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La Habana y el Caribe

Un crucero, tocando la ciudad cubana y varias islas, nos aportó algunas experiencias

La Habana y el Caribe

Salvo por el monótono paisaje, que atraviesa el Volga en un barco de astilleros comunistas y dieta de colegio mayor, no habíamos hecho cruceros. Así que uno por el Caribe con casi un par de días en La Habana nos tentó. Allí está Raúl Almeida, nuestro hombre en La Habana. El fiel amigo. Un tipo único. Viajábamos con periodistas, y como a todos los que lo tratan tras visitarlo en nuestro nombre, en esa ciudad elocuente, quedaron encantados. Y es el mejor guía. Tras doce años volvimos a La Vigía, el encanto de chalet donde se inspiró Hemingway, a dos de sus bares y otros lugares de añoranzas. Les hubiésemos presentado al mecánico Ramón El Cotorra, uno de los secuestradores de Fangio; o a Luis Baez, el fotógrafo oficial de Fidel, de origen teldense, o a otro canario: Gregorio Fuentes, que también le inspiró a don Ernesto: El Viejo y el mar... pero habían muerto. O a amigos bien vivos como Carlos Angurel (exviceministro de salud) y su esposa, Edith, la arquitecto que remodela históricos hoteles habaneros... mas estaban en Santiago.

Atravesamos por primera vez el Bosque de La Habana; a un lado, solitario, el chalet de Mayer Lansky, el virrey de la mafia en la ciudad que nunca dormía. Situado a varios kilómetros del perímetro urbano, apenas puede verse por estar camuflado entre el follaje y levantado en un talud que acaricia al Almendares: río que, sigilosamente, salvaba Lansky con su yate tras venir navegando desde Miami. El judío ruso también ha servido de inspiración a nuestro paisano Cayetano Sánchez Herrera para su magnífica novela La Cuba que soñé. ¡Y otra de nostalgia! No cabe duda de que uno de los tantos atractivos habaneros es la rememoración de las andanzas de aquellos gánsteres, que el cine nos mostró en una obra maestra: El Padrino; o la rutilante vida, en la que para el lujo y el placer no había cotas; hasta el pan se traía cada mañana en avioneta desde Miami. Y como no: la opaca vida cotidiana de los reyes Castro y sus camaradas.

Comimos en las dos más famosas paladares (casas particulares convertidas en restoranes ya legalizadas): La Guarida, donde se rodó Fresa y Chocolate; y Riomar: espectáculo de vivienda, situada literalmente en el delta del mentado río, que fue de Toni Laguardia. Este coronel de inteligencia del terrorífico Minin (Ministerio del Interior) y su gemelo, Patricio, fueron los cerebros del asesinato de Somoza. Y también fue compañero, en espurios bisnes, del héroe máximo en Angola: el coronel Arnaldo Ortega. Ambos fusilados, por mor de la más vil de las traiciones de Fidel, en el patio de armas de la pétrea fortaleza de El Morro. Frente a la más bella de las embajadas: la española. Allí flamea la bandera rojo y gualda que los cubanos miran con veneración y sueñan con hacerla propia. Como diría un habanero: ¡No es fácil!

Nos decepcionaron las comidas en ambas paladares, incluso los cotidianos Frejoles "dormidos" (cocinados el día anterior) de La Guarida. Y devolvimos el pollo, que se anuncia asado; los que sobran van a la nevera y se sirven, durante los días posteriores previo paso por la freidora y el napado con una incierta, encubridora, salsa marrón. Estaba bueno el Arroz congrí, plato cubano que algunos estudiosos sostienen que es jamaicano. Y en la Riomar nos dio la impresión de que el cocinero estaba "colocado"; hablaba de manera extraña y se movía con poses incomprensibles. El pulpo a las brasas no fue tal y sus tentáculos vinieron picaditos. Como para párvulos. Todo fue un desatino. Eso sí, ambas se ufanan por ofrecer ya surtidas cartas de vinos. Servicio muy amable.

George Town y Montego Bay

En George Town, la capital de la pequeña isla británica Gran Caimán, la vida es carísima y confirma lo que, desde hace años, venimos diciendo: si Canarias hubiese caído en manos inglesas, alemanas, suecas... aun estaríamos en el paraíso. Todo allí es impecable, limpio, ordenado; la construcción está controlada, y por consiguiente el precio de un chalecito no baja de los 5 millones y un apartamento del millón. No tienen cocina propia, así que solo degustamos una bolita de helado de chocolate por 5,50?. En Montego Bay (Jamaica), pequeña urbe absolutamente subsahariana, donde los "canutos" se venden por doquier, comimos en una plantación de café (el mejor: Blue Montain, estaba por allí) pollo a las brasas y Arroz congrí, que el imprescindible antropólogo cubano, Fernando Ortiz ( Revista Bimestre cubana 1923), ve su etimología en la lengua afrogala de Haití. Allí a los frejoles colorados se les llama "congó" y al arroz "riz", quedando finalmente Congrí.

Y en Cozumel, hipermega turística islita mejicana que ha perdido todo vestigio de la cultura maya, fuimos al restorán más chic (turístico): Pepe's, y con un steak de hereford y tres colitas de langosta, que, curiosamente, no eran insípidas, nos prepararon la Ensalada César tal y como la hacía su inventor, el expiloto italiano y héroe de la I Gran Guerra, Alex Cardini, que por entonces era el chef del Caesar's Palace Hotel de Tijuana. Méjico. Ojo: sin cachos de pollo, que... ¡no es fácil!

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