Miguel Ángel Molinero, director del proyecto Dos Cero Nueve y profesor del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Facultad de Humanidades de la ULL, ha explicado a EFE que la TT 209, una tumba del Periodo Tardío situada en la orilla occidental de Luxor, es distinta a lo que se esperaba por su original arquitectura . Según sus estudios, se trata de la construcción más antigua que se conoce actualmente de la Dinastía XXV.

En base a las excavaciones realizadas ha sido posible corregir la datación de la tumba, que ahora puede ser atribuida a esta Dinastía (c. 747 a 664 a.C.), originaria de la ciudad-estado de Napata (Kush), y el nombre y los títulos de su propietario nubio, Nisemro, el supervisor del sello.

La TT 209 se construyó en la ladera norte del wadi Hatasun, que nace en el valle de los Colores y entra en el del río Nilo junto al muro meridional de la Mansión de millones de años, de Ramsés II.

"La información disponible sobre el yacimiento antes de iniciarse la primera campaña de nuestro proyecto era muy escasa. Del grupo de tumbas tebanas tardías de tamaño medio, era una de las menos conocidas", cuenta Miguel Ángel Molinero.

La primera actuación sobre el terreno se produjo en julio de 2012, y cuando empezaron el trabajo de campo la tumba ya no se veía.

"Identificamos dónde estaba por referencias antiguas. Se encontraba completamente sepultada por riadas recientes del wadi, las basuras caídas desde la aldea de Hurubat y algunos escombros del momento de la demolición de sus casas", expresa el investigador.

Lo que no esperaban los egiptólogos era que al excavar los sedimentos que cubrían la tumba constatasen que no habían entrado por el viento ni por la acción de seres humanos, sino por riadas producidas por lluvias procedentes de la montaña tebana, en época antigua, por lo que el trabajo con la estratigrafía ha consistido en identificar cómo el agua de la lluvia ha entrado en el recinto durante siglos.

Desde la segunda campaña, la excavación en el exterior de la tumba se ha abierto en dirección al centro del wadi, con el propósito de ampliar la información acerca del comportamiento y el régimen hídrico de las aguas que circulaban -y aún lo hacen- por el cauce.

La última campaña, financiada por la Fundación Palarq de Madrid, y la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, se ha dedicado al análisis de los sedimentos dentro de la tumba, a estudiar cómo entraban, y a crear planimetrías de cada inundación.

"Los materiales encontrados en los sedimentos permiten identificar la cronología de esas riadas y esclarecer cuánto llovió en Tebas", indica el egiptólogo, para quien la misión ha permitido además un cierto "redescubrimiento" de la tumba.

Lo que se conocía como TT 209 comprende las cámaras subterráneas de un complejo bastante más amplio con edificios en superficie, y otra parte excavada en la roca. La carencia más significativa era la de un verdadero nombre para el propietario de la tumba ya que desde la década de 1950 se le conocía como Seremhatrekhyt, pero en la actualidad se sabe que este término es un título y, por tanto, se trataba de uno de los cargos que desempeñaba quien encargó la construcción del complejo funerario, pero no era su nombre.

"Devolver un nombre al propietario de la TT 209 ha sido una de las cuestiones más complicadas que hemos conseguido hasta ahora", explica el director del proyecto.