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Clavijo él; Rosa ella

Una investigación estadounidense manifiesta que en entornos de alta competitividad las mujeres tienen el doble de posibilidades de ser tratadas por su nombre de pila

Clavijo él; Rosa ella

El tratamiento que se les otorga a las personas en el ámbito laboral puede afectar a la percepción que tienen de ellas. Así lo ha reflejado una investigación llevada a cabo por las psicólogas Stav Atir y Melissa Ferguson, de la Universidad estadounidense de Cornell, y que ha sido publicada recientemente en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). El estudio demuestra que en los entornos de alta competitividad, como pueden ser la ciencia, la política o la literatura, las féminas tienen el doble de posibilidades que los hombres de ser tratadas por su nombre de pila, lo que influye también en el estatus de los individuos. Siguiendo esta línea, diferentes profesoras y periodistas de las Islas consideran que esta costumbre se ha ido extendiendo a lo largo del tiempo y se traduce en un "menosprecio" a la mujer.

"El llamar a las mujeres por su nombre de pila en el entorno laboral es una forma de minusvalorarlas y de desprofesionalizar la labor que están ejerciendo", manifiesta Lara Carrascosa Puertas, periodista y profesora asociada de la Universidad de La Laguna (ULL). Según indica la docente, esto no es una nueva costumbre, y un ejemplo claro lo pone el ámbito de la política, "donde a las mujeres se les llama por su nombre de pila, e incluso se les abrevia, mientras que a los hombres siempre se les apela por su apellido".

A juicio de Carrascosa, la tendencia se extiende incluso a los medios de comunicación. "No hay más que observar los titulares de los periódicos, en los que a las ministras se les llama por el nombre de pila, y a sus homólogos masculinos por el apellido", apostilla la periodista. "Estos vulgarismos", prosigue, "están al mismo nivel que cuando se hace referencia a estas mujeres anteponiendo al apellido el artículo 'la', lo que sin duda es una forma de denostar a la persona que se está citando".

La profesional asegura que este tipo de costumbres trae graves consecuencias, "porque además es algo que solo afecta a las mujeres". En este sentido, Carrascosa subraya que el hecho de referirse a las féminas por su nombre de pila en el entorno laboral es una muestra de "familiaridad", que en muchos casos no ha sido consentido por ellas. "Lo mismo ocurre con el uso de los diminutivos en la esfera profesional, y que guarda una estrecha relación con la pérdida de respeto", lamenta.

La docente de la institución educativa pone en relieve la reciente inclusión masiva de la mujer en el mundo profesional y la concibe como un posible factor que contribuye con este tipo de actitudes machistas. "La mayoría de las mujeres no somos ya amas de casa, y esa forma de obviar nuestros apellidos refuerza que todavía se piense que no podemos ser grandes profesionales, y no poseemos identidad suficiente como para ser nombradas por nuestros nombres y apellidos como los hombres", apostilla Lara Carrascosa. Y añade que, "esto afecta a la percepción que nuestros compañeros de trabajo puedan tener de nosotras, a la consideración que tiene la profesional de sí misma, y por supuesto, al avance para conseguir la equidad entre hombres y mujeres".

En base al criterio de la docente, la situación no ha mejorado con el paso de los años, y cambiar esta tendencia "está en manos de la sociedad". Siguiendo esta línea, Carrascosa hace referencia a que "el lenguaje es un sistema de configuración simbólica y nos imaginamos el mundo según lo nombramos, por lo que la única forma de modificar esta tendencia es ir poco a poco corrigiéndonos todos para que por fin pueda reconocerse la profesionalidad de la mujer, sin ese trato de cercanía y desprestigio", apunta.

Una opinión con la que coincide la docente de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y ex directora de la Unidad de Igualdad de la misma institución educativa, Ángeles Mateo del Pino al asegurar que, "esta práctica es un claro ejemplo del empleo del lenguaje sexista, y simboliza la falta de reconocimiento del puesto de trabajo que ocupa una mujer y que tiene los mismos derechos y obligaciones". La filóloga coincide con Carrascosa al manifestar que estos hábitos trascienden además a los medios de comunicación, "en los que pueden observarse titulares en los que se hace referencia a la canciller alemana como 'la Merkel', algo que no sucede con el sexo masculino".

La profesora es contundente al advertir que, para poder cambiar la situación, "habría que empezar por igualar los sueldos de las mujeres con los de los hombres cuando ocupan un mismo puesto de trabajo, y no permitir la existencia de una brecha salarial". En este sentido, Mateo del Pino acentúa la relevancia que tiene el lenguaje, "al ser un claro reflejo de la realidad". Y agrega que, "para cambiar el lenguaje es preciso modificar primero la realidad".

Por esta razón, la docente aboga por "hacer uso del lenguaje inclusivo", para así lograr modificar este tipo de prácticas "que solo conducen a la desvalorización de la figura femenina, y a promover la desigualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos".

Por su parte, la profesora de Multiculturalismo, Igualdad e Identidad de la ULPGC, María Henríquez Betancor, tiene muy claro que "vivimos en una sociedad patriarcal en el que el hombres es la única medida de valor, y todo se organiza alrededor de esta medida".

Asimismo, garantiza que la sociedad está repleta de comportamientos machistas, "y el lenguaje es una representación de la realidad". Siguiendo este criterio, la profesora explica que, el hecho de que a un hombre se le llame por su apellido, y a una mujer no, es fruto de un "permiso social", además de ser una clara representación "de lo que está ocurriendo en las mentes". "Desgraciadamente", dice Henríquez, "siempre se respeta más a un hombre en un puesto de poder que a una mujer que ocupe el mismo cargo. El mundo laboral no esta exento de estos tips sexistas que existen en la sociedad".

Una cuestión de visibilidad

  • "El uso del lenguaje genérico perjudica siempre a las mujeres, y no les concede ningún tipo de visibilidad", afirma Ángeles Mateo del Pino, docente de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), y ex directora de la Unidad de Igualdad de la institución educativa. En este sentido, la docente garantiza que todo lo que sea emplear un lenguaje sexista "contribuye a la desigualdad entre hombres y mujeres". Asimismo, advierte que el uso del masculino genérico, no solo invisibiliza a las féminas, "sino que arrastra a la sociedad a realizar una distinción entre la figura de hombre y de la mujer, en el que esta última siempre es la perjudicada".Para evitar contribuir con esta mala práctica, Mateo del Pino propone "economizar el lenguaje", y obviar el uso de sustantivos femeninos y masculinos cuando se desea hacer referencia a ambos géneros. "Como ejemplo podríamos citar palabras como ciudadanía, en lugar de ciudadanos o ciudadanas, o equipo decanal, en vez de hablar de decanos y decanas", comenta la filóloga.

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