La judoka Míriam Blasco Soto (Valladolid, 1963) fue la primera deportista española en conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos de Verano y la primera en ser campeona olímpica, al lograr el oro en Barcelona 92. A lo largo de tres legislaturas fue senadora del Partido Popular por Alicante, y diputada de 2011 a 2015. El mes pasado hizo público que desde 2015 está casada con su rival en la final de Barcelona 92, la británica Nicola Fairbrother con quien llevaba 22 años de relación como pareja.

¿Cómo pasó de ser la persona más odiada por Nicola Fairbrother tras arrebatarle el oro en la final en Barcelona 92 a ser su media naranja?

Así son las historias de amor, te enamoras de la persona y... No tiene nada que ver la final de los Juegos Olímpicos con nuestra relación, lo hemos pensado muchas veces. Aunque sí es cierto que, de una forma u otra, aquella final provocó que nos viéramos más en las concentraciones posteriores.

Usted tuvo una anterior relación, con el también judoka Alfredo Aracil, que quedó dañada por las exigencias de la alta competición en los años anteriores a Barcelona 92.

Sí, aunque las relaciones de pareja son más cosas. Alfredo y yo fuimos un matrimonio muy feliz, pero las circunstancias de la vida nos llevaron a cada uno por un lado. No creo que fuera el judo lo que únicamente me quitara a Alfredo; fueron varias circunstancias, entre ellas el judo, pero no sólo eso. Si hubiera sido mi media naranja de verdad podríamos haber seguido juntos. Prefiero no hacer ese paralelismo.

¿Cómo ha respondido la gente tras hacer pública su relación y su matrimonio con Nicola Fairbrother?

Es algo que el 90 por ciento de la gente de mi entorno conocía. No me gusta mentir, y cuando me preguntaron [en TVE] sobre la final, sobre qué veía en esas imágenes y cómo había cambiado mi vida, me parecía injusto no nombrar a Nicola. No me parecía justo trasladar la imagen de que no existe o que pretenda ocultarla. Hace años, en Pekín, me preguntaron con quién iba a cenar y respondí que con Nic; acto seguido hubo quien me dijo: "¿Por qué no has respondido que vas a cenar con tu pareja?". Da la sensación de que si no lo digo, estoy mintiendo. Y no quería eso. Esto es normalizar algo que la mayoría sabe, pero no quiero que ahora la gente me hable de mi vida privada ni que sea ése el tema principal.

El teléfono le habrá sonado mucho en los últimos días.

Muchísimo, pero quiero dejar claro que no voy a comerciar con mi vida privada.

Entenderá que no es habitual que dos judokas que compiten en una final de los Juegos Olímpicos acaben contrayendo matrimonio...

Sí, lo entiendo. He visto la noticia en periódicos de Italia, Francia... Pero han pasado 22 años desde que somos pareja y tampoco pensaba que tendría esta repercusión. Si no, quizás no hubiera dicho nada, pero no por nada sino porque me apetece tener una vida tranquila.

En 2005, como miembro del Senado por el PP, votó en contra del matrimonio igualitario.

Recuerdo que hubo un debate interno y que fue muy duro. En política perteneces a un grupo y se debe acatar la disciplina de partido. Yo entendía la postura con el matrimonio, lo hablé con mi madre y a mucha gente católica les supone algo serio. Mucha gente del PP está a favor del matrimonio homosexual, es más, las primeras comunidades autónomas que hicieron uniones de hecho fueron del PP. Y mucha gente del PP es homosexual, como el vicesecretario general, Javier Maroto. No quiero ser abanderada del matrimonio homosexual. Sólo me enamoré de Nicola y ya está. No quiero ser bandera de nada porque yo he estado con Alfredo y otros hombres.

Se cumplen 25 años de aquel oro, marcado por la muerte de su entrenador, Sergio Cardell, un mes antes de la competición.

Sergio me hizo ser una persona diferente: más fuerte, plantearme otros objetivos. Durante muchos años de mi vida me sentí culpable de su fallecimiento porque la moto con la que se mató era de mi exmarido, se la había comprado yo. Fueron momentos duros, pero con la perspectiva del tiempo veo el oro muy satisfecha y feliz.

Las imágenes del podio traen a la memoria la tensión acumulada.

Así fue. Entonces pensaba: "¿Lo podré hacer, seré capaz? Lo haré por él". Tuve suerte de que estuviera Josean Arruza [entrenador vasco] a mi lado. Una vez le dediqué una foto y escribí: "Una parte de tres". Él había inventado el sistema de entrenamientos, era el cerebro y el psicólogo. Sergio era el ejecutor. Sin Josean no hubiera podido hacer nada, me ayudó mucho en el aspecto mental.