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Entrevista | Rafael Díaz-Salazar

"La demanda de una democracia más radical une los mayos del 68 con el 15M"

"La Iglesia no son solo los obispos, los cristianos de izquierda siguen existiendo en España", afirma el doctor en Sociología y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid

Rafael Díaz-Salazar. LP/DLP

Doctor, "cuéntame otra vez ese cuento tan bonito (...), queda lejos aquel mayo"...

[Ríe] Tengo dos hijas y conozco la canción [Ismael Serrano, 1997], claro. Aún quedan varias cuestiones después de 50 años. En primer lugar, una fuerte demanda desde ciertos sectores de la ciudadanía de una democracia más radical, que no solo sea un circuito de elites basada en la democracia representativa, delegada a través de un voto, hay ciertos engarces entre los distintos mayos del 68 (París, Praga o México) y el 15M en esa línea de considerar que no solo con la democracia parlamentaria, aunque sea fundamental, se logran los cambios sociales necesarios. Otro elemento muy importante son las nuevas formas de acción política, más allá de los partidos y los sindicatos tradicionales, algunos movimientos sociales tienen su matriz en el 68, especialmente el feminismo, el más relevante con jóvenes universitarias fundamentales en aquellas fechas y con una nueva ola ahora, y el pacifismo, porque todo imperialismo es belicista y si entonces se combatía en Vietnam también hoy el mundo está lleno de conflictos y suenan tambores de guerra, como el enfrentamiento comercial entre China y Estados Unidos, movimientos para desestructurar una serie de gobiernos postneoliberales, incluso socialdemócratas, en América Latina, todo un ciclo que se viene abajo con Bolsonaro en Brasil pero también con Putin en Rusia, el conflicto nuclear en Irán...

¿Y qué se perdió?

Quizá no haya tanta conexión entre aquellos movimientos universitarios y los actuales. Fue un momento de politización y de proletización, es decir, tanto de apertura de los estudiantes como de su exigencia a los centros de que tuvieran más presentes todo el mundo de la injusticia y el sufrimiento social, que se rompiera esa división tan tajante entre trabajo manual e intelectual. Ahora, salvo excepciones, hay un cierto aburguesamiento entre los sectores universitarios, cuando les espera el precariado, quizá una ausencia de mayor conciencia política, más allá de espasmos puntuales como el 15M, y también de conexión con la exclusión social o la inmigración en Europa, fundamental en Canarias, o el internacionalismo. Incluso los nuevos sujetos políticos emergentes, fruto de un sector universitario politizado y con activismo social pero minoritario, están muy centrados en los problemas del Estado español, como mucho de Europa, pero falta esa dimensión propia del 68 que era el tercermundismo, en el sentido noble del término y no en el coloquial despectivo, el interés por Vietnam, Cuba o Argelia, una visión de actuar desde lo local por el internacionalismo solidario. Por otro lado, la ecología, un fenómeno que no aparecía mucho entonces, ahora es más central en la escena internacional, incluso más que el feminismo.

¿Los movimientos universitarios y obreros, que parecen casi contradictorios, se encontraron por su oposición al franquismo?

Claro, el mayo del 68 español tiene como antecedentes una oleada de luchas desde finales de los 50 y principios de los 60. Además de la necesidad de una alianza entre todos los sectores antifranquistas, con conexiones entre unos y otros, también fueron muy relevantes algunos impulsos o iniciativas provenientes de sectores cristianos que, desde mediados de los 40, optaban por reconstruir el movimiento obrero en España sin confesionalizarlo. Un elemento fundamental del 50 al 68 fue el Servicio Universitario del Trabajo, una iniciativa del padre Llanos [José María de], el cura rojo de Vallecas, que pasó de jesuita en las zonas burguesas de Madrid al Pozo del Tío Raimundo, descubrió ahí el movimiento obrero y consideró necesario acercarlo al universitario. Todavía eran muy elitistas las universidades entonces, estudiaban los hijos de las clases medias altas porque no había políticas de becas como ahora y no eran centros de masas, aunque existía una conciencia política muy ideologizada y muy antifranquista, no conocían el movimiento obrero. Por el Servicio del Trabajo pasaron muchos de los que luego serían dirigentes de la izquierda política y sindical, por ejemplo, un caso llamativo es el de Nicolás Sartorius, que no solo pertenecía a una familia de la alta burguesía sino de la altísima aristocracia, además de extrema derecha. Y esta gente, después en los partidos comunista (PCE) y socialista (PSOE) o Comisiones Obreras (CCOO), dedicaba los veranos a trabajar en zonas obreras como peones. Y otro elemento muy importante fue la creación en el 58 de un partido de extrema izquierda, el Frente de Liberación Popular, conocido coloquialmente como el Felipe, porque eran revolucionarios, de hecho, la dirección nacional fue detenida y sometida a juicio público sumarísimo, pero no podían ser ni estalinistas ni materialistas por su cristianismo personal. Fue una primera confluencia entre dirigentes del movimiento universitario y militantes de la HOAC [Hermandad Obrera de Acción Católica] y la JOC [Juventud Obrera Cristiana], fundamentales en la creación de CCOO. Y de la JEC [Juventud Estudiante Católica], cuyo responsable nacional fue el canario Pepe Alonso, y la JOC salió el primer sindicato que se consideró socialista, anticapitalista y autogestionario, USO. En los mismos edificios convivían jóvenes obreros con gente universitaria

