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Salud

La droga omnipresente

España es uno de los países con mayor consumo de alcohol a pesar de que se asocia a 30 cánceres y 200 enfermedades hepáticas y del corazón

Un grupo de jóvenes consumiendo alcohol. LP / DLP

España es alcohol. Menos que Lituania o Alemania, pero más que Italia o Suecia y la inmensa mayoría de países del mundo. Según el Banco Mundial, cada uno de nosotros consume 10 litros de alcohol puro al año. Parece mucho, pero en realidad son un poco más de dos tercios de cerveza al día. Tres cañitas, la unidad mínima de socialización en este soleado país, unificado hace cinco siglos por una religión en la que el vino simboliza la comunión con Dios.

Miles de bares, restaurantes, tiendas y supermercados acercan el alcohol diariamente a los españoles. Lo compran personas de entre 18 y 99 años; lo consumen desde edades muy anteriores. Se estima que un 80% de la población española es bebedora, aunque muchos lo hacen de forma ocasional, inducidos por un ritual social que avala su poder para acercarles a su familia, amigos y desconocidos. El país que más turismo fiestero atrae del mundo se ha acostumbrado a cohesionarse en verbenas, ferias y tabernas con el cemento del etanol.

Casi un tercio de ellos lo ha incorporado inevitablemente a su vida diaria y a sus planes de fin semana. Y la prisa y la voracidad de la juventud ya se han acostumbrado a expresar este código social con grandes borracheras cada vez más frecuentes.

El alcohol sale en las fotos con casi todo lo positivo, alegre y valioso que hay en nuestra sociedad. Y donde beber es lo normal, beber "lo normal" se convierte en una expresión convenientemente poco rigurosa. Poner límites a la droga nacional es una tarea tan ingrata y compleja que, como denuncia el presidente de la sociedad de estudio de adicciones Socidrogalcohol, Francisco Pascual, hasta hemos aceptado que se encargue de ella el lobby de fabricantes que introduce cervezas, vinos y destilados en nuestras vidas. "Los gobiernos no quieren legislar ni invertir en prevención, dejan que las campañas las lleven los fabricantes. El lobo cuidando de las ovejas", afirma el médico.

La secuencia muestra cómo los jóvenes se emborrachan cada vez más sin que descienda el consumo excesivo en adultos jóvenes y de mediana edad. Lo que oculta el marketing de jóvenes guapos, aventureros y auténticos es que el vínculo entre el alcohol y 200 enfermedades de tipo hepático, gastrointestinal o cardiovascular y 30 tipos de cáncer es evidente para la ciencia y que los bebedores van a descubrirlo con facilidad a partir de los 50 años.

Nos preguntamos por qué, pese a las evidencias, seguimos estando tan ciegos.

A finales de agosto, la prestigiosa revista médica británica The Lancet lograba un hueco en los medios generalistas con los resultados de un ambicioso estudio global sobre alcohol y salud. Declaraba con rotundidad que "el nivel de consumo que minimiza el riesgo para el organismo es 0 gramos de etanol a la semana".

¿Ventajas?

Muchos miraron sus vasos, revisaron su agenda reciente y sus asentadas ideas sobre la bebida y encontraron consuelo en el mantra "uno o dos vasitos de vino al día es bueno para el corazón". La revista también tenía una respuesta para ellos: "Los efectos protectores del alcohol contra enfermedades isquémicas y diabetes en mujeres son compensados por su reiterada asociación con el cáncer". Los perjuicios de beber cualquier cantidad superan a los supuestos beneficios.

"No se ha demostrado ninguna ventaja para la salud relacionada con el alcohol. Ni siquiera del vino. Se sabe que bastan dos o tres años tomando 100 gramos de etanol a la semana para entrar en riesgo elevado de desarrollar enfermedades y trastornos alcohólicos específicos", explica el presidente de la sociedad de estudio de adicciones Socidrogalcohol.

