Oír en medio de la calle la voz espectral de un poeta justo el día en el que de seguir vivo cumpliría cien años es un acto extraordinario y, precisamente, por la singularidad de la ocasión en la calle Poeta Agustín Millares Sall se congregó un nutrido grupo de familiares, amigos y admiradores del vate canario que sorprendió a los viandantes y a la multitud que despedía la tarde sentada en las terrazas del Mercado del Puerto, que se convirtieron en espectadores inopinados del homenaje. Begoña Vera ejerció de maestra de ceremonias y comenzó dando la palabra a la persona que por méritos propios le correspondía encabezar el acto: Magdalena Cantero Navarro, viuda del poeta.

Según contó, tenía trece años cuando conoció a Agustín Millares Sall, y al año siguiente comenzaron un noviazgo que les llevó a contraer matrimonio seis años después. Confesó que tras casarse le dijo a su marido que pensaba que haber iniciado un amorío siendo niños fue un infanticidio, lo que originó un coro de risas de los presentes. Tras sus breves palabras se escuchó la voz de homenajeado recitando los celebérrimos versos de Yo poeta declaro, acompañado a la guitarra por su hermano Totoyo Millares.

Acto seguido, Begoña Vera introdujo al primogénito del bardo: Agustín Millares Cantero, que leyó las líneas que Fernando Senante escribió al día siguiente de morir su padre.

Como era de esperar después de que la viuda cediese la palabra al hijo, esté dio paso a la siguiente generación, por lo cual la primera nieta del poeta, Ester Ramírez Millares, que tuvo el placer de conocerle, leyó un poema que su abuelo le dedicó y rápidamente se disculpó por tener que marcharse a cumplir con un compromiso laboral.

A continuación tomó la palabra Víctor Ramírez, que recordó como Agustín Millares Sall le señaló la importancia de la poesía como herramienta contra cualquier forma de totalitarismo. Tras recordar las múltiples ocasiones en las que fue objeto de la censura por haber seguido su consejo, incluso durante la democracia, releyó lo que escribió en ocasión del fallecimiento de su maestro: "No quiero verme llorando".

Algo más breve resultó la lectura de los versos de Astronomía y amor por parte de Josefina Betancor, que recordó como participó con el homenajeado en diversos actos que organizaron durante la dictadura, y luego el periodista Carlos Álvarez leyó su semblanza Agustín Millares, un poeta para leer en voz muy alta, título que según confesó había tomado de una entrevista que le solicitó al mismo.

Talento declamatorio

Tras despedirse calificándolo como "un poeta, un comunista, siempre", Begoña Vera dio paso a personas venidas de otros municipios para participar en el homenaje y, de ese modo, el presidente del Cabildo, Antonio Morales, recordó la gran generosidad del poeta, que acudía encantado a todos los recitales que se organizaban en Agüimes y leyó un poema que él mismo había recitado en una de esas ocasiones.

El talento declamatorio subió varios niveles cuando les llegó el turno a las actrices Mari Carmen Sánchez y Blanca Rodríguez, que recitaron varios poemas breves entre los que se encontraban Me declaro y los dedicados a sus hijos Taquicardia en un cuatro de muñecas, Enriquecimiento, Telón de fondo, para terminar recitando a dúo de forma magistral el poema Vuelo íntimo/aire.

Otro actor tomó la palabra: Luífer Rodríguez, que tuvo un punto de originalidad cuando rompió con la tónica y mirando al cielo y dijo: "Maestro, felicidades, no tuve la ocasión de conoceros". Después, recitó otro de sus poemas. Tras el turno de los actores, el polifacético Juan Carlos de Sancho, poeta, escritor, guionista y dibujante, columnista de prensa y crítico de arte y literatura, contó un par de curiosas anécdotas que demostraban hasta qué punto la obra que Agustín Millares Sall era conocida al otro lado del charco y, de nuevo, llegó al turno a otro de los parientes del homenajeado al recitar Malena Millares el poema Ser Millares antes de declamar uno que ella había escrito con el título de Mi tío Agustín.

Javier Cabrera recordó que el Congreso aprobó declarar el 2017 como año Miguel Hernández ya que el 28 de marzo se cumplieron 75 años del fallecimiento del poeta oriolano y para la ocasión leyó el poema que Agustín dedicó al genial epígono de la generación del 27. El escritor Emilio González Déniz tuvo el honor de recitar el poema Partícula de fe no compartida, que Agustín le había dedicado, para dar paso a Pepe Caballero Millares, primo hermano del bardo que recordó el increíble talento del difunto relatando que el poema Canción de la calle, ideal para ser recitado en donde se desarrollaba el homenaje, lo escribió estando sentado con un obrero que sin tener ninguna experiencia en poesía quiso hacer unas rimas con Agustín y dijo "la calle que tú me das" a lo que el poeta añadió sobre la marcha "calle ausente todavía/no será tuya ni mía/calle de todos será" y terminó completando el famoso poema.

El acto finalizó cuando Manena Cantero recordó otro homenaje, el que se celebró en ese mismo lugar en 1989, tras su muerte y desde donde se dirigieron a arrojar sus cenizas en el muelle.

De ese modo se puso punto final a un acto en el que una calle se convirtió en escenario donde resonaban los versos de un poeta considerado con toda justicia, precursor de las corrientes literarias de la llamada poesía social o poesía realista, haciendo realidad sus versos:

"La calle que tú me das,

no será tuya ni mía.

Habrá de ser compartida.

Calle de todos será",