El ejercicio de la libertad de expresión ha ido adoptando la silueta de un arma de doble filo que corta la tensión a cada nueva transgresión. El presentador Dani Mateo ha suspendido su cuenta en Twitter después de utilizar la bandera de España para sofocar la gripe en un sketch de El intermedio y el actor Willy Toledo, procesado por insultar a Dios y a la Virgen María, ha salido en defensa del cómico Carlos Santiago, denunciado, como él, por la Asociación Española de Abogados Cristianos, por ultraje al Apóstol en un pregón de Carnaval.

"El Imperio ataca de nuevo", ha escrito en su perfil de Facebook. Y por último, los productores de Los Simpson, una de las series veteranas más queridas de la televisión, discuten la posible eliminación del personaje de Apu Nahasapeemapetilon, el mítico dueño del badulaque de Springfield, con motivo del aluvión de críticas a su estereotipación racista de la comunidad de inmigrantes indios en la sociedad estadounidense.

El origen de este último debate en torno al personaje de la serie creada por Matt Groening reside en el documental The Problem with Apu (El Problema con Apu), del cómico indio-americano Hari Kondabolu, emitido en el Serielizados Fest en Barcelona el pasado septiembre, que da voz a distintos humoristas con ascendencia sudasiática que revelan ante la cámara cómo el personaje de Los Simpson cristalizó un icono discriminatorio y negativo que les ha perseguido a lo largo de 30 temporadas.

La controversia que ha generado esta denuncia ha generado un cisma en el núcleo de la serie, cuyos productores sopesan la posibilidad de erradicar definitivamente al propietario del badulaque de las futuras tramas de la sátira animada de la Fox. Así, el limbo de Apu reabre el candente debate en torno a la delgada línea que divide la libertad de expresión y la blasfemia o la ofensa a las minorías. Y en el territorio del humor, que se cimienta en el desafío y desahogo de las normas y convenciones sociales, cuáles son las fronteras de la sátira; qué dirección enfila una sociedad sometida a lo "políticamente correcto" o si, quizás, el humor deba evolucionar al compás de los tiempos, despojarse de viejos tics e incardinarse en nuevos valores, como la diversidad y solidaridad.

Guacimara Correa. Actriz:

"Una opción interesante es reescribir al personaje"

En esta línea, la actriz Guacimara Correa, asidua en montajes de teatro social con la compañía aruquense 2rC Teatro. Compañía de repertorio, apuesta por reescribir en lugar de suprimir a un personaje muy aclamado por los seguidores de la ficción. "Una opción interesante es reescribir al personaje para que cambiara el prisma y que se viera desde otro punto, porque al quitarlo de la serie se está eliminando una realidad", manifiesta la actriz. "Además, estos personajes se suelen reinventar a sí mismos, así que se puede reinventar un nuevo Apu en las próximas tramas de la serie".

En este sentido, la actriz subraya que la historia del cine y de la televisión ha promovido estereotipos machistas o xenófobos que se reproducen en el presente y que perpetúan falsos estereotipos ajenos al territorio del humor y de la crítica social. " Los Simpson es una serie irreverente que utiliza el humor" para retratar a la sociedad norteamericana y que "puede reinventarse dentro de ese humor", apunta. "Sin embargo, existe un tipo de cine planteado desde una mirada muy machista, que cosifica a la mujer representándola como un objeto total y que, hoy por hoy, me chirría mucho", añade. "Pero en el caso de Apu, creo que los guionistas de la serie están a tiempo de darle un giro, puesto que muchísima gente le ha cogido mucho cariño al personaje y merece la pena tomar un nuevo camino".

Kike Pérez. Humorista:

"Si seguimos en estas, debemos plantearnos eliminar el humor"

Por su parte, el humorista grancanario Kike Pérez, que anoche tomó las tablas del Teatro Pérez Galdós con el espectáculo ¡Cállate! 12.0, en el que glosa con ironía "lo que piensa, lo que siente y lo que vive", aduce que "hoy en día estamos defendiendo con demasiada vehemencia el castigo contra el humor sobre los estereotipos y, si seguimos en esas, deberíamos plantearnos quizás eliminar el humor". "Sin estereotipar, no se puede hacer humor, es imposible; que alguien pruebe a hacer humor sin estereotipar una realidad concreta y verá que el humor se extingue en sus manos", afirma el cómico, contundente, con respecto al limbo existencial del personaje de Apu Nahasapeemapetilon.

