Adriana Kaplan ha dedicado gran parte de su vida a investigar sobre las migraciones senegambianas en España y a prevenir la mutilación genital femenina. Es miembro del Women's Shura Council en Nueva York, del Comité de Expertos sobre la MGF en la OMS en Ginebra y en el Instituto Europeo para la Igualdad de Género en Vilnius. En 1998 recibe el Premio de Investigación en Ciencias Sociales de la Fundación La Caixa, en 2008 el Premio Internacional Navarra a la Solidaridad y en 2014 el Premio de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.

Se muestra muy crítica con la labor "agresiva" y con una "mirada occidental" que se ha hecho en los países con mayor prevalencia de esta práctica. Para ella ha faltado evaluación y no se ha trabajado con conocimiento de las raíces ni de los actores implicados. Esta es precisamente la labor que realiza ella desde la Fundación Wassu en Gambia y otros países africanos.

¿Qué es la mutilación genital femenina? ¿En qué países se mantiene esta práctica y a cuántas mujeres y niñas afecta cada año?

La mutilación genital femenina, según la define Naciones Unidas, es la mutilación total o parcial de los genitales de la mujer con una finalidad no terapéutica que tiene efectos perjudiciales para la mujer, y que se lleva a cabo por razones sociales y culturales. Está presente en 29 países del África subsahariana, en algunos países del sudeste asiático como Malasia y en alguna parte de la India, así como en el Kurdistán iraquí. Además se van descubriendo algunas poblaciones que practican diferentes formas de mutilación. Se calcula que hay unos 200 millones de mujeres mutiladas en el mundo y tres millones de niñas que cada año corren el riesgo de sufrirla.

¿Qué se está haciendo desde la comunidad internacional para presionar a los países que mantienen estas prácticas?

Se lleva trabajando sobre el tema desde hace 30 o 35 años. Creo que es un asunto complejo, difícil y desconocido. Se han hecho distintas aproximaciones, pero ha faltado evaluación. Además se ha abordado con una mirada feminista de Occidente que no se corresponde con el feminismo africano, que también existe. La agresividad con la que muchas veces se ha afrontado este tema ha resultado negativa y ha hecho que las poblaciones se cierren más en sí mismas. No solo no se soluciona, sino que han comenzado a surgir tendencias como la medicalización de la práctica o la rebaja de la edad de iniciación de las niñas. Ahora se está empezando a revisar qué no ha funcionado y cuáles son las buenas prácticas que permiten esa aproximación y ese intento de abandono de la práctica. Por otro lado, nos hemos centrado mucho en la prevención de las niñas pero poco hemos trabajado en el manejo de las consecuencias de las que ya sufren la mutilación. Ahora hay una mirada más integral del tema y empezamos a ver resultados.

Lleva 27 años trabajando entre Gambia y España en contra de esta práctica. ¿En qué consiste su trabajo? ¿Cómo se logra sensibilizar a todas las esferas sociales para que cambien un criterio tan arraigado en sus costumbres?

Hacemos sobre todo investigación aplicada a la transferencia de conocimientos y esto es lo que te permite conocer cuál es la realidad. Gracias a estos estudios sabemos que el 42% de los profesionales de la salud apoya la mutilación. Por eso hemos diseñado un manual de formación para este sector, que también hemos introducido en el currículo académico de medicina, salud pública y enfermería, para que ningún estudiante acabe Ciencias de la Salud sin saber lo que es la mutilación, cuáles son las consecuencias, cómo manejarlas o cómo hacer prevención. Esto es algo que hemos exportado a Kenia y Tanzania y seguramente se remitirá a otros países africanos. También investigamos el trabajo que hacen las comadronas tradicionales, que muchas veces son las mujeres que circuncidan. Necesitas conocer cuáles son las raíces para hacer un abordaje hecho a medida para cada uno de los profesionales. También trabajamos con el Gobierno de Gambia, que hace un año prohibió esta práctica, con sendos estudios clínicos para conocer la magnitud del problema, qué etnias lo practican y sus tipos, así como sus consecuencias. Lo que hacemos es analizar los distintos actores que participan en la mutilación genital: los líderes religiosos, los hombres, las mujeres, las viejas, las comadronas tradicionales, las circuncidadoras, los profesionales y el gobierno. Por ejemplo en Occidente se considera a los hombres como únicos responsables del sostenimiento de esta práctica pero la investigación nos dice que el 89% de los mismos desconocen completamente las consecuencias de esta práctica y que solo el 9% toma parte en la decisión.

¿Desde la prohibición en Gambia se ha producido algún cambio?

Si ha habido algún cambio no lo podemos saber todavía. De todas maneras, la prohibición de la práctica significa el reconocimiento por parte del Gobierno de que es perjudicial. En Gambia el Gobierno apoyaba la mutilación genital femenina hasta que fuimos demostrando las consecuencias que tenía. Pero la ley no va a cambiar jamás una práctica ancestral, esto es cierto. La clave es la educación fundamentalmente y analizar los diferentes colectivos para conocer cuáles son las resistencias, quién maneja el poder, qué piensan los hombres y las mujeres, las raíces... Tenemos la experiencia de otros países, por ejemplo la República de Guinea Conakry, que fue el primer país que legisló sobre la práctica en 1984 con una prevalencia del 99%. Hoy en día solo se ha conseguido reducir un 6%, es decir, que no ha habido avances significativos.

Le ha propuesto a la vicepresidenta de Gambia un ritual de iniciación de las niñas a la edad adulta que no llevara la mutilación. ¿Este ritual se ha difundido en la población?

Estamos en ello. Es difícil proponer un ritual alternativo cuando no se ha hecho todo este trabajo previo, pero hay mucha aceptación. Somos una organización pequeña con un gran proyecto y se está promoviendo y está aceptado. Lo que pasa es que todavía cuesta el concepto de la marca que se lleva de por vida, el poder deconstruir ciertas creencias.

¿Cuál es la situación en España y en Europa con respecto a la mutilación genital?

En España tenemos muchas mujeres y niñas que ya han sido mutiladas en origen. Por otra parte, hay aproximadamente 17.000 niñas nacidas en España según el mapa de la mutilación genital en España que realizamos cada cuatro años que pueden estar en riesgo. El camino es formar a profesionales de atención primaria, de salud, trabajo social y educación que ya están en contacto con la familia, para que puedan realizar un trabajo de prevención a lo largo de la vida de la niña, y, por otro lado, que puedan reconocer y atender las consecuencias de las mujeres que ya están mutiladas. El camino es la educación. En Europa nos llevamos las manos a la cabeza pero no se está haciendo un trabajo de formación en este sentido. Por ejemplo en Cataluña las acciones las realiza la policía, retirándoles por ejemplo el pasaporte como si fueran criminales. No es posible que la policía esté al frente de acciones de sensibilización. Existe un mapa donde claramente se ven los municipios donde hay mayor presencia de mujeres, de dónde vienen, qué tipo de mutilación tienen, etc. Es decir, las herramientas están a disposición de las administraciones y de las políticas públicas para poder ser desarrolladas e implementadas. Pero es necesario un compromiso político con recursos para formar a profesionales que ya están en contacto con las familias, servicios sociales, pediatría, medicina de familia, etc.

Entrevista cedida por el Boletín del Centro Insular de Información, Asesoramiento y Documentación de Género del Cabildo de Tenerife.