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"Las ciudades de hoy son inhabitables, insostenibles e incomodísimas"

"El futuro de la cultura está en el duopolio de financiación pública y privada", asegura el físico y divulgador

"Las ciudades de hoy son inhabitables, insostenibles e incomodísimas"

Allá donde va Manuel Toharia lleva siempre a su espalda una pequeña mochila en la que guarda, gracias a su libro electrónico, un centenar de novelas y ensayos que le permiten no aburrirse en los viajes que hace casi a diario para ejercer como divulgador científico en diferentes puntos de España. Manuel Toharia, (Madrid, 1944), es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense. Su labor como divulgador científico va unida a la publicación de libros. La sociedad del desperdicio es su último ensayo.

Emilio Lledó, premio Princesa de Asturias de Humanidades 2015, recalcó hace días la importancia de alejar un poco la tecnología y seguir estudiando con libros. ¿Está de acuerdo?

Creo que Emilio Lledó lo que quería decir es que hay una parte ligada a nuestra cultura que está en los libros físicos como tales pero, en realidad, lo importante es el contenido y no el continente. Tengo 71 años y casi todo lo que leo lo hago a través de mi libro electrónico. Hago viajes largos para ver a mis nietos a América y no puedo llevar siete u ocho volúmenes en la maleta porque no me cabrían. En la tableta tengo más de un centenar de títulos. Al mismo tiempo tengo una biblioteca de más de 7.000 volúmenes en mi casa, pero a día de hoy casi no los abro y eso que antes estos libros eran de consulta frecuente. No puedes ir contra la realidad de las cosas. Es verdad que a veces gracias a esa tecnología te enganchas a un juego idiota y eso se convierte en un pasatiempo como los crucigramas que se hacían antes. El problema es que estos juegos son más adictivos y rápidos que nuestros divertimentos de hace años. Desarrollan la coordinación motora y psicológica pero algunos hacen perder mucho tiempo y en lugar de leer un libro te pasas horas con el juego. Por ahí creo que iban los tiros de lo que decía Emilio Lledó. Lo que no se puede negar es que el progreso ha traído avances que no se deben obviar. Nadie pensaba hace años que cualquiera pudiera llevar cien libros en un dispositivo que pesa 200 gramos.

Ha hablado de las 'ciudades inteligentes'. ¿En qué nos va a cambiar la vida en este campo?

Va todo muy deprisa. Yo no soy un técnico, para hablar de eso están los expertos. Las ciudades están lejos de ser inteligentes. De hecho, las urbes son un gran bodrio. Si hablamos de 'ciudades inteligentes' es porque las ciudades de ahora no lo son en absoluto. ¿Para qué tenemos wifi en los autobuses? Las conexiones a internet que nos ofrece el transporte público tienen poca capacidad y si entras en una web complicada necesitas más ancho de banda. Ese wifi no sirve. Al final te das cuenta de que las 'ciudades inteligentes' son una manera de organizar de una forma más eficiente todo aquello que conforma el ecosistema urbano, podrido por si mismo con una gran acumulación de personas e información. Queremos intentar que las ciudades sean un poco más habitables y cómodas. Las urbes en sí son insostenibles e inhabitables, incomodísimas. Tienen algunas ventajas, evidentemente. Si pones un museo tienes que tener gente viviendo alrededor para que alguien vaya a verlo, por supuesto. Hay sistemas que pueden mejorar los grandes defectos de las ciudades.

En la Ciudad de las Artes y las Ciencias que usted dirige se ha establecido un duopolio de financiación pública y privada. ¿Es el futuro de la cultura?

Evidentemente. Y no sólo por la crisis económica. ¿Por qué todo lo cultural tiene que ser únicamente querido y amado por las instituciones públicas? ¿A las empresas no les interesa la educación paralela que puede ofrecer un museo a los hijos de sus trabajadores? Suecia es un país socialdemócrata de toda la vida y allí se han dado ya cuenta de que no tiene sentido que las instalaciones culturales las mantenga sólo el Estado. No hay dinero para sanidad, educación y todo lo que tiene que pagar un país. Es más lógico desgravar a las empresas para que apoyen la cultura. Hacienda pierde ingresos pero, a cambio, se olvida de muchos gastos. Eso en EE UU lo hacen muy bien con su Ley de Mecenazgo. Allí lo que una empresa se gasta al invertir en un museo de ciencia es lo mismo que se ahorra en pago de impuestos directos. En Europa empieza a ser así.

¿Está funcionando ese modelo de financiación?

Allí tenemos ingresos en el acuario, que es lo que de verdad es rentable con la venta de entradas. Los museos no los puedes poner gratis para que se valoren, eso está claro, pero hay algunos por los que puedes cobrar más. La Ciudad de las Artes y de Ciencias se puede mantener con los ingresos del Oceanográfico. Con eso que ganas, pagas el resto. Y eso la empresa pública no lo hace bien por distintas razones. Al final la mejor solución es que una empresa privada asuma la responsabilidad de gestionar la Ciudad ganando dinero y dándole al Gobierno regional la mitad de lo que gana. Por mucho que se plantee obtener beneficios, una empresa pública que gestiona equipamientos culturales acaba siempre cediendo al tipo de tentaciones que siempre sobrevuelan al poder. No digo haya siempre corrupción, pero sí corruptelas. El cargo de director general no suele recaer sobre un profesional del gremio, casi siempre va a una persona que no tiene ni idea de para qué sirve la institución que va a dirigir.

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