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Entrevista | Felix Klieser

Felix Klieser: "Lo más importante para la trompa es tener boca, aire y respiración"

"No sería capaz de componer; me gusta trabajar con un material que ya existe y ser creativo con él" señaló el trompista, que nació sin brazos e interpreta las partituras con los dedos de los pies

El joven trompista Felix Klieser, ayer en el Auditorio Alfredo Kraus. ANDRÉS CRUZ

Permítame expresarle mi admiración. Creo que es el mejor ejemplo mundial de voluntad inclusiva en la esfera del Arte...

Es algo difícil de explicar. Cuando te refieres a personas con hándicaps es como cuando, por ejemplo, tienes un coche. Hay muchos tipos diferentes cada uno con sus cualidades. Para mí es lo mismo. Mi situación no me impide tocar la trompa. Lo más importante para ello es tener una boca, aire y respiración. Hay múltiples discapacidades. Yo no quiero ser un modelo a seguir porque para mí todo funciona correctamente, pero ello no quiere decir que sea fácil para todo el mundo. Hay que mirar a cada persona y situación de un modo particular. Eso es muy importante.

Ha alcanzado la cima de la interpretación musical a pesar de un grave hándicap, vencido por vocación en plena adolescencia. Sin duda tiene mucho que decir a los jóvenes que no consiguen superar problemas análogos?

Desde que era niño ya leía y practicaba mucho. Prefería no irme de vacaciones, dejar de quedar con los amigos o ir al cine para practicar y llegar a ser un buen trompista. Para cualquier cosa en la que quieras llegar lejos, tanto si pretendes ser músico como futbolista, tienes que trabajar mucho y sacrificarte. Lo que se quiere lograr no surge por sí solo. No eres una persona talentosa y entonces todo resulta fácil. Siempre se requiere mucho esfuerzo.

Su carrera de concertista internacional, su repertorio y sus discos acreditan al artista completo. ¿Ha llegado a su meta, o aún se siente en camino?

Siempre sientes que estás en el camino porque tocar un instrumento no es algo solamente técnico sino que tiene mucho que ver con las emociones y con cómo comunicar simplemente con música. No es algo tan fácil. Cuando te vas haciendo mayor tu visión de las cosas va cambiando. Te vas desarrollando cada día, cada semana, cada mes y cada año. No hay día en que me levante pensando que ya me he convertido en un trompista completo que lo sepa todo y únicamente tenga que tocar en los conciertos. Es muy importante que un músico no se estanque en su propio punto de vista cada día sino que vaya creciendo y adquiriendo experiencia con la edad.

Nos trae a Las Palmas nada menos que dos de los cuatro conciertos escritos por Mozart para trompa y orquesta, exigentes de gran virtuosismo. Es un reto impresionante?

Un concierto no es realmente tan largo. Dura unos quince minutos. Por eso como trompista tocas al menos dos. Tocar los cuatro sí supone un reto. Me gusta interpretar a Mozart. Hace un mes grabé todos sus conciertos en Salzburgo. Esta temporada y la próxima voy a interpretarlo mucho en todos sus conciertos, tanto en el cuarto, como el segundo y el tercero. El primero, no lo utilizaré tanto. Me resulta muy entretenido ejecutar la música de este compositor y más aún aquí en Las Palmas.

Pero además del lucimiento con los dedos de un pie sobre los pistones del instrumento, consigue el dominio absoluto del aliento sin posibilidad de matizar las notas suaves con una mano en el pabellón a manera de sordina. Por eso, por si fuera poco, añade un plus a las técnicas ya creadas de la trompa?

Normalmente un intérprete de la trompa tiene manos y emplea una de ella sobre los pistones y la otra va en el pabellón a manera de sordina. Con ella puedes variar mucho la entonación, el color o la articulación. Sin embargo, puedes hacer lo mismo también con tu boca y el soplido, según su intensidad, cómo sea de rápido o lento. Estos aspectos modifican el sonido y la articulación. Pienso que nadie había descubierto esta técnica antes que yo, de modo que he tenido que inventarla para sonar como un trompista con manos y sordina.