Religión contra dictadura, paradójico.

El nacionalcatolicismo se mantuvo hasta la muerte de Franco, oficialmente, pero surgió una disidencia izquierdista en el interior de la Iglesia, una orientación no solo democrática sino revolucionaria que causó un enfrentamiento institucional muy fuerte. Al ser legitimados por el Concilio Vaticano II, el Gobierno pidió a los obispos que intervinieran y se produjo una división fortísima. Además, la conexión entre movimientos universitarios y trabajadores de inspiración cristiana genera unas figuras nuevas en la historia de España como los abogados laboralistas, jóvenes que en lugar de prepararse para trabajar en los grandes despachos de sus familias o conocidos se dedican al mundo obrero, sin ninguna cobertura. Entre las víctimas de la matanza de Atocha [1977], que marcó totalmente la transición a la democracia, dos asesinados eran militantes cristianos que pertenecían a comunidades eclesiales de Vallecas, no residían en el centro de la ciudad sino en suburbios, muy significativo.

¿Cómo interpreta la actual separación izquierda-catolicismo?

Por los relevos generacionales en algunos partidos, que muchas veces juegan a un laicismo con poco fundamento, aunque otros con dirigentes de importante recorrido universitario y conocimiento de América Latina respetan la teología de la liberación y el ecologismo de los pobres. Los cristianos de izquierda siguen existiendo en España, pero son menos visibilizados por los medios de comunicación, más allá de algún informe de Cáritas, porque la mayoría de su acción se centra más en los movimientos sociales que en los partidos políticos por los déficits de la democracia parlamentaria en temas fundamentales para la cultura política de inspiración cristiana como la pobreza, precariado, exclusión social, desahucios, migraciones...

¿Y qué papel interpreta ahora la Iglesia, con el primer papa latinoamericano?

Hubo un cambio sustancial en la cúspide de la Iglesia, de hecho, este papa es más querido por los ateos y por los movimientos sociales populares, sus aliados fundamentales, que por amplios sectores de las jerarquías eclesiásticas del mundo, con un movimiento organizado y mucho dinero de la extrema derecha estadounidense para difamar y destruir a Francisco, una lucha muy fuerte. Entre los interlocutores de Francisco destacan, aparte de cientos de movimientos de sin techo o sin trabajo con verdadero arraigo popular en lugar de clases medias ideologizadas, el presidente de Bolivia, Evo Morales, y el anterior de Uruguay, José Mujica, o el periodista Ignacio Ramonet, de Le Monde Diplomatique, muy significativo. Y su documento fundamental es un proyecto de ecología anticapitalista. La Iglesia española, a nivel jerárquico, no está en la ola franciscana, tampoco en la época anterior de Rouco [Antonio María] y demás, cuando se lanzaba a las calles contra los gobiernos, pero no termina de enlazar con las grandes y profundas opciones sociales de este papado porque los dirigentes eclesiásticos se formaron en el ciclo neoconservador anterior. Ahora bien, la Iglesia no son solo los obispos. Estoy convencido que la anterior dirección de la Conferencia Episcopal no hubieran permitido que Franco pudiera salir del Valle de los Caídos y ahora, aunque sin mucha valentía, enterrarlo en la Almudena le aterra tanto o más que al Gobierno, consciente de que sería dejar para la historia eterna la sacralización del dictador

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