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Entrevista | Amelia Tiganus

"Los prostíbulos son como campos de concentración normalizados"

"Es inocente pensar que se van a respetar los derechos de las mujeres legalizando la prostitución" afirmó la activista feminista

La activista y feminista Amalia Tiganus. LA PROVINCIA / DLP

Amelia Tiganus, activista y referente en la lucha contra la explotación sexual y la prostitución, narra el infierno de la trata de mujeres porque cumplió la mayoría de edad en sus redes. El estigma de haber sufrido una violación múltiple en Galati, su ciudad natal al este de Rumania, a los 13 años, la castigó con la culpabilización, el aislamiento y más agresiones sistemáticas, que la encaminaron hacia una red de trata en España, vendida por 300 euros y explotada en más de 40 prostíbulos, de los 17 a los 23 años. "Un día, ya no pude más", relata, "y me dejaron ir porque, en cinco años, me habían amortizado bien". Hoy, renacida como el ave fénix, asegura que "el feminismo me salvó la vida".

La realidad del acoso y las agresiones sexuales a mujeres se ha incorporado por fin al debate social en los últimos meses. Sin embargo, ¿por qué no ha sucedido lo mismo con la prostitución y las redes de trata?

Últimamente ha habido un cambio bastante profundo en cuanto a cómo percibe la sociedad la violencia sexual, entendiéndose por violencia sexual desde tocamientos a agresiones más graves. Esto ha cambiado gracias al movimiento feminista, porque hemos tomado las calles y hemos empezado a hablar sobre ello. Sin embargo, pareciera ser que, por mucho que reclamemos igualdad y justicia, no nos hemos atrevido a sacar el debate sobre la prostitución, cuando es la máxima expresión del patriarcado y el capitalismo, donde la violencia sexual se plantea a través del dinero. Por tanto, digamos que hay dos mundos paralelos en uno, donde las mujeres logramos cambios y avances y, al mismo tiempo, los hombres siguen teniendo un espacio donde la violencia sexual se blanquea en la prostitución igual que antes, porque, además, les está permitido desde las instituciones.

Ningún gobierno en España ha sacado la prostitución del limbo legislativo en que se encuentra. ¿A quiénes beneficia esta ambigüedad, que, ante todo, desprotege absolutamente a las trabajadoras del sexo?

En España, la prostitución es alegal y esto a quien ha favorecido, sobre todo, es a los proxenetas. Cuando hablamos de prostitución tenemos que tener claro que hablamos de varios factores, porque en el imaginario colectivo parece que prostitución sólo es sinónimo de prostituta, cuando, en realidad, estamos hablando de un sistema prostitucional, del que forma parte el Estado español. Desde 2014, España incluye en el cálculo del PIB alrededor de 10 millones de euros al día, que mueve la trata y la explotación sexual. Después están los proxenetas, que en España tienen nombre de empresarios de ocio y de locales de alterne, pero que, en realidad, son proxenetas y son prostíbulos. Y digámoslo claro, porque con los eufemismos no llegamos a ninguna parte. Luego, están los puteros o prostituyentes, que son los hombres que consumen la prostitución y sin los cuales esto no existiría, porque realmente son los que mantienen, fomentan y sostienen este sistema prostitucional. Estos hombres tienen el beneplácito de toda una sociedad que no les interpela y que en estos espacios pueden seguir haciendo lo que sea a cambio de un pequeño precio, porque, para ellos, las mujeres somos productos en este mercado neoliberal.

Por tanto, ¿se siente más próxima a una postura abolicionista, a favor de la prohibición, frente a la regulación, esto es, dotar al ejercicio de la prostitución de derechos y obligaciones, como cualquier otro trabajo?

Creo que es inocente pensar que este Estado va a garantizar los derechos de las mujeres legalizando la prostitución, cuando ese mismo acto en sí es un acto de discriminación hacia todas las mujeres, porque las pone a disposición de los hombres en lugares físicos, de ocio y disfrute, donde las mujeres que estamos ahí dentro somos meros hoyos o, como digo muchas veces, somos meros receptáculos de semen. Cuando hablamos de prostitución tendemos, como sociedad, a frivolizar o romantizar la prostitución, pero la prostitución no aporta nada, no construye y, si desaparece, no pasa absolutamente nada malo, porque la prostitución destruye no sólo a las mujeres que están dentro o a las familias, sino que destruyen las oportunidades de esas mujeres y las esperanzas generales de alcanzar la igualdad en la sociedad. Y esto es así porque la prostitución destruye la posibilidad de que los hombres aprendan a ser nuestros compañeros, nos vean como iguales y aprendan a ejercer una sexualidad sana, placentera, compartida, en la que el deseo sea mutuo. Nada bueno aporta la prostitución, más allá del capital, que está en manos de estos grandes proxenetas al frente de una supuesta "industria del sexo", que es una actividad delictiva a escala global, porque todo eso responde a movimientos mundiales. La prostitución no es una isla, porque responde a dinámicas que tienen que ver con intereses geopolíticos y que, en su base, explota y exprime todo nuestro ser. Y eso nunca puede ser un trabajo.

¿Cree que impera también una falsa idea de la libertad y el consentimiento, en el sentido de que las mujeres que sufren situaciones de acoso o de violencia son cuestionadas después porque supuestamente se encaminaron hacia ese escenario de forma libre?

