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"Todos los partidos hablan el lenguaje populista, para atacar o para defenderse"

"Hay desconfianza y los populismos se aprovechan del descontento en beneficio propio", reseña Fran Carrillo, director de 'La Fábrica de Discursos'

Fran Carrillo ayer durante la conferencia que pronunció en la Fundación Martín Chirino. J. PÉREZ CURBELO

¿Por qué los discursos populistas están extendiéndose más ahora cuando parece que asistimos a la recuperación económica tras la crisis de los últimos años?

Porque hay una crisis de confianza. La crisis económica es un factor fundamental pero coyuntural. La inestabilidad económica puede pasar pero cuando la crisis de confianza es tan duradera es más inmutable y da igual que se estabilice la situación porque la gente sigue desconfiando de los políticos y de lo que representan. Al albur de este panorama surgen movimientos inteligentes que aprovechan el descontento y la desafección para aprovecharlo en beneficio propio y activan ese estado de ánimo de descontento y los ciudadanos son más permeables a este tipo de mensajes.

¿Hay populismos de derechas y populismos de izquierdas? ¿Los extremos se tocan como en otras etapas de la historia?

Aquí no se traza una línea de tal manera que los extremos son los más alejados, esto es un círculo en el que los polos son las partes más cercanas entre sí. Populismos de derechas y de izquierdas tienen la misma definición y es "yo quiero coger el mayor número de personas posible que estén cansadas, descontentas o hartas de lo que representa este sistema, este político o esta forma de vida, me da igual de qué signo seas". En todos los populismos siempre hablan de lo mismo, es decir, de patria, de pueblo, de representar a toda la gente y claro que tienen un enemigo, buscan el antagonismo y le ponen cara y nombre y es los mercados, la casta, la troika, la élite, el establishment, la Unión Europea... da igual porque siempre tienen que buscar un chivo expiatorio. A pesar de que ese culpable esté gobernando con el voto de la mayoría lo quieren convertir en minoría y asumen que representan a la gente aunque estén en minoría, es paradójico pero es así. También les da igual que aunque sean de izquierdas les voten gente de derechas o al revés, lo que buscan es romper con todo eso.

¿No es contradictorio que triunfen este tipo de discursos en la era de las redes sociales e internet, donde se supone que todos tenemos acceso a la información y estamos mejor preparados?

Antes nos llegaban los discursos porque asistíamos o los periódicos informaban en sus crónicas. Con la entrada de la televisión los políticos empezaron a preocuparse más por su imagen, por cuidar su aspecto y los discursos seguían siendo más o menos aseados, aunque se cuidaba más la apariencia. Con las redes sociales ya no se prioriza más la imagen que el mensaje sino la rapidez, predomina el estado de ánimo, la víscera, la sensación o la sensibilidad por encima de la razón. Sin embargo, lo que necesitamos ahora es tiempo y los populistas no quieren tiempo porque en el momento en el que el votante o el ciudadano tenga tiempo se puede dar cuenta de que lo que proponen no es esa Arcadia dorada y que a lo mejor no estamos tan mal. Por eso no quieren tiempo sino soluciones rápidas porque así seguirán alimentando las vísceras sin tiempo para reflexionar.

Usted como comunicador y asesor en comunicación política y empresarial, ¿cómo está afectando a la estructura del discurso y a la oratoria tradicionales esta nueva época?

Se ha tenido que readaptar entrando precisamente en ese tipo de lenguaje. La forma tradicional de comunicar en política ha visto que ya no sirve la capacidad mitinera, alejada, de solamente acudir al ciudadano cuando hay campaña electoral, sino que ahora se ha dado cuenta de que tiene que estar en el día a día del ciudadano, de sus necesidades, de sus problemas y han adaptado su lenguaje. Ya todos los políticos hablan de casta, de trama aunque sea para no reconocerse en ella, para desmontarla. Es decir, todos hablan el lenguaje populista, hoy en día el lenguaje político es populista en todos los sentidos y ámbitos.

¿En los partidos más tradicionales también?

Unos porque son los que lo proponen y otros para quitarse esa piel y que no les identifiquen. Como hay políticos que no quieren que les signifiquen con algo o les pongan una etiqueta son los primeros que utilizan este lenguaje para defenderse. Hoy el lenguaje que existe en todos los partidos políticos es populista.

¿De alguna manera se están socavando los fundamentos de la democracia?

Socava la democracia no tanto que se tenga miedo a las urnas sino que no haya debate y el debate es consustancial a la democracia, es como su vitamina. El diálogo es lo que hace que una democracia crezca y mejore día a día. Cuando ahora mismo hay un enfrentamiento tan enconado entre partidos que lo que buscan es salirse, romper y destrozar frente a los que quieren mantener el statu quo y que nada cambie no hay debate posible. Lo que perjudica el sistema político en todo el mundo no es el miedo a los referéndums o a que la gente se exprese, sino la negación del debate. También se abusa de que la gente vote continuamente para dar su opinión, a mí personalmente no me gusta estar siempre votando, a los políticos se les vota para que tomen decisiones y si no gustan pues que voten a otros en las siguientes elecciones. Lo de consultar continuamente al ciudadano sí es demagogia y populismo. Es la política del Gran Hermano, no es ni transparencia ni cercanía, es populismo.

¿Cómo se adapta un comunicador político a estas nuevas circunstancias?

Yo he llegado a hacer un discurso cinco minutos antes de la intervención del político porque habían surgido nuevas noticias y había que cambiar algunas cosas. Hay que estar continuamente actualizándote, estar muy informado, saber la última hora. A mí lo que más me interesa del discurso político es la explicación, hay una carencia de explicaciones. La mejor manera de combatir el populismo es explicando las cosas. Frente a la política del titular, el exabrupto, el vómito, el eslogan y la política de decibelios hay que volver a la política de la reflexión, de la explicación, de dar ejemplo. Al final será más efectivo y más democrático que el populismo.

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