La comunicación es mucho más que palabras; son gestos, miradas, posiciones, expresiones faciales...Nuestro cuerpo habla por sí sólo sin necesidad de pronunciar frases; revela nuestras intenciones, da paso a los sentimientos y deja entrever rasgos de nuestra personalidad.

Durante la interacción interpersonal, la conducta no verbal informa también sobre nuestro grado de comprensión y de acuerdo, además de ponernos en evidencia si estamos mintiendo.

Cuando estamos inseguros, tenemos tensión en la cara, además de sudoración excesiva y postura cerrada de brazos y piernas. Si le gustamos a alguien notamos por su parte, pupilas más dilatadas, sonrisa en la boca, postura relajada...

El lenguaje corporal está fuertemente vinculado con nuestra parte emocional e intuitiva y de ahí su importancia ya que deja aflorar las intenciones inconscientes. La gran novedad, es que la ciencia ha determinado que al revés también funciona. Es decir, no sólo nuestras palabras condicionan nuestros gestos; también a través de nuestras expresiones podemos encarrilar nuestra actitud o predisposición.

Modificando nuestra posición, ganamos en autoconfianza

En 2010, los científicos Amy Cuddy y Dana Carley llegaron a una conclusión: si durante dos minutos modificamos nuestra postura corporal, seremos capaces de alterar el nivel de testosterona y cortisol de nuestro cuerpo. Algo que indudablemente nos hace cambiar nuestra actitud ya que la testosterona es la hormona ligada a la autoconfianza, mientras que el cortisol es la hormona que se activa con el miedo.

Cuddy y Carley estudiaron cómo cambia nuestra química corporal con dos posturas: la postura del poder o la postura de debilidad.

Hay varias posturas del poder que todos tenemos en mente:

  • Subir los brazos en alto en forma de 'V' y la barbilla levantada como un atleta cruzando la línea de meta.
  • Colocar los brazos detrás de la cabeza y los pies encima de la mesa.
  • Poner las manos encima de la mesa e inclinarse hacia delante.
  • Colocarse las manos en la cintura, sacar el pecho y abrir un poco los pies.

También tenemos identificadas las posturas de debilidad

-Encoger el cuerpo

-Cerrar los brazos en señal de protección

-Mirar hacia abajo, cogerse de las manos...

Los investigadores analizaron qué pasa cuando nos ponemos en ambas posturas durante dos minutos y descubrieron que, con el gesto del poder, aumentamos la testosterona un 20% y reducimos el cortisol un 25%. De manera que ganamos en seguridad y autoconfianza, algo imprescindible cuando afrontamos un reto como hablar en público o con el jefe.

El estudio postural solicitaba a personas con miedo a disertar ante un grupo de personas que adoptaran los gestos de poder durante dos minutos antes de iniciar su charla. Las conclusiones fueron que habían rebajado su nivel de ansiedad.

Cambiar nuestra actitud en sólo 120 segundos

Resumiendo, en solo 120 segundos somos capaces de cambiar nuestro estado de ánimo con un gesto sencillo que nos puede llenar de confianza. Algo que podría servirnos satisfactoriamente cuando nos enfrentamos a un reto complicado como una entrevista de trabajo, la defensa de un trabajo ante un tribunal, un examen...

Así que, si notas que tu espalda está encogida, esfuérzate y estírala. Si tus brazos están cruzados, sepáralos. Concédete dos minutos para realizar una postura de poder y deja que tu química cerebral se prepare adecuadamente ante cualquier reto.