José H. G. afronta una condena de 18 años de prisión así como la retirada de la patria potestad de sus tres hijos por la presunta comisión de un delito continuado de agresión sexual a una menor, hija suya que cuando comenzó a ser víctima de los abusos sexuales tenía 10 años de edad. Además, una vez cumplida la condena privativa de libertad si es finalmente declarado culpable, tal y como sostiene en su escrito de calificación el Ministerio Fiscal, se interesa también una medida de libertad vigilada durante los diez años siguientes. Asimismo, y en concepto de responsabilidad civil, la Fiscalía sostiene que el acusado deberá indemnizar a su hija con 100.000 euros.

La Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife inició ayer el juicio a puerta cerrada -para proteger los derechos de la menor de edad víctima de los hechos enjuiciados- en el que el Ministerio Fiscal acusa a José H. G., vecino del municipio tinerfeño de Arico, de la presunta comisión de un delito continuado de agresión sexual a menor de 16 años, hechos que habría cometido desde 2013 hasta el 9 de mayo de 2017, día en el que fue detenido y puesto a disposición judicial, dictando el juez instructor en funciones de guardia su ingreso en prisión provisional hasta la fecha.

La Fiscalía, en su escrito de acusación provisional, sostiene que el acusado en fechas no determinadas, pero desde que aproximadamente su hija tenía 10 años en 2013 y hasta el momento de ser detenido, abusó en distintos momento de la menor, en ocasiones en el domicilio en el que ambos convivían y en otros momentos en el campo. El padre de la menor obligaba a su hija a "realizar conductas de naturaleza inequívocamente sexual" bajo las amenazas de utilizar la violencia contra ella y coaccionándola para que no diera nada a nadie porque entonces "meterían a su padre en la cárcel" y, además, todo ello lo realizaba a sabiendas de la superioridad que tenía derivada de su relación paternofilial.

Según relata el representante del Ministerio Fiscal, el acusado obligaba a besarle en la boca, chuparle los senos y tocarle los genitales, intentando en más de una ocasión la penetración vaginal, que en un principio parece que no lo consiguió por oposición de la menor. En otras ocasiones, el acusado se masturbaba delante de la niña a la que obligaba a mirar.

En otras ocasiones, y bajo las amenazas y coacciones antes citadas, el hombre obligaba a su hija a que le practicara felaciones llegando incluso a eyacular en la boca de la menor. Durante estos episodios, el acusado incluso la amenazaba con emplear la fuerza física señalando que le haría daño si no accedía a sus pretensiones.