En este sentido, Kike Pérez afirma que "cuando se hace humor, se caricaturiza la realidad y se alude siempre a estereotipos, de un lado y de otro", afirma el cómico. "Sin embargo, otra cosa es que ahora estemos bastante sensibles con los estereotipos que afectan a las minorías o a los colectivos que consideramos más débiles, que es realmente la cuestión que ha despertado la polémica de Los Simpson". En esta línea, advierte que "cuando construimos estereotipos sobre cuestiones que, por lo general, nos molestan o indignan a todos, como la monarquía, Donald Trump o personas que ostentan poderío, no pasa nada, sino que, al contrario, nos parece gracioso y divertido. Pero cuando se estereotipa y se hace humor con minorías o con etnias que consideramos inferiores a nosotros, ahí es donde está el problema. Y sobre eso también es importante reflexionar".

Con todo, Kike Pérez va más allá y apunta que, a nivel global, "hoy le estamos dando demasiada importancia al humor". "Para entendernos: el humor es la cosa más importante de las cosas que no son importantes", ríe, "pero creo que estamos poniendo demasiado el foco en el humor, lo cual, en realidad, está alejando el foco de aquello en lo que deberíamos ponerlo, que es el debate político y las cuestiones de orden social, en lugar de tomarnos tan en serio a la gente que hace humor y que, simplemente, intentamos todo lo contrario, que es hacer la realidad un poco más llevadera", concluye.

Elio Quiroga. Cineasta y escritor:

"Entiendo a las dos partes, así que no existe solución ideal"

En línea con la búsqueda del punto medio aristotélico, pero en defensa absoluta de la libertad de expresión, Elio Quiroga, realizador, guionista, escritor y músico, suscribe que, con respecto a la fractura de Los Simpson, "entiendo a las dos partes; por tanto, la solución perfecta no existe".

A tenor de las sensibilidades heridas por el personaje de Apu y su acento engolado, parodiado por la voz teatral del actor Hank Azaria, quien ha manifestado sus disculpas a la comunidad india una vez desatada esta polémica, Quiroga sostiene que "la libertad de expresión es sagrada ". "Y luego están los jueces, porque así deberían ser las cosas; si alguien se siente ofendido que denuncie, pero la libertad de expresión es una vaca sagrada y eso engloba a los personajes y tramas de Los Simpson". Y desde este punto, a juicio del artista, inmerso en plena posproducción del largometraje canario La estrategia del pequinés, el escenario se vuelve más complejo, porque aloja muchos matices, lecturas y repliegues. "Por una parte, me parece lógico y civilizado intentar que ciertos estereotipos desaparezcan de la sociedad por pura salud de la convivencia entre todos," reflexiona. "Pero, por otro lado, también pienso en la figura del cómico, desde los guionistas de Los Simpson hasta los humoristas tradicionales, que básicamente representan la figura histórica del cómico del Siglo de Oro o del bufón de la corte, porque el bufón de la corte podía reírse del rey, es decir, podía hacer algo que los ciudadanos no podían hacer, que era hacer mofa de los intocables. Y creo que el humor, por definición, tiene que ser en cierta medida incómodo y toda la sociedad tiene que asumir que así debería ser, porque tiene una vocación de visitar lugares a los que no estamos muy acostumbrados a visitar como sociedad", añade Quiroga.

La perspectiva del director de La hora fría es que, en la construcción de personaje con zonas de sombra, como Apu, coexisten "dos asuntos que se chocan". "El asunto de que el humor necesariamente debe incomodar y, por otro lado, la necesidad de la sociedad de cerrar la puerta a ciertos estereotipos", apunta. "Pero de igual manera que ahora resulta incómodo para cualquiera, casi de manera automática, un chiste de gangoso de Arévalo, también creo que, al mismo tiempo, hay zonas en las que están entrando otros cómicos, como Raúl Cimas, Ignatius Farray o el programa La resistencia, en Movistar+, que, básicamente, se dedican a tocar las narices y que no sólo es un camino respetable, sino que es algo que la sociedad también necesita. Vamos, que no hay solución".

