, entre bicis estáticas y espejos estéticos, y compartiendo entrenador personal, la próxima primera dama y el radiante ganador de las elecciones empezaron a pedalear juntos. Recuerda ella: "Me llamó un día, le dije que estaba separada y empezamos a hablar. No sé cómo consiguió mi teléfono. Nunca le pregunté". Al año de conocerse se casaron en Tandil, ciudad natal de él, y tuvieron una hija al año siguiente, Antonia, con la que Macri se siente "mitad padre, mitad abuelo".

Por si acaso no tenía claro dónde se metía, la madre de ella le espetó al entonces alcalde porteño: "No te hagas el vivo con mi hija, porque te corto los huevos". Y se lo volvió a recordar el día de la boda: "Pórtate bien". "Me juramenté que esta vez es para toda la vida", aseguró el novio.

La nueva inquilina de la residencia oficial de la Quinta de Olivos tiene embrujado al exalcalde de Buenos Aires y expresidente del Boca Juniors (1995-2007). El propio mandatario dijo el día de su boda: "Gracias por haberme elegido, gracias negrita, mágica, única y hechicera. Ahora mi estado civil es feliz". Juliana procede de una familia rica de ascendencia libanesa con una importante empresa textil en la que trabaja como diseñadora. Atrás quedaban una relación de Macri de cuatro años con María Laura Malala Groba (considerada la compañera ideal para el político por su entorno) y dos matrimonios fallidos, con Ivonne Bordeu y la politóloga Isabel Menditeguy, de la que se separó tras un divorcio millonario. Con la primera tuvo tres hijos: Agustina, de 34 años; Gimena, de 29, y Francisco, de 26. Ella, por su parte, también llegaba con un pasado sentimental maltrecho: vivió un matrimonio fugaz a los 23 años y luego convivió una década con el multimillonario conde belga Bruno Laurent Barbier, con quien tuvo una hija, Valentina, que el día de la boda pronunció unas palabras: "Te quiero mucho y te veo muy bien con Mauri". El conde y Juliana se habían conocido en las nubes. En un avión. Desembarcaron ya enamorados. Acabaron amigos: "Yo soy cero pelea, le huyo a la agresión, al conflicto. De mi parte era muy difícil que terminara mal o peleada".

Se separó en diciembre y en febrero ya estaba con Macri, aunque no hubo tantas urgencias y Cupido se tomó su tiempo. "No es que vi a Mauricio y me enamoré la primera vez. Pero cuando empecé a salir, inmediatamente sentí que era el amor de mi vida. Sentí algo muy fuerte, como si nos conociéramos de muchos años", contó en una entrevista. Sus ojos: "Me impactó su mirada. Me encantan los ojos que tiene". Además, "tiene buen humor, buen carácter. Es una persona fácil para convivir". ¿Y si fuera infiel? "Eso es personal. Pero siempre se puede perdonar. También hay que pensar por qué pasó eso. Las mujeres somos más de perdonar que los hombres. Tal vez porque ellos son machistas, les cuesta más. Las mujeres somos más abiertas. Siempre se puede perdonar".

A falta de dos años para llegar al momento crítico de todo matrimonio ("La picazón del séptimo año", que diría Billy Wilder), la pareja no tiene problemas en el consistorio pasional. Cuando le preguntaron a ella en televisión cómo era Macri de ardiente, contestó: "¿No ves mi cara de felicidad?". Y es que la feliz pareja está pegadita toda la noche hasta el punto de que lo hace con el aire acondicionado puesto aunque fuera haya malos aires. Pero que la pasión les desborda está claro si nos atenemos a lo que dicen. En una cena de Fin de Año el propio Macri había pronunciado un discurso deseando "Felicidades y mucho sexo", añadiendo que "de tanto sexo vamos a necesitar Viagra para todos". Y en un programa de televisión, ella contó que "vivimos tocándonos, nos agarramos la mano. Además, siempre estoy predispuesta". Macri corroboró en El diario de Mariana, en El Trece TV, que la predispuesta Awada es "insaciable".

De Awada, que se considera creyente, pronto sabremos hasta el color de sus zapatillas, pero, mientras tanto, se sabe de ella que antes sencilla que incómoda en el vestir ("no me gusta la ropa apretujada, que te marca mucho todo. Priorizo siempre estar cómoda"), que pasa de consultores de imagen y "no tengo ropa de colores muy estridentes en mi armario. Soy como es mi casa: monocromática. Me gustan mucho el blanco, los beiges, el camel, el gris, el negro, el azul marino; más bien, los colores neutros". Se pierde por los bolsos y los zapatos (generosa ella, recicla "todo el tiempo. No guardo nunca. Vivo regalando ropa. En primer lugar, no me gusta juntar mucho, y en segundo, hay tanta gente que realmente necesita..."), y sus marcas de referencia son Chanel y Valentino.

¿Dietas? "Jamás en mi vida hice dieta. Las únicas veces que me cuidé en las comidas fueron después de cada embarazo, porque como había engordado mucho me puse las pilas y cerré un poco el pico. Simplemente eso; a mí siempre me gustó comer y como mucho". En casa no se habla de política: "Salimos a comer, tenemos un evento o compartimos un deporte, no hablamos de política". Les gusta "estar en familia, disfrutando de Antonia, haciendo deporte, yendo a la quinta. El ocio es también leer un libro, escuchar música, mirar una película, ir al cine. Vamos una vez por semana, cuando podemos. Hacemos lo que hace cualquiera".