La monitorización conyugal es una mala práctica, a menudo caracterizada por su discreción y anonimato pero que cuenta con un número importante de adeptos y practicantes en nuestro país. Técnicos y expertos denuncian la existencia de un mercado subterráneo de empresas y sitios web especializados a la venta de aplicaciones destinadas al espionaje conyugal. España es un país de infieles en el que la tasa de divorcios supera las 130.000 rupturas anuales, coyuntura social que afecta ya a un 53% de las parejas. Todo en un país, España, en el que más de 350 parejas formalizan su divorcio cada 24 horas.

La irresistible tentación de espiar a la contraparte afectiva forma parte de la cultura popular y constituye una práctica tan antigua como la misma civilización humana. Hurgar en la lista ajena de SMS o WhatsApp's; espiar la correspondencia o adquirir aplicaciones destinadas a monitorizar los movimientos de un cónyuge se han convertido en una práctica habitual, todo en un contexto, el de la violencia de género en pleno debate político y social. A las preocupantes cifras de género se le han sumado malas prácticas tales como la usurpación de identidad en Twitter o Facebook, la revelación de secretos o las agresiones sexuales a través de vinculadores de oferta y demanda sentimental en Internet. La ciber violencia de género comprende prácticas tales como censurar fotos que tu pareja comparte en sus redes sociales, exigir al cónyuge que muestre su geolocalización, monitorizar sus perfiles, espiar el móvil o mostrar enojo por las relaciones sociales que tu pareja desarrolla en espacios digitales.

En Badajoz un hombre de 50 años fue detenido tras comprobarse que instaló más de 15 aplicaciones en el móvil de su esposa con la finalidad de monitorizar las fotos y mensajes que ella enviaba a través de su terminal. En Andalucía, un hombre ha sido condenado a un año de prisión por amenazar a su pareja a través de las redes sociales.

Para muchas almas celosas saber con quién se relaciona nuestro cónyuge puede llegar a convertirse en un auténtico tormento personal. España tiende de manera especial a estas prácticas, prueba de ello lo tenemos en la proliferación de empresas dedicadas a proveer al mercado de artilugios y gadgets, se trata de amansar todo tipo de potenciales sospechas utilizando herramientas para el control conyugal. El teléfono móvil se ha convertido en uno de esos grandes referentes, echar un vistazo al terminal del ser amado es una práctica cada vez más habitual. Las contramedidas no faltan: disponer de un teléfono y número distinto al oficial suele ser el contra recurso más utilizado para evitar ser pillados con una potencial infidelidad. Distintos sitios web permiten monitorizar los movimientos de la pareja, saber por dónde anda y a qué hora a través de un mapa en tiempo real.