Todo cambió con un frenazo en seco en medio del autopista en 2007. Pilar Abel Martínez (Girona, 1965) volvía de Sabadell con un amigo y una de sus hijas, que habían iniciado una conversación sobre pintores. Hasta aquel momento había guardado el secreto que le transmitió la que tenía por su abuela paterna al contarle que su padre era uno de los artistas más conocidos de todos los tiempos. "Si supierais quien es mi padre...", intervino Pilar Abel Martínez en aquella conversación de carretera. "Salvador Dalí", señaló para cerrar una frase que llevó al conductor a pisar el freno y le ganó el apoyo instantáneo de su entorno en la reclamación que comenzó hace diez años y que podría terminar el próximo 18 de septiembre. Esa es la fecha del juicio que dirimirá, tras exhumar el cadáver del pintor surrealista para hacer pruebas de ADN, si las historias que su abuela y su madre contaron a Pilar Abel y que ella cree son ciertas.

La cita judicial y la operación que despertó al artista de su sueño, además, han creado tal revuelo mediático en torno a su figura que ha decidido poner tierra de por medio y refugiarse por unos días en Oviedo. Ha acudido a Asturias a contemplar la obra que un admirador ha dedicado a su supuesto progenitor, a quien, dice, no habría dejado morir solo de haber sabido que seguía sus pasos con interés. La pieza en honor a su supuesto padre la ha llevado a disfrutar de la ciudad unos días que terminarán breve. Y pese a que buscaba el anonimato, no lo ha encontrado.

"Me paran mucho por la calle, soy bastante conocida", apunta Pilar Abel mientras apura un café americano en un establecimiento del centro de la capital del Principado, donde, asegura, son muchos quienes la paran para darle ánimos. "Me preguntan si soy la hija de Dalí y siempre les contesto que hasta el próximo día 18 no lo sabré", explica para agradecer después el cariño que ha recibido: "Me dicen que tenga suerte y me dan mucho ánimo".

Comenta que, de momento, soporta la incertidumbre, y "lleva bien la espera" previa al juicio, gracias al apoyo de las que la rodean, entre ellos sus hijas. Y al echar la vista atrás recuerda que durante su infancia Dalí le pasaba la mano por la cabeza y le comentaba a su madre: "Esta es Pilar, mi hija". Nunca llegaron, sin embargo, a mantener una conversación que suplieron la multitud de miradas que se cruzaban al encontrarse en Figueras y que dice la demandante, que es parapsicóloga y protagonizó durante años un programa de adivinación en la televisión, "valían más que cien palabras". "Al ver aquel señor y cómo iba vestida, te quedabas un poco impactada", cuenta para justificar su falta de atrevimiento a escasos metros del piso ovetense que le ha prestado el autor de la obra que ha venido a contemplar y al que llegó buscando un oasis de tranquilidad.

Sabe también, a través de su amiga Paquita, que trabajaba para el pintor, que este se interesaba por ella. "Le pagaba 2.000 pesetas para que le informase sobre cómo estábamos mi madre y yo", dice antes de lamentar que no fue hasta después del fallecimiento del pintor, que sucedió en 1989, cuando su compañera de infancia le hizo esta revelación. "Si me lo hubiese dicho antes, no hubiese muerto solo", destaca tras aseverar que su reclamación no responde al interés económico ya que "nunca he pensado en la herencia. No lo he hablado con mi abogado, quiero reconocimiento". "Si pasa algo raro" y los juzgados no le dan la razón seguirá luchando para que se la reconozca como hija de un artista al que le unen el carácter y que "él también tenía sentidos de más". Como prueba expone sus habilidades como parapsicóloga y los mundos que Dalí llevó al lienzo.