Sin precedentes familiares, ¿cuál fue el estímulo que le hizo enamorarse de la trompa a los cuatro años de edad?

Es cierto que en mi familia nadie toca un instrumento. No puedo ni recordar dónde vi la trompa por primera vez. No recuerdo siquiera cuándo quise tocarla y contárselo a mis padres, quienes me preguntarían: ¿qué instrumento es ese? Provengo de Göttingen en el centro de Alemania, donde sólo hay una escuela de música con un profesor de trompa. Me encontró muy joven para practicar semejante instrumento que requiere un esfuerzo físico no apto para un niño de cuatro años porque se necesita mucha energía y aire para expulsar. Me dijo que intentara mejor con otro, pero yo quería la trompa. No tenía intención siquiera aún de interpretar música. El maestro me aceptó en su clase.

El repertorio para trompa es muy grande en partituras concertadas y de cámara. ¿Qué obras interpreta con mayor placer en ambos géneros?

Voy a poner un ejemplo: Me encanta el chocolate. Siempre que me preguntan sobre esta cuestión la comparo con él. Viene alguien y te propone que lo comas a todas horas y sólo eso. El primer y segundo día, es fantástico para ti, pero el tercero ya te empieza a cansar y el cuarto no quieres más. Me ocurre lo mismo con la música. Es maravilloso que haya tanta variedad de compositores y de obras, o que en ocasiones toques con una orquesta y en otras con un pianista. Por eso no puedo decir que un compositor o una obra sean mis favoritos porque lo más interesante radica en la variedad. Aquí tocó a Mozart, luego tocaré a Strauss. En casa cuando regrese ejecutaré obras para trompa, violín y piano y después me juntaré a un cuarteto de viento. Más tarde, viajaré a Estambul y realizaré un solo de trompa. Seguiré de aquí para allá interpretando muchas partituras y compositores de diferentes formas, ello es lo más fascinante. Si sólo tocara a Mozart se volvería aburrido.

¿Le atrae impartir enseñanza a los jóvenes trompistas?

Ya doy clases, una vez por semana, en la universidad de Münster, una ciudad pequeña y muy bonita en Alemania. Imparto también muchas clases magistrales. En diciembre tengo una en Taiwán, por ejemplo. Me gusta la enseñanza. Si sólo practicas, te subes al escenario, vuelves a practicar y a tocar un nuevo concierto, caes en una rutina. Pero cuando trabajas con jóvenes trompistas y les enseñas sales del esquema preestablecido. Me siento muy a gusto y es una forma diferente de trabajar con el instrumento que empleo.

¿Le tienta la composición?

No, no soy compositor. No sería capaz. Es algo complicado de explicar, es decir, yo trabajo con un material que existe y con el que tengo que ser creativo, pero cuando compones no tienes nada, te sientas en frente de un papel en blanco y te pones a crear. Es una forma completamente diferente de trabajar con la música que no sería capaz de hacer.

En su carrera internacional por tres continentes, ¿cuáles han sido sus momentos más apasionantes?

Cada concierto es diferente, cada ciudad también, y cada orquesta, cada director, o cada persona. Toco unos 50 conciertos al año en distintas ciudades cada vez, por lo que cada uno es único y especial. Por eso no puedo decir que uno u otro sean el más interesante o que me llene más emocionalmente. No puedo realizar comparaciones. Algunos sitios me han resultado muy interesantes de visitar. En verano estuve en una isla muy pequeña en el sur de Corea conocida en Alemania por carecer de otro tipo de negocios que el de ir los coreanos de vacaciones. La atmósfera era increíble porque todo se ha construido sólo para la diversión. Toqué para 4.000 personas, para una gran audiencia, el segundo concierto de Mozart. Pensé que nunca me había planteado antes que semejantes lugares existieran y supuso un gran placer contactar con ellos al tratarse de un mundo distinto.

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