Cien gramos de etanol, de alcohol etílico, es lo que hay en 10 cervezas o en 10 copas de vino. Las referencias informales de bebida guían también la escala técnica internacional de consumo, denominada UBE (Unidad de Bebida Estándar). Así, en un vaso de 33 centilitros de cereal fermentado o en una copa de 170 cl de uva sometida al mismo proceso hay una UBE, 10 gramos de alcohol etílico puro.

Traduciendo de vuelta a la calle, beber mucho, o lo suficiente como para que un médico como Pascual debiera advertir de que se ha entrado claramente en la zona de riesgo moderado, sería tomar a diario una copita y media de vino. O un tercio y un quinto de cerveza, dos whiskies cortos con hielo o algo menos de un cubata. La incuestionada rutina diaria de miles de españoles, convertida en menos años de vida y en una carga para el sistema de salud.

Con los datos de un estudio publicado en 2015 por su departamento, Psicología de la Salud, el psicólogo José Luis Carballo afirma que "el 28% de la población española es bebedora de riesgo y, de ella, un 13% es de alto riesgo". Carballo toma la raya que traza la Organización Mundial de la Sa-lud (OMS) para separar el peli- gro moderado del alto: 18 UBE a la semana para hombres y 12 para mujeres.

En su trabajo comprobó además cómo la normalización social que rodea al alcohol distorsiona la percepción del peligro que se asume al beber. Menos de una cuarta parte de estos bebedores abusivos mostraron "intención de cambiar" sus hábitos, y sólo el 3% estaba dispuesto a pedir ayuda, como recuerda el psicólogo.

El imaginario se resiste y vuelve a defender a la costumbre. Recrea la imagen de un señor que balbucea solo en la barra para representar la idea de "persona en situación de alto riesgo". Pero los científicos son implacables. "Cualquier individuo que se dé un atracón de alcohol al menos una vez al mes está en ese grupo", añade Carballo. El atracón o binge drinking está definido como la intoxicación etílica producida por la ingesta de al menos entre seis y nueve UBE en una sesión de cinco horas. Tres cubatas para las chicas, cuatro y pico para ellos. Es fácil ver cómo los jóvenes libres y auténticos que hacen botellón con su ginebra de moda se sientan ahora junto al señor alcohólico de la barra.

"En esas edades, las grandes cantidades de alcohol atacan el desarrollo neuronal como una sierra a un árbol. Lo que podría ser un abeto, queda convertido en bonsái", explica gráficamente Pascual.

Está pasando. Una investigación de la Universidad de Sevilla encontró la tendencia en borracheras de jóvenes españoles escolarizados de entre 15 y 18 años entre 2002 y 2010: todos los grupos habían aumentado el número de personas que habían hecho binge drinking cuatro o más veces en su vida. Y en el conjunto de la población, el porcentaje que ha tenido al menos una borrachera al mes se ha elevado del 5 al 15% entre 2005 y 2015, como recoge la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) de 2017.

Bartolomé Pérez Gálvez, psiquiatra, aporta una clave que induce a pensar que la adicción es incluso mayor. "Muchos estudios cuantitativos tienen el problema de que alguien que se mete diez cubatas una noche cada dos meses da una media de bebedor moderado. El problema del alcohol es cualitativo: gente que bebe para poder desconectar, para afrontar una reunión. Ya dependen de él, pero estos perfiles se pasan por alto en los estudios".

Efectos

Si el alcohol es siempre tan nefasto -"peor que la heroína, si se suma el daño que causa al individuo y al entorno", añade Pascual-, ¿mienten entonces quienes defienden la moderación y sus efectos beneficiosos, muchos de ellos médicos y científicos de gran prestigio? Ningún experto de los consultados llega a afirmarlo.

