La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista | Aurelio Arteta

"Morir como cualquier bicho me parece escandaloso"

"En momentos muy críticos para mí salta algún chispazo religioso", señala el filósofo

Aurelio Arteta. LP / DLP

Catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco, Aurelio Arteta (Navarra, 1945) disfruta cada minuto de su vida leyendo y viajando, dos de las pasiones, junto a su familia y amigos, que dan un sentido digno a su jubilación, estado jubiloso al que se llega al dejar de trabajar para otro y propicio, en su caso, para decidirse a abordar sin dramas y con un enfoque práctico el inquietante tema de la muerte en su reciente libro A fin de cuentas (Taurus). El viejo debe sentirse viejo, pero no acabado, propone Arteta, convencido de que acabamos en la nada aunque en momentos críticos sienta la tentación involuntaria de engancharse al clavo de la religión. Cada día que pasa morimos un poco y sin darnos cuenta de que la vida adquiere su sentido más hondo desde la muerte. De la vida y su relación con la muerte versa la entrevista de Epipress con este prolífico escritor que no ceja en su combate contra los tópicos y lugares comunes que nos invaden.

¿Qué le decidió a ponerse a estudiar a fondo la vejez?

Caer en la cuenta, en los alrededores de mis 70 años, de que yo también me estaba haciendo viejo. Hasta entonces la vejez era una experiencia ajena y entonces comenzaba a ser también propia.

¿Lo hace para aprender a despedirse de los demás?

No, lo hago para conocerme mejor a mí mismo y a los demás, para comprender al ser humano en general. La vida adquiere su sentido más hondo desde la muerte, por paradójico que suene. Aprender a despedirse de los otros no es el objetivo, sino una de las muchas buenas lecciones nacidas de esa reflexión. Como sabemos que vamos a morir, aprovechamos mejor el tiempo, distinguimos entre lo que es más o menos importante, nos volvemos más comprensivos y también más compasivos.

¿Conviene ponerse a pensar en lo que nos espera al final del camino cuando nos acercamos a los 70 años o vale en cualquier momento de la vida?

Supongo que cualquier momento a partir de la juventud es oportuno, pero cuando se atisba el final del camino resulta ya obligado. Excluir de nuestras charlas esta cuestión como cosa de mal gusto es de tontos o de pusilánimes.

¿Es útil ese empeño en tratar de esconder nuestro deterioro físico mediante la dieta y el ejercicio?

Es útil, desde luego.

Me da que usted lo considera también sospechoso.

Se convierte en sospechoso cuando la preocupación por nuestro cuerpo no guarda equilibrio con el cultivo de nuestra conciencia y pensamiento. Comparemos la proporción de tiempo entregado al móvil, la tele, el deporte o a las novelas baratas con el dedicado al autoexamen o a la reflexión sobre cuestiones decisivas.

¿Es usted ya una persona de cierta edad o, dicho con mayor crueldad, un anciano?

Todos somos personas "de cierta edad". ¿Por qué la denominación de "anciano" ha de resultar cruel? Tan sólo porque nos sitúa en la cercanía de la muerte, una palabra expulsada de nuestro vocabulario.

¿Cómo trata usted de vivir la jubilación con la mayor dignidad?

No escondiéndome de la muerte ni lamentando cada día su llegada. Según Platón, la filosofía es aprender a morir, que presupone también el aprender a vivir. Nuestra lengua sobreentiende que un jubilado es un ser jubiloso por haberse liberado del trabajo para otro. Se vive con dignidad la jubilación tratando de aprovechar y disfrutar cada minuto de la vida que nos queda.

Ya que su libro es bastante autobiográfico, ¿me podría decir cuáles son los principales placeres de su vejez?

Disponer de tiempo para mí y para lo que me importa. En mi caso, para la lectura y el viaje.

¿Es un autoengaño distinguir entre ser viejo y sentirse viejo?

El viejo debe sentirse viejo y no avergonzarse de ello. Pero sentirse viejo no significa sentirse ya acabado ni sentarse a esperar la muerte.

¿Qué le parece el actual culto a la juventud como si fuera la única etapa de la vida merecedora de reconocimiento?

Eso es, más que nada, un tributo a la publicidad, la moda y al consumo. Es también una parte esencial del culto presente al cuerpo y a la acción, no al alma y a la reflexión. O sea, un engaño, para los jóvenes y para todos. Gana sólo el capital que invierte en todo eso.

La investigación científica se vuelca en darnos una vida larga y saludable poniendo a nuestra disposición todo tipo de recambios, pero carece de soluciones para enfermedades cerebrales como el Alzheimer. ¿Qué le sugiere eso?

Que el ser humano está "programado" para durar -en condiciones dignas o decentes- un cierto número de años, pero no más.

¿Cómo ve usted envejecer su alma, don Aurelio?

Con cierta tristeza. Hay tantas personas, y cosas, y lugares, y libros todavía por conocer que me faltará tiempo para disfrutar con ellos cuanto desearía. Pero así es el hombre: un ser finito capaz de deseos infinitos.

¿Le tiene, en definitiva, miedo a la muerte?

Sí, pero tengo más miedo a ese mismo miedo que socialmente nos prohíbe pensar y hablar de la muerte. Esta, por cierto, sólo es el momento final de nuestra vida. Todo lo anterior coincide con el proceso más o menos largo del morir. Y cada día que pasa estamos muriendo un poco sin notarlo ni sacarle el provecho debido.

Mensajes existencialistas como que somos seres para la muerte o que nuestro destino es la nada tienen como alternativa a la religión que nos ofrece una vida plena después de nuestra menesterosa estancia terrenal. ¿No trata usted de engancharse a ese clavo ardiendo?

Confieso que, en situaciones muy críticas para mí o para mis seres queridos, salta involuntariamente en mi interior algún chispazo religioso. Pero, consciente y voluntariamente, creo que acabamos en la nada.

Muerte: ¿dónde está tu victoria?, desafían los cristianos. ¿Qué responde usted?

Que triunfa la muerte, desde luego, y que ese final es inadecuado o injusto para el hombre. Que el ser capaz de albergar tantos deseos, de pensar y dar a luz tantas maravillas, de escribir tales relatos, de imaginar tanta belleza, de construir tales artefactos, incluso de inventarse un dios, haya de morir como cualquier otro bicho me parece profundamente indebido, inmerecido, escandaloso.

¿Me explica por favor por qué usted no ve la muerte al final sino en el centro mismo de la vida?

Esa es una expresión de Ramón Andrés, un ensayista contemporáneo, y que me parece sumamente acertada. A poco que la pensemos, todo lo que proyectamos y hacemos, todo lo que deseamos y tememos es porque nos vamos a morir y a fin de no morirnos.

¿Qué autor clásico o contemporáneo le ha abierto más los ojos por haber enfocado certeramente el asunto de la vejez?

Entre los antiguos, Séneca y Marco Aurelio. De los siguientes, Montaigne. Y entre nosotros, por ejemplo, el recién desaparecido Salvador Pániker.

Compartir el artículo

stats