Absolutamente, se habla mucho de la libertad y del consentimiento sin tener en cuenta, en este caso concreto, que la mayoría de las mujeres que están en situación de trata y de prostitución, como yo lo estuve, no se reconocen al principio como víctimas e, incluso, se hacen creer a sí mismas que están ahí porque lo eligieron. Esto es una trampa que responde a unos mecanismos de supervivencia, porque, si no, sería muy duro pensar y saber las 24 horas del día que no quieres esa vida y, por supuesto, luego está el castigo del estigma por haber sido prostituta. Claro, ¿de qué libre elección estamos hablando? Realmente, tenemos que entender que estamos hablando de un auténtico mercado en el que las mujeres ingresamos para servir sexualmente a los hombres -y en la mayoría de casos, procedentes de países empobrecidos o habiendo sufrido violencia sexual a edades muy tempranas-. Esto ha permitido que las carreteras estén llenas de prostíbulos y clubs de alterne, pero desde la experiencia puedo decir, al igual que muchas otras mujeres, que estos lugares son auténticos campos de concentración normalizados. Por eso, más allá de hablar del consentimiento de las mujeres, porque el consentimiento puede ser viciado y lo sabemos muy bien, creo que sería mucho más importante hablar de la libre elección de los hombres que acuden a estos sitios y que, libremente, con el dinero en mano, teniendo el poder (porque quien tiene el dinero, tiene el poder) eligen llevar a cabo ese acto de dominación sexual sobre una mujer que ni les desea ni siente lo mismo. Todo esto es muy preocupante. Nos preocupan las violaciones, los tocamientos y las violaciones múltiples, que son terrible; pero luego permitimos que haya espacios exclusivos donde se pueda llevar a cabo todo esto, donde todo vale porque está pagado. Esto no lo podemos permitir, porque tenemos que dejar de pensar que esto es algo que les ocurre a las otras, cuando, realmente, nos afecta a todas las mujeres.

¿Cómo transformó el dolor y el sufrimiento de tantos años en una historia de reparación y, sobre todo, de lucha?

Bueno, ha sido un proceso doloroso y lento. Cuando a mí me preguntan cuánto hace que he salido de la prostitución digo que, físicamente, hace 11 años, pero es que cuesta tanto, tanto, tanto salir de la prostitución... Siento que hay algo que siempre se queda ahí. Pero mi transformación llegó hace cuatro años -o sea, siete años después de salir de ese infierno con 23 años- y llegó porque descubrí el feminismo y comprendí que mi historia no era sólo mi historia personal, sino que era la historia de muchísimas mujeres que se ven empujadas a esa durísima realidad. Entonces, me sentí en la obligación ética y moral de actuar, porque, aunque entonces ya tenía todo aquello que se puede esperar de una vida tranquila, con un trabajo estable, una pareja y un hogar, veía cómo la historia se repetía una y otra vez sin que nadie hiciera nada. Y esa indiferencia de la sociedad me impedía quedarme en el sofá, así que busqué organizaciones feministas en las que militar. Me costó muchísimo encontrar una porque muchas me dijeron que no, precisamente, por no tener una postura a favor de la prostitución. Creo que esto, como decíamos antes, también es importante hablarlo, porque muchas de estas asociaciones no te permiten la entrada si eres muy clara y "molestas" con tu punto de vista sobre tu experiencia. Pero, bueno, esto cambió cuando conocí a la directora de Feminicidios, que estaba presentando en Donosti el Informe de Feminicidios de Prostitución, que me impactó muchísimo, porque denunciaba que los asesinatos de mujeres en situaciones de prostitución no son considerados asesinatos machistas, lo cual es absolutamente cruel porque, ¿si eso no es violencia machista, no sé qué lo puede ser? En 2015 empezamos a trabajar como un equipo multidisciplinar y hoy nos unen unos ideales y propósitos muy sólidos. Eso es un tesoro para mí, porque he encontrado el lugar desde el que poder articular un discurso, crecer y convertirme en lo que yo quería convertirme, que era una activista por los derechos humanos de las mujeres.

¿En qué medida nombrar al fantasma, verbalizar y tomar conciencia sobre su condición de víctima le ayudó a romper con esa alienación?

Muchas mujeres me escriben a través de las redes contándome que, de repente, han abierto los ojos y se han dado cuenta de que también han sido víctimas de trata y que, hasta ese momento, no entendían que eso no era algo suyo, no era algo buscado que pasó porque un día tomaron una decisión equivocada. Muchas de ellas siguen en situación de prostitución, porque, aunque quieran, no pueden hacer otra cosa. Por eso, me indigna cuando me hablan de libre elección, porque es absolutamente la misma situación y vivencia que sufrí yo, porque este sistema juega con aislarnos y hacernos pensar que las situaciones de abuso son nuestra culpa y nuestra responsabilidad, que es lo que ha hecho siempre el patriarcado. Yo, un día, de repente, cinco años después la tortura de los prostíbulos, la pornografía, los puteros, los abusos y la desconexión mental para no sentir nada de lo que estaba pasando, sentí que no podía más y dije: hasta aquí. Me empoderé, pero la realidad es que pude irme porque conmigo habían hecho un montón de dinero. Y ahora me dedico a tratar de despertar la conciencia de la gente que tiene poder, político o mediático, porque su papel es fundamentales a la hora de ir a favor o en contra de las mujeres. A veces, mucha gente ve en mí una especie de heroína que sale de la nada, pero siempre digo que eso no existe, que lo que me salvó, en realidad, fue el feminismo.

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