El de los efectos de la bebida en el organismo "es un debate muy extraño", según José Antonio García Castillo, catedrático de escuela universitaria. Cree que los resultados de las investigaciones acerca del etanol en el cuerpo, que ha mostrado tener "efectos diuréticos y adelgazantes", conducen a contradicciones y "callejones sin salida", de manera parecida "a lo que ocurre con la marihuana, donde es complicado llegar a conclusiones taxativas". Pérez Gálvez se salta el corporativismo y sugiere que los grandes nombres que apoyan los estudios favorables "no es que mientan, sino que dicen sólo una parte de la verdad". "Ellos saben que se les utiliza mercantilmente".

En España, país vinícola, cerealista y exportador de cerveza, vinos y destilados, la industria alcoholera tiene mucha fuerza. Representados por Febe (Federación Española de Bebidas Espirituosas), los fabricantes de cerveza y vino se agrupan además en otras entidades que velan por sus intereses. Están detrás de muchos de los informes que promulgan las bondades de las bebidas psicoactivas que distribuyen.

"La Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición, Fivin, esta patrocinada por el grupo Torres, las grandes bodegas y las denominaciones de origen. Han publicado mucho sobre esa actividad cardioprotectora del vino que en realidad proviene del hollejo de la uva y, por tanto, se encuentra también en el zumo y el mosto, no en la fermentación alcohólica", señala Pascual como ejemplo de las medias verdades que menciona Gálvez.

Los cerveceros, por su parte, cuentan con el respaldo de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) para albergar la Asociación Española de Técnicos de Cerveza y Malta. Desde allí impulsan un máster sobre esta bebida y publicaciones que refuerzan el consumo, como señala también el presidente de Socidrogalcohol.

"Febe es especialmente perversa en su propaganda. Recuerdan que beber alcohol tiene sus raíces en Mesopotamia, que es una tradición cultural mediterránea desde Roma hasta Francia y que es bueno para la salud. Luego te dicen que el sector da empleo a 800.000 personas en España. Mientras, siguen saltándose las normas de publicidad, patrocinando eventos que ve todo el mundo y apareciendo en redes sociales llenas de menores", aporta el médico.

Según Pascual, la estrategia del lobby consiste en mostrar preocupación por el abuso y colaborar en paliar sus consecuencias más dramáticas, como los accidentes de tráfico, los comas etílicos de niños en fiestas o los daños fetales durante la gestación a través de entidades sin ánimo de lucro como la Fundación Alcohol y Sociedad, sin renunciar a la omnipresencia de su producto con el ambiguo eslogan "bebe con moderación, es tu responsabilidad". Para Pérez Gálvez, este lema carga la culpa en el consumidor y equivale a que el fabricante se lave las manos acerca de las consecuencias. Según Carballo, directamente el pretendido consumo moderado "no existe", sino que sólo se puede hablar de ingesta "de riesgo bajo o alto". Por eso, para García del Castillo, "el caballo de batalla" es que la población se dé cuenta del riesgo bajo que tiene tomar prácticamente cualquier bebida alcohólica con frecuencia.

Futuro

Los dueños de bodegas, destilerías y cerveceras saben que si la sociedad toma conciencia de esto les espera un futuro similar al del tabaco, que desde que fue descubierto como lo que realmente se vende un 50% menos entre grandes restricciones. La supervivencia del alcohol parece pasar por conservar el enorme mercado de los moderados reconociendo mucho que hay algunos que se exceden.

La costumbre y los intereses van ganando esta guerra. "Diría que lograr reducir lo que se bebe en España es algo que se acerca bastante al milagro, son muchas las fuerzas del alcohol", lamenta García del Castillo. También son muchas las paradojas culturales. "Muchos de los padres preocupados por lo que hacen sus hijos de fiesta están haciendo ellos mismos un consumo de riesgo", añade Pascual.

Cada vez más voces se preguntan si es el alcohol el que socializa o si es que nunca ha habido posibilidad de hacerlo sin él. Quizá si hubiera polideportivos abiertos en tiempo de ocio, cines, bibliotecas, tiendas o actividades lúdicas como las que triunfan en horarios comerciales, hijos y padres encontrarían la manera de disfrutar de lo colectivo sin ninguna moderación.

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