El coordinador de este proyecto allí, en el país africano, será el jesuita Claude Michel Randrianarison (Madagascar, 1977) que se está formando académicamente en Madrid.
¿En qué consiste el proyecto Fe y Alegría?
Está centrado en la provincia de Fianarantsoa. Queremos rehabilitar dos escuelas de educación primaria, con dos aulas cada una, que están situadas en los distritos de Ikalamavony y de Solila. Actualmente, las aulas están en un estado muy precario: tienen poca iluminación, están sin equipamiento ni materiales básicos e incluso, su precariedad puede ser peligrosa para los niños y niñas. Con lo que consigamos en este proyecto se les dotará de un equipamiento y material escolar además de continuar con la formación a cien maestros. Los beneficios repercutirán en unos 150 niños, además del centenar de profesores.
¿Cómo viven los niños de esa provincia?
Esta zona es un pueblo muy alejado de la ciudad y allí los padres no conocen bien la importancia de la educación. Ellos quieren que sus hijos les ayuden a trabajar en la tierra y a hacer cosas en beneficio de su pueblo en vez de estudiar. También es cierto que los niños no tienen un modelo en el pueblo en el que fijarse y al que querer imitar y es por ello que muchos no quieren estudiar. Pero afortunadamente también hay alumnos, un veinte por ciento, que sí tienen motivación.
¿Cómo convencer a esos padres de que es necesario que sus hijos vayan al colegio?
Gracias a Fe y Alegría podemos llevarles a personas que han estudiado mucho, como médicos o profesores, para que vean que tienen buena vida. Los utilizamos como modelo, traemos gente de nuestra comunidad y les presentamos para que vean que el fruto de la educación es tener un buen trabajo que te permita vivir bien.
¿Lo consiguen?
No siempre. Es una cuestión cultural. Necesitamos tiempo para cambiar la mentalidad. Pero es cierto que desde hace tres años notamos un pequeño cambio, poco a poco.
¿Se implican los alumnos con la escuela?
Antes no existían las escuelas y había muchos ladrones de vacas en este lugar, al aparecer las escuelas ha ido cambiando esto. Todos están cambiando la mentalidad poco a poco. Ya están más abiertos y participan de forma dinámica en la vida cotidiana.
¿Qué ideas tiene para poner en práctica?
Lo primero está enfocado a los padres de los niños. Quiero explicarles y acercarles la ventaja de la educación, porque es clave de desarrollo. La educación es un derecho fundamental de la persona humana y es seguro que no hay desarrollo sin educación. Eso está claro. Por ejemplo, esta zona de Fianarantsoa no es muy pobre, es una tierra fértil, pero como tienen pocos conocimientos y capacidad para explotarlo no son capaces de hacer fortuna.
Esta realidad y su propósito lo ha compartido con alumnos del colegio. ¿Qué preguntas le han hecho?
Les parece algo extraño ver la realidad, con fotos, de cómo viven allí. Todos preguntan que si esa realidad existe de verdad. Han abierto los ojos.
Lleva varios meses en Madrid. ¿Ve implicación en los alumnos?
Por lo que he hablado con algunos profesores, hay algunos alumnos que no dan a la educación el valor que merece. En estas charlas intento transmitirles que la educación es una oportunidad, pero también es un don que todos debemos aprovechar. Los niños, y así se los explico, deben tener claro que tienen que aprovechar para aprender lo más posible porque en el otro lado, en Madagascar, hay más de un millón de niños que no pueden ir a la escuela y sólo un treinta por ciento logran terminar la educación primaria. Ellos quieren, pero no pueden. Aquí deberían participar más en el mundo y luchar por la justicia y la educación de calidad en todo el mundo.
¿Sólo con la educación se puede cambiar el mundo?
Es algo clave porque la educación tiene mucho valor para cambiar. Sin duda, el primer camino para cambiar el mundo es la educación. Cuando una persona tiene la cabeza llena de conocimiento puede trabajar fácilmente porque las cosas sean mejor.
