Cuando me propusieron asistir a este 40 aniversario e intervenir en él me asaltó la duda: qué contar a quienes llevan tantos años narrando la actualidad, qué decir a quienes han hecho de la palabra su oficio.

Podía tomar el camino sencillo y disertar sobre la historia de Prensa Ibérica y, cómo no, de su antecesora Editorial Prensa Canaria, de lo que por supuesto tendrían mucho más que decir Javier Moll y Francisco Orsini Ruiz que yo o podía también hablar del papel que han desempeñado sus dos cabeceras en las islas: LA PROVINCIA / Diario de Las Palmas y La Opinión de Tenerife. Dos caminos correctos que, además, se cruzan porque una cosa no se entiende sin la otra.

Pero de nada sirve presentarme aquí como alguien a quien le gusta lo fácil porque ya me conocen. Así que, con todo el respeto del mundo, permítanme hacer una pequeña reflexión sobre el papel de los medios de comunicación. Creo que una sala llena de políticos y de profesionales de la comunicación es el escenario perfecto para huir de los caminos sencillos y meterme en esos charcos que tanto aterran a mis compañeros de Gobierno.

No son buenos tiempos para el periodismo, como tampoco lo son para la política. Son tiempos de cambio, con el aliento de una tremenda crisis aún erizándonos la piel de la nuca y la certeza de que los objetivos que nos marcamos hace 10 años como sociedad ya no son válidos. Tiempos de cambios tecnológicos, de formas de consumir la información, de relacionarnos como sociedad? Tiempos nuevos que nos hablan de nueva política y de nuevo periodismo. Sin embargo, no comparto esa visión que dibuja un eje entre lo nuevo y lo viejo. Lo he dicho en varias ocasiones, no hay nueva o vieja política; hay buena o mala política. Y lo mismo pasa con el periodismo; no hay viejo o nuevo. Hay buen o mal periodismo.

Y como pasa en tiempos de cambios, para superarlos hay que volver a la raíz, a la esencia. En política es desprenderse de los adornos y recuperar el servicio público como único fin y objetivo. Resolver problemas y generar oportunidades para quienes protagonizarán el futuro inmediato. Si en política, decía, es volver a esa raíz, en el periodismo debe funcionar la misma receta: volver a la raíz, que es lo único que comparte con la política; el servicio público. Un servicio público que es una herramienta que garantiza la higiene democrática y que arma al ciudadano con información contrastada y veraz.

En tiempos de cambios corremos el peligro de que también cambien las relaciones entre política y periodismo; una relación que solo puede entenderse no como una relación de poder sino como una relación de responsabilidad ante el papel que cada uno asume ante la ciudadanía. Y en este caso, para garantizar que esos cambios no afectan al correcto funcionamiento de estos dos pilares, deben también buscar referencias, en el caso de nuestra sociedad, en el origen de nuestra ya madura democracia hace 40 años. Los mismos que celebramos hoy? y no creo que sea casualidad.

Unas relaciones basadas en el respeto al ejercicio libre de la información periodística. Una relación de respeto de la política al periodismo y de continua sospecha del periodismo a la política. Sospecha que obliga a contrastar, a investigar, a preguntar y a repreguntar hasta encontrar respuestas verdaderas. Un respeto que, desde la política, solo funciona cuando se asume que responder a esas preguntas forma parte del deber de servicio público. No es una opción; es una obligación. Como lo es asumir que un artículo crítico, una denuncia periodística o una pregunta incómoda es un ejercicio de responsabilidad por parte de los medios de comunicación y como tal debe ser entendido.

Una mano levantada para hacer una pregunta no es solo una mano levantada. Es el ejercicio de un derecho ciudadano y una amenaza a un medio de comunicación es un ataque a la línea de flotación de nuestra democracia.

Así es como debe ser. Y de la misma forma que en la obligación de la política está rendir cuentas en el del periodismo está exigir respuestas. Sencillo y a la vez complicado. Un hilo que nos une y que, lamentablemente, a veces se tensa en exceso y cuando se rompe quien pierde es la ciudadanía.

Pero también es cierto que cuando uno se mantiene firme en sus convicciones y seguro del papel que asume ante la sociedad sale siempre vencedor. Y hoy estamos aquí celebrando precisamente eso.

Señores, señoras?

En 40 años ha cambiado todo: nació un nuevo ordenamiento jurídico, institucional y social. Y desde sus páginas han sido testigos de honor y nos han hecho partícipes de acontecimientos que han marcado un antes y un después en la historia de nuestra tierra. Desde hitos como la constitución del régimen preautonómico hasta los aciertos y errores de los ocho presidentes de la etapa autonómica, entre los que me incluyo. También en lo que se refiere a aciertos y errores.

Como decía han sido testigos del nacimiento de la tierra que conocemos hoy. Han visto crecer y desarrollarse a una Canarias que se ha hecho a sí misma y que ha vivido una conversión social y económica, probablemente sin precedentes.

Sus páginas nos solo han conectado a las ocho islas y a estas con la España continental; han sido vehículo y actualmente lo son, sobre todo en su edición digital, con los canarios que viven fuera, y de forma paralela sostienen, además, la historia política, social y económica de nuestra tierra. 40 años no se pueden resumir en unos minutos. Lo saben muy bien ustedes que llevan miles y miles de páginas a sus espaldas, pero es casi tanto o más gratificante pensar en las que se están escribiendo hoy mismo o las que están por escribir.

La Canarias sobre la que escribrirán en un futuro será el presente de nuestros hijos y nietos y espero y confío en que estemos poniendo los cimientos para que esa realidad futura hable de prosperidad y de una sociedad solidaria y cohesionada orgullosa de sus raíces y esperanzada con su futuro.

No quiero terminar mi intervención sin felicitar a Prensa Ibérica y a Prensa Canaria y a los profesionales que a lo largo de estos 40 años han escrito la historia mientras hacían el camino y a quienes lo siguen haciendo conviviendo con la era digital, las nuevas tecnologías, con la inmediatez de las redes sociales, algo a lo que el Grupo se ha sabido adaptar, convirtiéndose en un referente. Permítanme hacerlo usando unas palabras de uno de los impulsores de la construcción de la Comunidad Europea y Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, Hans Dietrich Genscher, "la prensa es la artillería de la libertad". No dejen nunca de serlo. Ese será uno de los triunfos de nuestra sociedad.

Muchas gracias.