Darío López. Humorista:

"Últimamente tenemos la piel muy finita ante estos temas"

Con todo, el humorista tinerfeño Darío López, impulsor de la productora Palante Producciones, también apela a la necesidad de situar en una balanza los riesgos y derechos de ejercer el humor. "Creo que es responsabilidad de cada uno encontrar el equilibrio y vivir en paz con ese camino", sostiene. En este sentido, manifiesta que "me eduqué bajo la consigna de que 'el respetito es muy bonito', tanto en lo personal como en el trato con las personas, así que, por convicción y educación, he llevado esta experiencia a mi vis pública y al trabajo que hacemos desde Palante Producciones, donde intentamos, en la medida de lo posible, hacer humor sin herir susceptibilidades, esto es, cuidando mucho lo que hacemos y cómo lo hacemos para que nadie se sienta afectado".

Sin embargo, a la luz del presente debate, admite que "sí es cierto que, últimamente, tenemos la piel muy finita y estas sensibilidades están muy a flor de piel, en mayor medida de lo que lo han estado siempre". "Quizás esta percepción también tenga que ver con los medios de expresión que utilizamos para canalizar nuestras opiniones y los efectos que esto conlleva, porque no es lo mismo bromear u opinar en la mesa de un bar que una plataforma donde queda todo registrado por escrito y se comparte, lo cual parece que le da más relevancia a todo lo que hacemos y decimos, tanto por parte de quien expresa la broma como de quien se la toma mal", observa.

A su juicio, "creo que es totalmente compatible hacer humor sin ser hiriente, pero es verdad que nos reímos de situaciones comunes y cotidianas aparentemente inocuas, como un tartazo en la cara, por aludir al gag más tradicional, cuando, en realidad, cualquier tartazo es susceptible de herir a alguien". "Por eso, entiendo que hay puntos intermedios, ni podemos ser tan sensibles ni tenemos la necesidad de confundir una víctima real con una propuesta humorística sin mala intención", concluye.

Disculpa

Con todo, a tenor de los testimonios que recoge The Problem with Apu, los artífices de Los Simpson manifestaron sus disculpas, al estilo de la serie, en abril del año pasado a través del episodio No Good Read Goes Unpunished. En este capítulo, Marge se reencontraba con un cuento que veneraba cuando era pequeña y, en su relectura, descubría que estaba plagado de elementos que hoy en día se considerarían ofensivos. Pero al intentar eliminar estos detalles, el personaje descubría que suprimía el viaje emocional de la trama, de modo que, al final del episodio, Marge y Lisa miran una foto de Apu y, mirando fijamente a la cámara, Lisa plantea al público: "Algo que empezó décadas atrás y era aplaudido e inofensivo, ahora se ve como políticamente incorrecto. ¿Qué puedes hacer?". Sin embargo, la prevalencia del debate en torno al daño intangible de Apu Nahasapeemapetilon, ejercido sobre voces humilladas desde la escuela por la imagen estereotipada que emanaba del personaje, mantiene vivo el debate en torno a su posible desaparición, tal como ha anunciado Adi Shankar, productor de la serie.

Por otra parte, cientos de seguidores de Los Simpson reclaman la permanencia de Apu, abriéndose a nuevos tiempos y mostrando más matices de la comunidad asiática. Lo cierto es que la decisión de erradicarle podría abrir la puerta a asumir de forma implícita que cualquier aspecto, proyecto o postura políticamente incorrecta o que ofenda a un colectivo minoritario puede ser eliminado de forma radical. "Ni uno solo de los personajes de Aída hubieran pasado el filtro de la corrección política", escribió el actor Paco León sobre la popular serie , en la que daba vida a "El Luisma". Por tanto, la dirección que tome el querido propietario del badulaque, después de 30 temporadas en la pequeña pantalla al grito de "¡Gracias, venga otra vez!, puede comportar un antes y un después en la historia de la ficción televisiva y la libertad de expresión.