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Cuando el miedo acaba con la vida

Los suicidios aumentaron en Canarias casi un 10% en 2018 | "La persona no es capaz de afrontar una situación negativa y lo ve como la única salida posible", subraya el psicólogo Fernando Galván

El Teléfono de la Esperanza mantiene activas constantemente campañas contra el suicidio. LP / DLP

Momentos en los que todo se vuelve negro alrededor. En los que los problemas ahogan y no se vislumbra ninguna salida, ninguna solución que permita afrontar el dolor o la angustia. Y, ante ello, ante ese miedo, la idea más radical de acabar con todo cobra forma y acaba convirtiéndose en la única vía de escape. El suicidio, tabú durante muchos años en nuestra sociedad, se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en España, llevándose la vida de 3.679 personas en todo el país em 2017, 200 de las cuales vivían en Canarias.

"Hay un aumento del 3% con respecto al año anterior según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), pero esos datos hay que verlos con mucho cuidado porque suelen reflejar menos casos de los que se producen en la realidad", apunta Fernando Galván, psicólogo y experto en intervenciones en casos de suicidio. "En esas cifras no se incluyen casos difíciles de clasificar como suicidios como accidentes de tráfico o desaparecidos". Con todo, "las tasas se mantienen medianamente estables año a año, independientemente de crisis económicas o desahucios", atribuyendo el hecho de que se produzca una mayor visibilidad a "la labor de medios de comunicación y redes sociales".

Pero, más alla de cuestiones numéricas, ¿qué lleva a una persona a querer acabar con su vida? "Más que de causas habría que hablar de la forma de afrontar un problema. La persona no es capaz de hacerle frente a una situación y acaba viendo el suicidio como la única salida posible", apunta Galván, que incide en que "el suicidio no es una enfermedad, sino un síntoma, por lo que habría que ver el origen de esa situación y por qué está pasando. Hay de todo, aunque normalmente viene asociado a depresiones por cuestiones laborales, personales, económicas... y, para evitar el sufrimiento, sólo encuentra esa salida".

Una salida y una problemática tradicionalmente silenciada por pretender evitar lo que se ha dado por denominar efecto llamada, la teoría de que hacer referencia a suicidios en los medios de comunicación va a incitar a que se cometan más. "Es la pregunta del millón, hasta qué punto puede existir. Este año se estima que en España se van a producir en torno a 4.000 suicidios, concentrándose más en verano, pero yo no he encontrado, siguiendo las estadísticas públicas, ninguna evidencia de que efectivamente se produzca ese efecto".

Lo que sí puede preverse, o al menos intuirse, son las señales que una persona con tendencias suicidas puede enviar a su entorno más cercano. "Normalmente hay un cambio de conducta, pero a veces es muy sutil", explica Fernando Galván. "Además, nuestro propio mecanismo de defensa es el que hace que no veamos que nuestro propio familiar quiere quitarse la vida", por lo que "es importante tenerlo claro porque el sentimiento de culpa con el que se queda el familiar es muy importante". La persona que está pasando por ese proceso "en ocasiones lo verbaliza, con frases como 'no tengo ganas de vivir' o 'quiero que prepares los seguros de vida'", ante lo cual "hay que preguntarle directamente y buscar ayuda profesional", especialmente cuando "le preguntas cómo lo piensa hacer y es capaz de decirte qué metodo tiene pensado emplear, es el momento de llevarlo directamente a un centro de urgencias".

Ayudas externas

Sin embargo, no siempre se cuenta con un entorno que perciba ese infierno interior. Recursos como el Teléfono de la Esperanza se convierten en una tabla de salvación basada en "escuchar y acoger a la persona", apunta José Cabrera, director técnico del servicio en Canarias. "Cuando alguien lo pasa tan mal como para plantearse eso es porque ha tragado mucho sufrimiento, sin compartirlo, y se genera una bola que empieza a crecer poco a poco", de manera que "lo primero que hacemos cuando recibimos una de estas llamadas es normalizar la situación, en el sentido de intentar entender qué está pasando por su interior".

Por regla general, suelen recurrir a los servicios de ayuda telefónicos "casi el doble de mujeres que de hombres si hablamos de los servicios de prevención y también de crisis vital y depresiva", si bien "a medida que nos acercamos al tema de actos suicidas en curso se va igualando y es casi el mismo número", una diferencia que José Cabrera resume en que "las mujeres llaman más y piden más ayuda pero los hombres somos los que nos suicidamos más; es un factor de género que a los hombres aún nos cuesta más pedir ayuda".

Un deseo dual

Esa petición de ayuda, directa o indirecta, es la plasmación de que "siempre hay en la persona que se plantea el suicidio una dualidad, el deseo de morir pero, al mismo tiempo, el de encontrar algo a lo que agarrarse para continuar hacia adelante", explica Cabrera, por lo que "procuramos no descalificar esa parte que desea morir, sino que transmitimos comprensión y respeto al tiempo que tratamos de conectar con esa otra parte que desea seguir luchando y busca esperanza, para que la persona se dé otra oportunidad". Una situación que conocen muy bien en el Teléfono de la Esperanza, ya que "hemos conocido casos de personas que han pasado por una crisis muy dura, la han superado y luego miran para detrás y se dicen 'menos mal que remonté aquella situación y no opté por esa salida, porque me estaría perdiendo todo esto que estoy viviendo ahora".

Un abrazo. Una sonrisa. Un gol. Una cerveza con amigos. Muchas cosas por las que descartar tomar salidas desesperadas y continuar luchando para que el miedo no sea quien ponga fin a la vida.

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