Aunque los niños representan la inocencia y la ingenuidad, en ocasiones también tienen una cara ´B´ que puede resultar menos bondadosa. Y es que aunque sus caritas de ángeles a veces puedan engañarnos, los más pequeños de la casa también disponen de artimañas y saben cómo sacar provecho de sus armas para salirse con la suya.

En este sentido, pese a que nacen con una tabla rasa sobre la que van construyendo en base a sus experiencias y aprendizajes, ya de bien pequeños comprenden que la manipulación puede llegar a ser un arma muy poderosa para lograr sus objetivos. No es extraño, por tanto, que desde muy pronto recurran a técnicas manipulativas cuando les parece conveniente para conseguir aquello que desean.

Para los padres, en ocasiones puede no resultar sencillo darse cuenta de esta manipulación. En otras ocasiones, puede resultar difícil para los progenitores saber cómo afrontar estas actitudes de sus hijos para intentar corregirlas.

Ante todo, resulta fundamental entender que nuestros hijos no actúan así por maldad ni para hacer daño, sino simplemente para satisfacer sus necesidades y deseos o bien para culpar a otros cuando ocurre algo que no les interesa. Partiendo de esta base, debemos estar atentos a las señales que nos indican que los más pequeños de la casa nos están intentando manipular. A veces lo hacen recurriendo al encanto, a veces buscando excusas, en ocasiones convirtiéndose en víctimas y en algunos casos, incluso recurriendo a la agresividad.

Este último caso es el que se da, por ejemplo, cuando nuestro hijo recurre al llanto para que le compremos una golosina. Si nos negamos, aumenta el volumen de su lloro hasta transformarse en una pataleta que para algunos padres se convierte en insoportable, de manera que terminan cediendo a los deseos del pequeño. ¡Gran error!, ya que trasladamos el mensaje de que si el niño aumenta su nivel de agresividad, puede conseguir lo que quiere.

De esta forma, sea cuál sea su forma de manipulación, los padres deben intentar no caer en las estrategias de sus hijos. Si lo hacen, pensarán que es lo normal y el día que no cedas no entenderán por qué ha cambiado la forma de proceder. También debemos tener en cuento que no siempre intenta manipular con fines egoístas. En ocasiones, lo hacen para cumplir necesidades emocionales insatisfechas, como el deseo de controlar la situación para sentirse mejor consigo mismo.

Los padres deben intentar descubrir qué es lo que inquieta a su hijo, con el objetivo de superar el hábito de la manipulación. Es frecuente que nuestros hijos imiten nuestros comportamientos, por lo que debemos averiguar si han aprendido a manipular fijándose en nosotros. Si es así, deberemos cambiar nuestras actitudes.

Cuando descubrimos que nos está intentando manipular, debemos mantenernos firmes y evitar expresar sentimientos de enfado o compasión ante las rabietas manipuladoras. No deben ver en nosotros señales que indiquen debilidad o culpabilidad. Nuestro comportamiento debe ser firme, pero a la vez expresando cariño y sin regañinas ni gritos. Debemos dejar claro que no aceptamos este tipo de comportamientos, pero sin perder los nervios y siempre expresándonos con firmeza pero a la vez con calma y serenidad. En este sentido, debemos recordar que somos su mejor ejemplo y que necesitan nuestra ayuda y orientación.