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Historia

"Negrín defendió a la República tras una profunda reflexión interna"

"Franco estaba dispuesto a sacrificar lo que hiciera falta para aniquilar y destruir al ejército republicano", explica José Miguel Pérez, catedrático de Historia Contemporánea (ULPGC)

En el 38, ¿qué golpe fue más duro para Juan Negrín? ¿La derrota en la Batalla del Ebro o los Acuerdos de Múnich entre Reino Unido, Francia, Alemania e Italia que dejaron vía libre a Adolf Hitler para incorporar los Sudetes al Tercer Reich y, de paso, abandonar a la República sin la posibilidad de recibir apoyos a nivel internacional?

Negrín y el Gobierno de la República encajaron varios golpes muy potentes. Un año antes de ese momento concreto, en el 37, la pérdida del Frente Norte dejó muy tocada a la República. Es cierto que al inicio de la Batalla del Ebro, Negrín mantenía la esperanza de que las grandes democracias internacionales acabaron por apoyar la causa republicana. Y no era el único que estaba pendiente con ese asunto. Al inicio de la cumbre de Múnich, Franco enfermó, así que su preocupación debía ser considerable. Pero más allá de todo eso, la Batalla del Ebro fue decisiva para el curso de la Guerra Civil. Primero, porque permitió prolongar la contienda, algo que Negrín tenía como objetivo ya que veía venir lo que se avecinaba en el continente con el inminente inicio de la Segunda Guerra Mundial. Y si eso pasaba, la Guerra Civil española entraba a formar parte del tablero internacional.

Al final, Reino Unido y Francia se replegaron ante Hitler y el bando franquista se impuso en la Batalla del Ebro. ¿Fue el final de Negrín como líder de la resistencia republicana?

En ese periodo sufrió duros embates. La Batalla del Ebro marcó una resistencia a ultranza pero era parte de una estrategia más amplia, su objetivo final no era sólo contener a Franco en esa franja. El reto era que se abrieran otros frentes, que el mando del Ejército del Centro se desplegara en Extremadura y aislara al bando franquista en Andalucía. Pero eso no sucedió. Y a partir de la derrota, dentro del Gobierno de la República, se creó el caldo de cultivo que dio paso a un golpe de Estado encabezado por el coronel Segismundo Casado y que terminó como terminó, con la rendición ante Franco.

La República llegó a la Batalla del Ebro en una situación límite en el plano militar. ¿Era peor el panorama político para Negrín?

Antes de la ofensiva republicana en el Ebro existieron muchas dudas sobre la oportunidad de tomar esa iniciativa. Dudas de los mandos militares y de los asesores soviéticos, que así lo plasmaron.

¿Y cuáles fueron las razones que llevaron a Negrín a seguir adelante con la operación?

Fueron tres razones. La primera fue militar: parar la toma de Valencia, evitar que Franco fracturara la franja mediterránea. Eso, además, tenía algo de simbólico, porque Valencia había sido la capital del Gobierno. Hay que recordar que el 18 de julio las tropas nacionales llegaron a estar a menos de 40 kilómetros de la ciudad de Valencia.

¿Y las otras?

La segunda razón formaba parte de un plan más amplio, como apunté antes. El objetivo, al inicio de la Batalla del Ebro era que se abrieran otros frentes en otros puntos del país que complicaran la existencia al gobierno de Franco. El Ejército Central, junto al del Sur, tenía la tarea de abrir un frente en Extremadura y aislar a las tropas nacionales en el Sur.

¿Y la última?

Reorganizar el ejército republicano, una tarea en la que Negrín se centró mucho antes. Logró transformar a un cuerpo que en los años previos se había mostrado poco eficiente.

El General Rojo llegó a poner contra las cuerdas a Franco en el Ebro. Azaña hasta pensó en un cambio de rumbo en la guerra. ¿Se vio la República con posibilidades de lograr la victoria?

La razón de la Batalla del Ebro, de por sí, era militar. Y tenía como objetivo fijar y llevar hasta un lugar determinado a Franco. Además mantenía como desafío la reorganización interna, pero en juego también estaba la posibilidad de demostrar, tanto a nivel nacional como internacional, que la República no había sido derrotada. Los primeros pasos de la batalla dieron una victoria importante al bando republicano. Y es visible en la prensa extranjera, donde se apunta que la República resiste, la República vence o la República no ha sido derrotada. Tenía mucho de simbólico, pero también de ganar tiempo para enlazar la guerra con el conflicto europeo o para forzar la ayuda francesa.

Con menos medios, el ejército republicano plantó cara al nacional. ¿Se debió al factor sorpresa de su ofensiva?

Los preparativos, pese a esas carencias materiales, no partieron desde la improvisación. Se planificó con meses de antelación. Todo. Desde el material que se utilizó hasta las operaciones a llevar a cabo pasando por las prácticas y estudios presenciales del terreno o el conocimiento del estado del enemigo. Es cierto que tuvo a su favor el factor sorpresa, pero no sabemos si eso se debió a un fallo en el sistema de espionaje del ejército franquista. En cuatro días, las tropas republicanas llegaron a avanzar 30 kilómetros. Eso fue un éxito importante. Y resistieron durante tres meses y medio, 113 días, en una situación de desigualdad.

Militares alemanes e italianos fueron muy críticos con las tácticas de Franco en el Ebro, ¿no?

