Los asistentes peninsulares se quedaron atónitos con algunas expresiones tan curiosas como tenique, tajaraste, o perenquén. Maximiano Trapero no sólo mencionó varios términos tan extraños para ellos como chinijo, esa palabra con las que los conejeros llaman a los niños chicos y que también da nombre al otro archipiélago, ese que se arremolina junto a La Graciosa. También mencionó a los parques nacionales, todos ellos tienen un origen guanche, entendiendo guanche como la manera genérica de mencionar a todos los términos o sustantivos procedentes de la lengua que hablaban los distintos aborígenes de las Islas. En este relato casi emocional se refirió a ese uso habitual de tantas palabras del léxico canario que empiezan por la A, como Agaete o Agando, precisamente esa letra es el masculino del bereber y también está la T, con nombres como Tenerife, Teguise, o Trivirijate, el femenino de ese idioma. La lista de topónimos resulta tan amplia y normalizada que en ocasiones los canarios apenas se dan cuenta que al mencionar ese término están haciendo uso de un vocablo con mucha historia. Como Gara, que en realidad significa roque, y que según Trapero tiene poco que ver con Jonay, "esa fue una historia, un mito que se creó, como tantos otros que existen en las Islas". Cuando los castellanos conquistaron el Archipiélago tuvieron que buscar nombre para determinados lugares que no existían en su territorio como malpaís, palabra canaria que da significado a ese terreno cubierto de lava. También ocurrió lo mismo con la expresión mareta, para referirse a los estanques de agua que se formaban con las escasas lluvias o roque, para cualquier término rocoso. Todas estas palabras proceden de una lengua que desapareció pero de la que aún quedan miles de términos muy vivos.