Los megadeslizamientos de las islas volcánicas pasan por ser uno de los fenómenos más impresionantes de la naturaleza, o al menos eso deducen los científicos por las "cicatrices" que han dejado en Hawai, Cabo Verde o Canarias, porque ninguno de ellos ha ocurrido en un pasado reciente (el último que se atribuye a El Hierro se produjo cuando los primeros Homo sapiens empezaban a abandonar África).

El consenso científico considera que estos gigantescos desplomes de terreno se producen porque las islas volcánicas crecen tan rápido y tan verticales (la altura total del Teide, por ejemplo, supera los 7.500 metros desde el lecho marino), que la base no resiste el peso y sus laderas pueden venirse abajo de repente si las desestabiliza otro fenómeno natural, como un terremoto, una erupción o milenios de erosión interna por parte de acuíferos subterráneos.

Doce investigadores del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (CSIC) y el Instituto de Oceanografía y Ciencia Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria publican en el número de julio de la revista Marine Geology una revisión sobre el colapso que formó el valle de El Golfo y sus espectaculares paredes de 1.000 metros de altura.

Los últimos estudios sobre el deslizamiento de El Golfo, publicados en 2011, lo databan en algún período comprendido hace entre 39.000 y 97.000 años y calculaban que había provocado una avalancha de 150 a 180 kilómetros cúbicos de terreno.

Ese espectacular deslizamiento ocurrió tras colapsar la ladera norte del volcán de El Golfo, que había crecido durante 400.000 años (entre 550.000 y 158.000) sobre la planicie dejada por otro megadesplome de hace 600.000 años, el del volcán Tiñor.

Los autores revisan a fondo el último desplome de las más joven de las islas de Canarias utilizando los datos sísmicos proporcionados por el Instituto Geográfico Nacional, las batimetrías y ecosondas realizadas frente a su costa por la Armada y el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y un detallado estudio sobre la geología de las paredes de El Golfo, que forman un anfiteatro de 15 kilómetros de amplitud, y de todos sus pozos y galerías de agua. Su primera conclusión es que el megadeslizamiento de El Golfo fue, en realidad, la sucesión de dos colapsos separados solo por "unos pocos miles de años", que dejaron como huella en el norte de la isla dos anfiteatros naturales superpuestos: el primero arrojó sobre el Atlántico unos 243 km cúbicos de rocas y el segundo, unos 84 km cúbicos. Solo el más pequeño de esos colapsos movió repentinamente tanto volumen de material como el que se estima que, en el peor de los casos, expulsó el Vesubio en la erupción que sepultó las ciudades romanas de Pompeya y Herculano en el siglo I (de 10 a 100 km cúbicos); o lo que es lo mismo, 55 veces la capacidad (lleno a rebosar) del pantano Mequinenza, el mayor embalse del valle del Ebro (1,53 km cúbicos).

Depósitos marinos

Las tres instituciones científicas involucradas en este estudio han revisado además galerías subterráneas en las que se aprecian depósitos marinos posteriores a ese colapso que fueron cubiertos luego por otras erupciones ocurridas en El Hierro. En ellas, han encontrado zonas de erosión que les permiten calcular que el desplome de El Golfo sucedió hace entre 23.500 y 82.500 años. Las características de los restos sepultados por la lava les llevan a pensar en algún momento con el mismo nivel del mar que hoy en día, entre las dos últimas glaciaciones, por lo que consideran que lo más probable es que todo ocurriera hace unos 80.000 años.

En cuanto a los restos encontrados bajo el mar, las proporciones que estos revelan sobre ese megadesplome no son menores: la ladera norte del volcán de El Golfo generó una avalancha de bloques de roca de hasta 1,5 kilómetros de longitud y 300 metros de altura.

Por último, el artículo anuncia que se han encontrado en esa zona de El Hierro posibles restos de deslizamientos más recientes no documentados, con lo que el de El Golfo no sería el último. Eso explicaría las dataciones ofrecidas por el registro de depósitos submarinos provocados por antiguos tsunamis que existe en los fondos de Madeira que sugieren que ocurrió otro megadeslizamiento en Canarias de hace unos 17.000 años.