El mando del ejército republicano conocía la forma de operar de Franco, que tenía claro, sí o sí, que iba a ganar la guerra. A partir de ahí, ejecutaba a partir de dos movimientos muy claros: primero, destruyendo y aniquilando al enemigo sin contemplar la posibilidad de la rendición; y segundo, recuperando metro a metro.

¿Eso supuso que el número de muertos en el Ebro fuera tan elevado?

Si Franco hubiera hecho caso de los consejos de otros militares, que proponían un movimiento envolvente para atrapar a las tropas republicanas, tal vez el coste de vidas en ambos bandos hubiera sido menor. El ejército nacional tenía superioridad en aviación y artillería, pero Franco se empeñó en atacar de manera directa. No fue la primera vez que hizo eso. En la marcha a Madrid se empeñó en ir al Alcázar de Toledo, una plaza que era más simbólica que otra cosa.

¿Por qué hizo eso Franco?

Franco, durante el conflicto, mezcló sus objetivos políticos con su conocimiento militar. Estaba dispuesto a sacrificar lo que hiciera falta para aniquilar al ejército republicano. La victoria en el Ebro era su objetivo militar, pero también político porque eso lo situaría en la carrera política dentro de los mandos nacionales por encima de otros militares. Franco ya estaba construyendo el Régimen. Antes de acabar la Guerra Civil, en enero, instauró las condiciones de los derrotados tras el conflicto.

En la Batalla del Ebro participaron muchos canarios, ¿están contabilizados?

Mucha gente pasa por aquí [Fundación Juan Negrín] para preguntar si hay archivos buscando familiares que desaparecieron. Algo hay, pero hay que tener en cuenta que allí combatió un cuarto de millón de personas y muchas murieron, otras fueron heridas y otras desaparecieron. Un canario, de Arucas, Julián Henríquez Caubín, firmó un libro excepcional sobre la batalla en el que explica a la perfección la retirada republicana. Empezó la guerra sin experiencia militar y acabó siendo jefe de uno de los batallones republicanos.

¿Qué provocó que la Batalla del Ebro se prolongara durante tres meses y medio?

El tiempo y el espacio, en términos militares, fueron clave. El tiempo en llevar a cabo las operaciones y el terreno, que resultó inhóspito. Pero por encima de todo, creo que la moral de los combatientes, algo que les llevó a no rendirse. Y me refiero a ambos bandos. En ambas trincheras funcionó un tipo de moral muy potente que permitió mantener firmes los ideales de los dos ejércitos. Fue una lucha heroica por los dos bandos.

A la Guerra Civil se llega tras un golpe de estado de los militares y después de una serie de errores de la República. Pero para llegar a ese punto, ¿cree que se impusieron las posiciones más radicales de ambos bandos?

Es cierto que antes de la guerra se habían dado situaciones de violencia, existían conflictos sociales, pero no había un ambiente prebélico. Es más, en otros lugares de Europa había más tensión y donde estalló guerra fue aquí. ¿Por qué? Es cierto que la República cometió errores, pero intentó llevar a cabo reformas que en otros países eran lógicas y aquí se tacharon de revolucionarias. No era un régimen soviético, como se llegó a apuntar.

El PSOE, entonces, vivió un pulso que le dividió de manera profunda. Por un lado estaban Negrín e Indalecio Prieto, que abogaban por confluir en una gran coalición para hacer frente al conflicto, y por el otro se situaba Largo Caballero, que apostaba por llevar al partido a una posición más extrema desde la izquierda. Salvando las distancias, ¿le recuerda a la situación actual del PSOE?

El PSOE es un partido con más de 130 años de historia y que ha afrontado momentos críticos. Afortunadamente, ahora no he visto pistolas. No hago este tipo de contrastes porque la situación del país no es la misma. Eso sí, creo que analizar los grandes momentos críticos internos nos sirve para comprobar que este partido ha jugado un papel destacado en la historia del país. Y ahí debe seguir. El problema ahora es distinto y no es específico del partido, es del conjunto de la socialdemocracia frente a los cambios que se están dando en el mundo. Y ojo, porque la derecha tampoco acierta frente a eso porque los problemas siguen ahí, están latentes.

En 2008, por una petición del Partido Socialista Canario, el PSOE rehabilitó la figura de Negrín. ¿Cómo se llegó a eso?

En la Guerra Civil y durante la dictadura franquista se alimentó la leyenda del oro de Moscú, algo que creo que ya está demostrado que no ocurrió. Y tras la derrota, en medio de las divisiones internas de la izquierda, se le convirtió en el chivo expiatorio. Fue el culpable elegido por los dos bandos. Lo que no sé si sabe mucha gente es que Negrín, tras el Golpe de Estado de los militares, se decanta por defender la República tras una profunda reflexión. Él, científico y de familia burguesa, reflexiona antes de dar ese paso. Y sufre el desgaste del cargo de presidente del Gobierno cuando, probablemente, en más de una ocasión, le hubiera gustado dar un paso a un lado. Pero se mantiene ahí, firme, por su compromiso con la democracia, que es lo que le lleva, tras la Guerra Civil, a Londres. Para defender allí, frente al fascismo de Hitler, lo mismo que defendió en España. No se va a Moscú. Vive en Londres y París antes de morir. Y lo mejor de la rehabilitación de su figura en el PSOE es que se hace desde un convencimiento basado en la historia, no por un convencimiento emocional.

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